La Jornada sábado 1 de abril de 2000

Carlos Fazio
Samuel Ruiz: pastor invicto

Finalmente, el ala de obispos conservadores nucleados en el Club de Roma -liderado por los cardenales Norberto Rivera y Juan Sandoval Iñiguez- fracasó en su intento por imponer al sucesor de Samuel Ruiz en San Cristóbal de las Casas. El papa Juan Pablo II rectificó a tiempo; no manda a un golpeador con el encargo de llevar a cabo el desmonte de la diócesis. Envía a un obispo de apertura, maduro, que en los últimos años ha tenido una evolución positiva: Felipe Arizmendi, quien estaba a cargo de la Iglesia local de Tapachula.

Dos hombres fueron clave en la decisión del pontífice: el nuncio saliente, Justo Mullor, que elaboró la terna y fundamentó los méritos de sus candidatos y, en particular, el ex obispo coadjutor, Raúl Vera, quien el mes pasado tomó posesión de la diócesis de Saltillo. El cambio de posición se gestó a partir de la audiencia especial que el Papa le concedió a Vera el 5 de enero. Ese día, el pontífice limitó a 10 minutos una visita de miembros del Episcopado alemán, para atender durante más de media hora a monseñor Vera. "Si se destruye la obra de Samuel Ruiz, de nuevo correrá la sangre en Chiapas y no llegará la paz", le dijo Vera. Al escucharlo, el Papa se sintió engañado o deliberadamente mal informado. Cómo no había llegado a él esa información, preguntó. Vera le dijo que le había enviado un informe de 10 páginas, y que después había remitido un resumen de tres hojas. "Ahora le puedo dejar copia de todo". El Papa le pidió que hablara con el cardenal Angelo Sodano, número dos del Vaticano. Vera le respondió que lo había buscado, pero que no lo había recibido. Juan Pablo le insistió que lo viera; que le dijera que él lo mandaba. Que lo escuchara. Pero Sodano, el amigo del ex nuncio Girolamo Prigione, el protector del Club de Roma, se negó a escucharlo.

Antes de terminar la audiencia, el Papa le explicó a Vera que ya no podía dar marcha atrás a una decisión que había adoptado; la de enviarlo a Saltillo. Pero que se ocuparía personalmente de la sucesión de Samuel Ruiz. Se trataba de una decisión difícil. La terna oficial, además de Arizmendi incluía a Lázaro Pérez, obispo de Autlán y a Miguel Angel de Alba, auxiliar de Oaxaca. Era una cuestión de criterios. Se analizó la conveniencia de enviar a un obispo fuerte o a uno débil; que conociera o no la realidad de Chiapas y el tema indígena. Se optó por Arizmendi, el obispo que cuando el presidente Ernesto Zedillo habló de "los teólogos de la violencia", le respondió que había reyecitos que se creían dioses. Un obispo autónomo. Que no es un operador del Club de Roma, de Prigione o del cardenal de la curia romana, Alfonso López Trujillo. Un hombre que dentro de la Conferencia del Episcopado Mexicano es un obispo en ascenso. Cercano al proceso de paz en Chiapas, y que ha seguido de cerca la opción por los pobres, la pastoral indígena y la problemática de los migrantes.

La diócesis de San Cristóbal lo recibe con sereno optimismo. En la lógica diocesana nunca hubo obispos "ideales", en la perspectiva de la llegada de un continuador de la pastoral indígena impulsada por Samuel Ruiz. Habían previsto dos tipos de candidatos: los "intermedios", de cuño moderado, y los "indeseables", que podrían llegar a demoler el samuelismo. Arizmendi no es considerado un indeseable. Existen, sí, algunos signos de preocupación, por su talante un tanto tradicional, como revela el hecho de obligar a sus seminaristas a estar todo el día de sotana y alzacuello. Pero no hay focos rojos de alarma. No se prevé que venga a aplicar una terapia de choque. En corto, ha transmitido buena vibra; quería ser el sucesor. Desde que conoció su nombramiento dijo "me sumo encantado", y todos sus gestos fueron positivos.

Oriundo de Chiltepec, un pueblito cercano a Ixtapan de la Sal donde habitan muchos descendientes de franceses de la época de la intervención, ha sido Arizmendi un obispo de claroscuros. De seminarista estudió en España, donde se forjó como un hombre ilustrado, moderno, de ambientes urbanos. Quienes le conocen hablan de que posee ciertos dotes literarios; pero aducen que no expresa mucha comprensión por los problemas sociales. Fue luego rector del seminario en Toluca, donde por razones de su oficio entró en contacto con el Grupo Atlacomulco. Su fama de "hombre culto" se la ganó a través de una columna periodística en El Sol de Toluca. Como presidente de la Organización de Rectores de Seminarios de América Latina, por su preparación y ortodoxia se ganó la confiabilidad del Vaticano. La curia romana lo promovió a la secretaría general del Celam.

Debido a su inexperiencia, recién llegado a la diócesis de Tapachula fue utilizado por el gobernador Patrocinio González Garrido contra Samuel Ruiz. En 1992, el gobernador priísta (luego secretario de Gobernación) le financió a Arizmendi la publicación de una carta pastoral, donde el prelado recogía unas palabras del Papa en Brasil contra la violencia, vinculadas con las invasiones de predios del Movimiento de Campesinos Sin Tierra. En el contexto de Chiapas, los terratenientes acogieron su documento con alegría y González Garrido lo difundió en forma masiva.

Como secretario del Celam, su nombramiento a San Cristóbal supone un ascenso; se comienza a especular que la sede se convertirá pronto en arquidiócesis. A nivel discursivo, el Vaticano, la CEM y el propio Arizmendi han hablado en clave de "continuidad", aunque frente a la obra del obispo emérito Samuel Ruiz -nombrado ayer administrador apostólico por el Colegio de Consultores-, su signo, cuando asuma el 1o. de mayo, será más moderado.

El nuncio Justo Mullor se va contento. Dejó resuelto el problema de Chiapas. El Papa no manda a un golpeador sino a un continuador. No salió el del Club de Roma. Mullor protegió hasta el final a don Samuel, quien después de 40 años de obispado se va fuerte. Sobrevivió a la "guerra sucia" de varios gobiernos priístas locales y del centro. Su salida es digna y limpia. En términos taurinos, Samuel Ruiz cumplió la faena. Ahora se irá a Querétaro, desde donde seguirá transitando por los caminos de la solidaridad.