Fragmento del reciente libro del escritor de la onda
Ť La cocina del alma Ť
Ť José Agustín Ť
Rock y rucas
Ma Rainey, ruega por nosotros; Billie Holiday, cúbreme con tu negra noche; Bessie Smith, llora conmigo; Big Mama Thorton, tienes un buen perrito; Etta James, protégeme, mamacita; Dianah Washington, qué importa un día más; Ruth Brown, bendíceme con tus labios; Brenda Lee, prodígame dulces pendejadas; Connie Francis, pon tu anillo en mi choya; Prudencia y Paciencia, no mameyen que son plátanos; Annette, suicídate; a las Bobbettes, Ronettes y Marvelettes se las mettes; a las Supremas, las Vandelas, las Chirelas y las Toys les dices ahí-les-voys, y a Joan Báez ahí-te váez; con Tina Turner, šcuidado!, esa mujer puede ser tu bisabuelita; Mimi Fariña, arrúllame; Dusty Springfield, sacúdeme el casperío; Lulu, púdrete; peputa Clark, piérdete; Jackie De Shannon, bórrate; Rocío Dúrcal, muérete; Julissa, pírate; Angélica María, dulce compañía; Baby Bátiz, embuchácate otro cacho de mi coracho; Mayita Campos, ruega por mí; Carla Thomas, comunícame tu ardor; Dionne Warwick, barre bien por favor; Aretha Franklin, tú presta pa la orquesta que yo escucho y obedezco; Gladys Knight, reina de los pipsters; Nina Simone, grita por mí; Mama Cass, los hipopótamos flotan en el aire; Grace Slick, ruega por nosotros; Janis Ian, no aprendiste; Janis Joplin, ruega por nosotros; Nico, salte del congelador; Judy Collins, reina de los piratas; Patti Labelle, ruge, maestra; Koko Taylor, eres un tremendondón; Yoko Ono, tú aúllale, no hay pedo; Bonnie Bramlett, reina del desierto; Joni Mitchell, consoladora de los chaqueteros; Marianne Faithfull, chaqueta de los consoladores; Rita Coolidge, estamos bien solos; Linda Ronstadt, tu tiempo volverá; Emmylou Harris, borreguéyele mi buen; Dolly Parton, ah chispiajos aquí espantan; a Pat Benatar no se le puede tragar; Laurie Anderson, madre de los que se tiran a matar; Pattie Smith, madre de los que volvieron para contarlo; Kate Bush, jefa de los cocoteros; Chrissie Hynde, ruega por nosotros; The Roches, buenas nouches; Laura Branigan, pélame otra uva; Debby Harry, pártanla en cachitos; Go Gos a chingar a su madre; Joan Jett, siga cabalgando, compañera; Bette Midler, yanisyoplin a lo bestia; Lita Ford, qué pavor; Nina Hagen, usted también échele maestra; Siouxsie Sioux, reina de las pachecas; Lisa Gerrard, bendita entre las mujeres; Elizabeth Fraser, dulces carreteras; Margo Timmins, ruega por nosotros; Bonnie Raitt, llegaste saif; Suzanne Vega, se mueve pero no llega; Annie Lennox, máx o ménox; Cecilia Toussaint, enviuda por nosotros; Nina Galindo, échale por nosotros; Rita Guerrero, fluye por nosotros; Julieta Venegas, venéganos tu reino; esas Breeders, muévanse como anoche; Enya, tu silencio escandaloso; Toni Childs, ay buey; Sinnéad O'Connor, ruega por nosotros; P.J. Harvey, ruega por nosotros; Tracy Chapman, reina de las bicicletas; Lisa Germano, bicicleta de las reinas; Björk, peludos senderos que se bifurcan; Michelle Shocked, túpele yuyís; Melissa Etheridge, qué tantito qué tanto es; Courtney Love, ni hablar mujer trais puñal; Babes in Toy Babes in Toyland, más valo páro en mano que vas y chingas a tu madre; Cheryl Crow, nunca más; Alanis Morrissette, ora por dónde; Selena, ya salió la luna llena.
La muerte chiquita
Morirse, mis estimados, no es nada del otro mundo; ya se sabe que, en realidad, nos morimos a cada rato: nos petateamos al dormir, cuando se desconecta toda la patada y nadie sabe ni qué pedo; también piramos de la vida cuando nos venimos, pues ya se sabe que algunos tremendones venidones de plano lo borran a uno del mapache. Bueno, también es obvio que uno puede morirse simbólicamente, darle en la madre a una personalidad chafa para renacer en una más rayada, o al revés, ni modo.
En realidad muchos dicen que somos muertos circulantes, porque no hemos nacido a la verdadera vida, la neta y efectiva, la auténtica buena onda. Por último, también nos vamos a calacas en algunos viajes muy chingones con hongos o peyote o elesedé: Agarra esta onda, hijo: de pronto todo se suspende, el vacío toma posesión y nomás no hay nada, lo que se dice nada; después, si lo mereces, renaces; no sabes qué pasó, pero sí estás seguro de que te moriste de a deveras; físicamente, no se trata de un puto símbolo o de una pinche metáfora.
Morir no es mal patín, o al menos eso también decía mi primo, el buen Jerry García. ƑSe acuerdan todavía de ese barbón, panzón, nalgasmeadas y dedimocho requinto, uno de los diez mejores guitarristas de todos los tiempos? El año pasado (muy pasado) ya no resistió el cáncer que tenía y se entregó a la Invencible, la Misteriosa, la Inmutable Pero También Jacarandosa Huesuda. Para entonces él y su grupo The Grateful Dead ya eran una leyenda; de los pocos que conservaron la bandera de la macicez en alto y que lograron que sus fans, los "dead-heads", los "machines de la muerte", se volvieran legiones. Al final, el Gordis era tan popular que hasta a un helado de cereza le pusieron Cherry García.
En un principio, el buen Jerry era un greñudo rebelde sin causa que tocaba música ranchona y bluegrass hasta que conoció a Ken Kesey, el aceleradísimo y revolucionario escritor y jefe de los Merry Pranksters, quien, como a un chingo de gente más, le dio pesadas dosis de LSD. Al jefe García le gustaron tanto los ácidos que se ganó el apodo de Capitán Viajes. Estos viajes del maestro no fueron precisamente a Disneylandia, sino que también se murió, con el ojo pelón recorrió los espacios de la muerte y se dijo: chíngale, estoy bien muerto y me temo que la muerte está de pocasumadre. Por tanto, su grupo dejó de llamarse The Warlocks (los Hechiceros) y se puso uno de los nombres más sensacionales de todos los tiempos, los Muertos Agradecidos, sin duda origen de Dead Can Dance (Muerto Puede Bailar, pero esto ya nos lo había dicho el "Jarabe loco", en el que los muertos "salen de su sepultura meneando la cabecita"). Especialmente entre 1966 y 1974 (desde que se volvió el grupo de base de las Pruebas de Ácido de los Merry Pranksters, en las que se regalaba LSD a todos los que llegaban a rocanrolear, hasta que saltó a la popularidad internacional y se especializó en piezas largas, pachequísimas), Jerry García se dedicó a recorrer las carreteras de la muerte y a darnos un atisbo de ese chingoncérrimo estado del ser, del cual se volvió experto. Por tanto, no está de más implorarle a ese gran jinete de la huesuda que él también nos acompañe ahora y en la hora de nuestra muerte, amén.