Miguel Concha
Por una cultura democrática y solidaria
El 25 de marzo, la Conferencia del Episcopado Mexicano dio a conocer la carta pastoral Del encuentro con Jesucristo a la solidaridad con todos. En ella los obispos, conscientes de la libertad que les da la separación Iglesia-Estado y fieles a su tarea pastoral, presentan desde su perspectiva religiosa y ética una serie de reflexiones sobre la situación que vive el país, y algunos criterios orientadores para pasar de la fe a la acción.
Para ellos, la solidaridad es la clave que puede generar un futuro promisorio. Por eso, más allá de concebirla como algo políticamente manipulable o puramente asistencialista, la entienden como una virtud humana que, animada por el don de Dios, se convierte en fuente del amor fraterno, del perdón y de la reconciliación. De tal manera que para el cristiano la solidaridad es el ejercicio práctico de la caridad, que lo santifica, lo dignifica y lo hace participar en la construcción de la comunidad, en todas sus dimensiones.
Los obispos mexicanos afirman que "es necesario establecer de modo habitual la solidaridad como dinamizadora de las relaciones sociales y así construir la cultura de la solidaridad". Solamente desde esta cultura podremos los ciudadanos convertirnos en promotores de la verdad, del bien, de la justicia, del respeto de la dignidad de la persona y de sus derechos, tanto los que nos corresponden como individuos, como los que nos pertenecen por ser miembros de una sociedad y cultura determinadas.
Sobre el terreno de la realidad concreta, el Episcopado Mexicano, aunque señala una vez más que no ofrece soluciones técnicas, propone una serie de principios de reflexión, criterios de juicio y normas de acción, bien conocidos en la enseñanza del magisterio episcopal y pontificio en materia social, que deben ayudar a los seglares a realizar su vocación y misión cristiana en el mundo. Entre ellas, ofrece una reflexión sobre el pueblo, la nación y el Estado, en la que se subraya que el Estado no se confunde con la nación ni ésta con el pueblo, y está llamado prioritariamente a servirlos. Por lo cual este Estado, que actualmente se encuentra en recomposición, requiere una base democrática e institucional que facilite no sólo la limpieza de los procesos electorales, sino también el respeto a la dignidad humana y la participación de los ciudadanos con libertad y justicia en la construcción de la nación mexicana. Frente a lo anterior, advierten el peligro de una regresión autoritaria aun por vía electoral, y señalan con toda claridad que colaborar directa o indirectamente en el fraude electoral es un pecado grave que vulnera los derechos humanos y ofende a Dios.
Desarrolla también el papel central de la persona humana en el proceso de desarrollo que actualmente vive el país. Señalan que este tema reviste particular importancia, por la situación deplorable en la que viven millones de mexicanos, excluidos del desarrollo y sin posibilidades reales de incorporarse a él. Afirman que "quienes han detentado el poder económico y político no han logrado crear las condiciones adecuadas y suficientes para superar la pobreza".
De la misma manera subrayan el deterioro económico y social de las clases medias, como un signo de los procesos que llevan a un empobrecimiento cada vez mayor. La carta pastoral indica claramente que un modelo que no beneficia a gran parte de la humanidad no tiene razón de ser, y que la actividad económica no ha de basarse exclusivamente en el mercado, como lo propone el modelo neoliberal, sino que debe someterse a normas y principios éticos fundados en la dignidad humana, en las exigencias de la justicia social y en el destino universal de los bienes, querido por el creador. En pocas palabras, crecimiento económico no equivale a desarrollo, y por ello se invita a crear modelos económicos efectivos y justos, en los que se verifique la cultura de la solidaridad.
Los obispos proponen como camino para la construcción de una cultura democrática solidaria y justa a la educación, concebida no como mera capacitación, sino como la comunicación y asimilación sistemática y crítica de la cultura, para la formación integral de la persona humana, sostén de cualquier comunidad mundial y nacional.
En conclusión la carta pastoral del Episcopado Mexicano, que se presenta como el fruto de un diálogo apenas iniciado entre la jerarquía y los diversos sectores creyentes de México, ofrece a los cristianos, a los partidos y las agrupaciones políticas, a las asociaciones civiles y a los candidatos, algunos lineamientos y principios dignos de ser tomados en cuenta para la formación de un verdadero proyecto de nación.