La Jornada sábado 1 de abril de 2000

BALANCE INTERNACIONAL Ť Eduardo Loría
El súper peso

En México, las buenas noticias después de unas semanas se han tornado un tanto grises: la elevación del precio del petróleo, la obtención del grado de inversión, la mejora de la calificación de la deuda y la elevación de la expectativa de crecimiento para este año, avizoran ataques especulativos contra la estabilidad y fortaleza del tipo de cambio a no muy largo plazo.

Si bien desde hace más de un año la paridad cambiaria llama la atención de todos, la fuerte apreciación (reducción de su valor por dólar) de las últimas semanas, es ahora objeto de gran preocupación. Esto se da en un ambiente internacional caracterizado por la expectativa de subsecuentes elevaciones de las tasas de interés de Estados Unidos con el fin de atenuar su crecimiento explosivo. Se estima que no es sostenible su ritmo actual de cerca de 5 por ciento y que debe adecuarse en alrededor de 3.5 por ciento.

Quizás lo que resulta más extraño es que la apreciación cambiaria nominal (y más aún real) se acompaña de un proceso económico también particular en Estados Unidos, en que los esfuerzos de Greenspan por desinflar suavemente la burbuja financiera especulativa y reducir la velocidad del crecimiento a través de elevar las tasas de interés, hasta ahora han sido inútiles.

El tipo de cambio spot igualó el nivel que tuvo el 11 de agosto de 1998, la tasa de los Cetes a 28 días llegó a 13.31 por ciento (el nivel más bajo del sexenio) y la bolsa de valores continúa con altos rendimientos. Asimismo, si revisamos la tendencia histórica del tipo de cambio real vemos que se acerca muy rápidamente a los niveles de 1994, previos a la crisis.

Para muchos analistas en el corto plazo esta situación no es preocupante, debido a que las condiciones macroeconómicas actuales son totalmente diferentes a las que prevalecían en ese fatídico año, pero sobre todo, por el hecho de que ahora contamos con un régimen de tipo de cambio flexible, que asegura que la paridad corriente no es manipulada por el gobierno ni por el banco central, sino que está plenamente determinada por el mercado. Estos dos hechos, pero sobre todo el segundo, de acuerdo con los funcionarios del ramo, necesariamente le otorgan credibilidad y seguridad a la economía nacional.

Lo cierto es que desde 1996 en que inició el proceso paulatino de apreciación, no ha disminuido el dinamismo de las exportaciones nacionales ni tampoco ha empeorado el déficit comercial. Esto es indicativo de que algo positivo ha venido ocurriendo en la estructura productiva y del comercio internacional de nuestro país. Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que invariablemente los periodos prolongados de apreciación son insostenibles, ya que elevan rápidamente las importaciones y afectan sensiblemente la producción para el mercado doméstico, en virtud de que resultan más baratos los bienes extranjeros. Su virtud es su efecto desinflacionario.

Si alguna debilidad ha mostrado el modelo económico actual es que el crecimiento se ha basado (se produce y concentra sus frutos) en el dinamismo de las exportaciones, por lo que ha castigado la expansión del mercado doméstico. La apreciación actual estimula más ese proceso.

Valdría recordar que el éxito real de un programa económico rebasa con mucho una cifra modesta de inflación y sí lo constituyen el crecimiento, el empleo y la estabilidad. El tipo de cambio, tarde que temprano (quizás después de las elecciones), comenzará a ajustarse rápidamente a su nivel de equilibrio de largo plazo.

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