La Jornada viernes 31 de marzo de 2000

Leonardo García Tsao
Todo el púber

Uno de los cambios más notorios en el cine mexicano reciente se ha dado en la película de aspiraciones primordialmente comerciales. Cuando empezaron a retirarse los productores mercachifles a los terrenos del llamado videohome, con la consecuente desaparición del churro de albures y acciones fronterizas, otro tipo de cine nacional empezó a atraer a otro tipo de público. El éxito inicial de comedias como Sólo con tu pareja (1991) y La tarea (1990) empezaron a demostrar que la clase media estaba dispuesta a perder sus prejuicios, atreviéndose a ver una cinematografía -la suya propia-- que no fuera hollywoodense.

Desde entonces, los números han cambiado de manera radical. Comedias como Sexo, pudor y lágrimas y Todo el poder han conseguido entradas otrora exclusivas de algo patrocinado por Spielberg, digamos. Ahora Videocine apuesta por un éxito similar con La segunda noche, que no es una secuela de La primera noche, como podría pensarse, sino una versión mejorada de la misma propuesta.

Igualmente dirigida por Alejandro Gamboa, la cinta se centra en la amistad y las preocupaciones amorosas de cuatro jóvenes chilangas: Rosalía (Irán Castillo) inicia relaciones con un hombre casado, involuntariamente reflejando la misma situación de su madre divorciada (Luz María Jerez); Susana (Mariana Avila) se debate entre el ligorio local y el buen chico que la quiere en serio; Lulú (Francesca Guillén) es una chava dark, inclinada a la bebida, vestir de negro y escribir poesía azotada mientras su hermana menor Laura (Sherlyn), inicia acciones decisivas para perder la virginidad con su asustado novio.

La mejor virtud de La segunda noche es su falta de pretensiones. Esta comedia no aspira a ser más que un entretenimiento ligero, bien filmado y solidario con sus personajes. No obstante la presencia de algunos conflictos, Gamboa evita los deslices melodramáticos que hacían algo inverosímil su anterior esfuerzo. Lo que domina aquí es una postura saludable de desenfado y frescura, de algún modo ilustrativa de esa energía adolescente refractaria a tomar en serio los problemas.

Por lo mismo, la película evita los juicios moralistas que eran tradicionales en el cine juvenil mexicano. El sexo es visto como una actividad disfrutable, sin connotaciones pecaminosas o insalubres. Aquí ninguna de las chicas queda embarazada o se contagia de una enfermedad venérea, (la práctica del sexo seguro se subraya desde las fotos publicitarias).

En la descripción convincente de esos avatares sentimentales, La segunda noche se beneficia del buen desempeño de sus jóvenes actrices. Conocida por su trabajo en telenovelas o como cantante pop, Irán Castillo revela ser una grácil comediante, capaz de desenvolverse con un timing y un desparpajo nada comunes; mientras que la ex actriz infantil Sherlyn logra un chistoso equilibrio entre inocencia y precocidad en su papel de aspirante a Lolita. De hecho, el reparto es una ginecocracia pues al lado de sus sólidas alternantes, los intérpretes masculinos se ven más bien deslucidos.

Obviamente dirigida al vasto público adolescente -si bien el sector de los viejos cochinos será atraído por la abundante aunque discreta exposición de epidermis pubescente-, La segunda noche no pretende tirar la neta sobre las relaciones humanas, ni denunciar aspecto alguno de la sociedad mexicana, ni nada parecido. Es lo que es. A estas alturas, esa honesta sencillez resulta refrescante.

La segunda noche

D: Alejandro Gamboa/ G: Alejandro Gamboa, Gabriela Ortigoza/ F. en C: Alfredo Kassem/ M: Santiago Ojeda/ Ed: Oscar Figueroa/ I: Irán Castillo, Mariana Avila, Francesca Guillén, Sherlyn, Osvaldo Benavides/ P: Videocine - Warner Bros. México, 2000

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