La Jornada viernes 31 de marzo de 2000

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Después de la salida de Emilio Gamboa de la subsecretaría de Comunicación Social (que expresa e irregularmente se le creó a él, para servir a los propósitos futuristas del entonces secretario Labastida), dicho cargo ha sido una especie de florero al que el siguiente secretario de Gobernación, Carrasco, no ha sabido en qué lugar de la mesa poner pero, sobre todo, con el que no se sabe exactamente qué hacer.

Los enredos de Diódoro no son solamente de índole decorativa (que podrían en dado caso resolverse mediante lecturas intensivas de alguna revista especializada, de las que se pueden hojear gratis en los estantes de algunas cadenas gastronómicas y departamentales como las del señor Slim), sino aún más graves: son enredos que muestran que, en el fin de sexenio, el gobierno federal no halla cómo aplicar criterios restrictivos y controladores de los medios de comunicación, cuyas críticas fueron plenamente toleradas durante los primeros años de la actual administración pero que, ahora, acaso como muestra de la transición de poder que el sistema quiere asumir como natural y obligada entre el zedillismo y el labastidismo, son mal vistas y puestas en la viscosa bandeja de las tentaciones autoritarias.

Notimex, un primer intento

Ya el anterior subsecretario de Comunicación Social de Bucareli, el abogado Javier Lozano Alarcón, había tenido tropiezos importantes a la hora de anunciar, y defender, la pretensión del gobierno federal de asignar la publicidad oficial a los medios a través de la agencia gubernamental de noticias Notimex. Tal intento se topó con la reacción calculada de algunos de los principales diarios de circulación nacional editados en la ciudad de México y de la Sociedad Interamericana de Prensa, que por esas fechas realizaba en tierras mexicanas una reunión en la que exigieron la marcha atrás en esa medida a la que entendían como una agresión a las libertades periodísticas. Llegaron los directores de diarios de otros países al exceso de demandar que se disolviera Notimex. La publicidad gubernamental, luego de esas escaramuzas, ya no se manejó por la vía de la agencia dirigida por Jorge Medina Viedas, pues se volvió a los esquemas anteriores.

Las agencias que se mandan solitas...

En ese tramo, Lozano Alarcón debió apurar amargos tragos derivados de esa indefinida y vacilante pretensión gubernamental de meter en cintura a los medios de comunicación a través de la asignación de publicidad. Tal tentación es permanente y se expresa también mediante la novedosa utilización de agencias para que, según eso, ellas decidan, sin interferencias de criterios políticos, a qué medios dar publicidad.

En el fondo lo que hay es el deseo de sujetar a una prensa que no podrá negar al presidente Ernesto Zedillo el mérito (por intención o por omisión; por decisión o por desidia) de haber permitido la máxima libertad de expresión hasta ahora conocida. Durante el periodo en el cual Zedillo ha ejercido el poder, no ha habido expresiones de intolerancia o autoritarismo hacia la prensa, y eso no es un hecho que deba regatearse o minimizarse.

Sin embargo, como el aparato gubernamental ha entrado en una etapa en la que se pretende compartir el poder del presidente saliente, Zedillo, y del presuntamente obligado sucesor, Labastida, entonces han ido transformándose los criterios y los objetivos. La libertad extrema que el presidente Zedillo permitió (y alentó, mediante señalamientos expresos hechos en reuniones privadas), no parece ser una de las materias en las que el labastidismo estaría dispuesto a mantener continuidad, en caso de ganar la Presidencia de la República.

ƑQué querrá el (presuntamente) futuro presidente?

Ya que la Secretaría de Gobernación ha sido convertida en este tiempo compartido en una instancia que mantiene lo posible del presidente declinante, y atiende con obvio mayor sentido de futuro al que cree naciente, se han ido evidenciando las pretensiones de control que se tienen hacia el futuro.

Lozano Alarcón ha dejado la subsecretaría del caso, para irse a la ciudad de Puebla a buscar una diputación federal por un distrito de alta competencia. Ahora, el secretario Carrasco ha continuado con la reconstrucción en el exilio (federal) del gobierno que ejerció en Oaxaca y del que hubiese querido seguir teniendo el control a distancia. Con un sentido grupal que no sólo es excluyente respecto de los demás grupos priístas, sino que además hace pensar que en Bucareli hay más un proyecto personal que un ejercicio republicano, ha vuelto a colocar en un puesto de importancia a alguien que con él había colaborado en el sitio fundacional del diodorismo que fue el gobierno de Oaxaca. Gabino Cué Monteagudo, licenciado en economía del Tec de Monterrey, es el nuevo subsecretario de Comunicación Social. Antes era secretario particular del secretario Carrasco. Más atrás, coordinador de Comunicación Social del gobernador Carrasco.

Difíciles tiempos, cuando rondan por palacios y secretarías las tentaciones de apretar tuercas, de condicionar el gasto oficial de publicidad, de suavizar críticas, de acomodar criterios, de irse adecuando al pensamiento restrictivo de quien presuntamente será el próximo jefe del gobierno mexicano.

La espinosa situación de Espinosa

Entre las novedades que ha traido la pluralidad política está el hecho de que uno de los secretarios del gabinete presidencial pretende mantenerse en su cargo, y cumplir su agenda normal, estando al mismo tiempo sujeto a un proceso jurídico que pretende castigarle penalmente por la presunta comisión de un delito.

Ese secretario, el de Turismo, Oscar Espinosa Villarreal, ha comenzado, como es natural, a distraer el tiempo que debía dedicar a sus funciones oficiales para defenderse de la acusación para cuyo desahogo justamente se solicita que quede exento de la protección que la Constitución otorga a diversos servidores públicos, como los secretarios de Estado. La simple suma del tiempo que pasó ayer el secretario de Turismo pegado al teléfono para ser entrevistado por cuanto noticiario de radio o televisión le fue posible, evidentemente fue una merma del tiempo que por obligación debería dedicar a sus tareas burocráticas.

No hay, sin embargo, indicios de que Oscar esté pensando en renunciar o pedir permiso a su cargo para someterse a los procedimientos jurídicos propios de la acusación de la que ha sido objeto. No sólo es su propia voluntad de mantenerse en el gabinete, sino además la intención política de su jefe, el presidente Zedillo, quien sin ninguna compasión por el estado de derecho que presuntamente nos rige, ha expresado por adelantado su opinión en el sentido de creer que la imputación contra Espinosa fuese legalmente infundada.

Mientras tanto, el secretario de Turismo, a falta de mejores cosas qué hacer, se dedica con entusiasmo a la batalla política, acusando al gobierno capitalino de politizar este asunto y detallando con olímpica tranquilidad las fallas que a su ver han cometido las administraciones perredistas, la de Cárdenas y la de Rosario Robles.

Los madrazos

Este domingo se realizará la elección de candidato priísta a gobernador de Tabasco, en un panorama difuso y desconcertante.

Pareciera que el sistema al que tanto y en tan esforzados menesteres le ha servido, ha dejado abandonado a Arturo Núñez, quien se ve como el chivo sacrificado en aras de cumplir el arreglo sustancial que permitió a Labastida emerger como candidato presidencial sin fracturas pero a cambio de la entrega irrestricta de Tabasco como concesión para el jefe Madrazo (jefe Diego, jefe Madrazo: jefe de jefes, Salinas).

Todo está listo para que Manuel Andrade sea instalado como ganador. Se dice que Núñez aceptará borregunamente una candidatura plurinominal a senador. Y, según eso, entregada la candidatura a gobernador, y las postulaciones al Senado, se habrá terminado de cumplir el Pacto de Los Pinos. Y que ya después de eso sería la hora de la resurrección del PRD.

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