Guillermo Sheridan
La normalidad raptada
HACIA EL INTERIOR DE LA UNAM recuperada, el CGH ha decidido practicar una violenta ''guerra de la pulga'' académica. Hacia el exterior, en su empeño de enfrentar al gobierno, se ha desenmascarado como ''Consejo Nacional de Lucha''.
Durante diez meses el Consejo General de Huelga vio, en la posesión por la fuerza de los edificios, la legitimidad de su ''mandato''; ahora la deriva de poseer, otra vez, por la fuerza, el control de la normalidad. Si antes secuestró los edificios, ahora secuestra la normalidad que necesita la mayoría de los universitarios para recuperar el tiempo perdido, y la que necesita la institución para organizar el congreso que el mismo CGH exigió. El consejo, fiel a sus usos y costumbres, declara ficticias tanto a la normalidad como a la mayoría, a la que sin embargo considera tan deseosa de anormalidad como él, pues es en su nombre que ''mandata'' esa anormalidad y procura generalizarla.
Para demostrar la anormalidad que prevalece en la Universidad Nacional Autónoma de México, el CGH la implementa con recursos cada vez más violentos: piquetes que toman la torre de rectoría, u oficinas de escuelas y facultades, previa ''asamblea democrática'' que les ''mandata'' aporrear opositores; chillar ser ''hostigado'' si no se le otorga lo que exige; averiar propiedad universitaria; amagar con linchamiento al encargado de organizar el congreso. (Escena ejemplar: los activistas impiden avanzar al auto de José Narro; si el auto se mueve, los secuestradores gritan a los reporteros: ''šVean, medios, nos están atropellando!'')
El secuestro de la normalidad tiene dos objetivos: hacia el interior de la UNAM, insistir en el reinicio del ''diálogo'' para lograr ''la solución de nuestras demandas'' perpetúa la convicción del Consejo General de Huelga de que es causando la anormalidad institucional como se consigue la ''normalidad'' del CGH. Insistir en la solución a unas demandas que, o ya han sido satisfechas o requieren del congreso para hacerlo, es sólo la excusa para demostrar la solvencia de los recursos de la anormalidad, infinitamente superiores a los de la exigua normalidad. Hacia su exterior, el objetivo es enviciar el ambiente previo a las elecciones, ese superior ejercicio de normalidad democrática que el consejo y sus aliados encontrarán repugnante.
Erradicar la normalidad universitaria en la ruta que llevaría al congreso universitario permite suponer desde luego que ese congreso sólo será del interés del CGH en la medida en que sea anormal, es decir, irrealizable (como lo fue el ''diálogo'' el año pasado). Que la UNAM sea normal, en todo caso, es lo de menos: de lo que se trata es que desde ella irradie una anormalidad que infecte a las elecciones aun antes de que se lleven a cabo, una anormalidad redituable para el Congreso Nacional de Lucha (CNL), avatar que el Consejo General de Huelga poco ha disimulado desde el inicio del conflicto. Nada interesa más al CNL/CGH que las elecciones del país, lo mismo que el congreso de la UNAM, sean lo más anormales posible.
La anormalidad sólo se define en contraste con cualquier institucionalidad, cuyos márgenes se establecen a fuerza de consensos sociales que formalizan la ''normalidad'' mayoritaria.
Los márgenes de la anormalidad, en cambio, se fijan a fuerza, punto. Con tal de demostrar la anormalidad -universitaria o nacional- que necesita, el CNL/CGH y su sospechosa fascinación con la sangre, preparan ya un ambiente dentro del que cualquier acción radical, ya sea como su víctima o como su perpetrador, cuenta de antemano con su justificación o con su necesidad.
Demostrar que no hay normalidad en la UNAM es fácil: en ningún orden de la realidad es requisito que exista una anormalidad previa para denunciar la ausencia de normalidad. Basta gritar que no hay normalidad para que en efecto deje de existir. El Consejo General de Huelga ha logrado de este modo una singular proeza: ser a la vez la anormalidad y quien la denuncia. Y peor aún, quien la usufructúa.