MIERCOLES 29 DE MARZO DE 2000
Ť Miniconcierto clandestino para unos 150 chavos
Manu en la Alameda: Welcome to Tijuana, tequila, sexo y mariguana
Ť Primera de sus presentaciones en México, dentro de su gira Radio Bemba
Juan José Olivares Ť Clandestino, como su espíritu, el músico Manu Chao inició su gira en México Radio Bemba, ofreciendo un miniconcierto en el kiosko de la Alameda Central, que fue para unos privilegiados escuchas de la estación de radio Orbita y también para quien tuvo la osadía de pasar por el lugar.
"Ahí tamo en la Alameda", inició el francés diciendo a aproximadamente 150 jóvenes --los cuales fueron transportados en micros de la estación Orbita 105.7 hacia el sitio clandestino-- que ganaron el exclusivo premio de sentir, ver y escuchar de cerquita al activista, solidario (no acabarían los buenos adjetivos para el Manu) y, en pocas palabras, chingón cantante, que con unas pocas rolitas nos hizo vibrar y percibir su amor por lo latino.
Fue un encuentro intimista, de cuates, entre el ex líder de Mano Negra y sus seguidores.
Fue de verdad oculto: la mayoría no sabía dónde sería el evento, hasta que los camiones llegaron a la Alameda y la banda se arremolinó arriba del kiosko, donde ya estaban los siete músicos que acompañaron a Manu.
Y comenzó el huateque. Sonó el bajo, el acordeón, las dos guitarras eléctricas, los bongoes, el trombón, la batería y la lira acústica que se colgó el más clandestino de los ilegales, quien gritó cachondo: "Welcome to Tijuana, tequila, sexo y mariguana, welcome to Tijuana, con el coyote no hay aduana".
Y a las muchachas (os) se les erizaba la piel de tener tan cerca la voz --igualita que en el disco-- desenfadada del jefe de Radio Bemba, que lleva todo un buen viaje con sus conciertos subtarráneos, desde Barcelona, pasando por Bogotá y ahora en chilangolandia.
Gustoso de estar cerca de la buena vibra, pero consciente de estar "perdido en el siglo", vociferaba: "Pa los hijos del sexto sol", y se oyó Desaparecido, y su lira lloraba por los ausentes que nunca vuelven al hogar, y los bongoes quemaban el aire neoliberal que pudo colarse, y la gritería de la banda y la reciprocidad de tan influyente músico.
Vino la versión desenchufada-conectada con la tierra azteca de Clandestino, que atiborró la sensación de ser buscado por sus ideas de libertad, y "para los presos políticos de México, ahí les va" -- insistía-- "María Juana: mari, mari, mariguana boggie, mariguana, ilegal".
Y las lágrimas de oropel se nos escurrieron al escuchar Lágrimas de oro, pero no importó, ya que nos sacó el corazón latino para que todos nos fuéramos de jaleo con él y con sus reflexivas canciones. "šEres chingón, Manu!", se oyó un grito aislado, con toda razón. No cualquier artista da un concierto en plena calle, donde se respira la neta, donde "lo tiro, la tira, la pasión y la mentira" pasan cotidianamente.
Y más rolitas: Minha galera y Tadi bobeira, y la poca piel que nos quedaba emanaba solidaridad y hermandad por la candela del francés-latinoamericano. Y los popurrís que nos cachondeaban la cabeza y el alma, y se aferraba con su apología a la yerbita: "Welcome to Tijuana, tequila, sexo y mariguana, de noche a la mañana, bienvenida mi amor...", y su apoyo abierto al EZLN no faltó.
Efímero adiós destruido por las ganas de escuchar al trovador peregrino, y el anuncio de una nueva rola: Vaca o bala, que rezó: "Pal cementerio se va la vaca mala leche...".
Fugaz recital que más bien fue intenso, activista, profundo y auténticamente subrepticio.