MIERCOLES 29 DE MARZO DE 2000
Ť PURASANGRE
Antonio Muñoz Molina
1. Dice el escritor una verdad que sólo él sabe de manera interior y así la comparte: ''Lector inveterado de novelas cortas, yo he disfrutado tanto inventando y escribiendo esta Carlota Fainberg que me ha dado algo de pena que se acabara tan pronto". Se refiere a su más reciente novela, Carlota Fainberg, editada por Alfaguara España y que en algún momento llegará a México. La verdad que revela es transparente y si bien podría sonar excesiva, en palabras de Antonio Muñoz Molina es mera sinceridad: no hay mayor placer que acompañarse de un texto escrito con alegría, del mismo modo en que nada hay más complejo e insoportable que padecer un texto en donde se evidencia el ''padecer" de quien lo hizo.
2. El ubetense Molina escribe porque le gusta. Y vale hacer un repaso, así sea breve, de una de sus mejores obras, también reciente aunque no tanto como Carlota Fainberg, en donde comparte sus hallazgos literarios: Plenilunio. La historia, de relativa sencillez, cuenta siete meses en la vida de los personajes que la habitan, un asesino de menores, un investigador, una maestra de escuela y varios seres más que rodean a estos tres ciudadanos en conflicto.
3. La prosa rica en imágenes de Muñoz Molina tiene a lo largo de Plenilunio numerosos ejemplos. Rara ave de la novela criminal, el prosista se deleita en la construcción de los personajes, en la creación de las atmósferas interiores y exteriores, y deja en un tercero o cuarto sitio el móvil de la obra: la identidad del asesino. De modo que una novela del crimen se torna de análisis de la personalidad sin caer en sicologismo alguno. Las frases que arman poco a poco la amplia obra dan cuenta de ello: ''Lo que tarda tanto en llegar es igual que si no hubiera llegado, peor incluso, porque el cumplimiento a destiempo de lo que tanto se deseó acaba teniendo un reverso de sarcasmo".
4. Es sabio Molina por la vía de la lectura. Esto es, si conformamos una lista sobre las prosas más limpias y amables del castellano (o de cualquier otra lengua, pero para nuestro caso ya nos basta con el propio idioma) veremos que quienes mejor escriben son los que han leído más y mejor. Sólo así se explica una parrafada como ésta, ya casi al cierre: ''... en qué laberintos se extraviaban los sentimientos de los hombres y las mujeres, en virtud de qué ley se convertían alternativamente en ángeles y ejecutores, en verdugos y víctimas los unos de los otros, monótonamente, sin aprendizaje ni descanso, sin que les sirviera de nada la experiencia del dolor ni los desalentara nunca por completo la repetición del fracaso". Bienvenidos la relectura de Plenilunio y el bocado de cardenal de Carlota Fainberg.
Ť César Güemes Ť