MIERCOLES 29 DE MARZO DE 2000

Ť Nuncio escribió un libro acerca del artista


Cantú Garza, pintor que trascendió estereotipos

Ť Sin miramientos, abordó los temas religiosos, dice

Yanireth Israde Ť En el México de los años treinta, cuando espléndidos murales cubrían las paredes y los temas nacionalistas causaban furor, el artista regiomontano Federico Cantú Garza siguió su propio camino y lejos de reproducir los contenidos revolucionarios de la época, prefirió pintar la figura de Cristo e imágenes de dos tradiciones clásicas, la griega y la prehispánica, sin olvidar sus notables desnudos femeninos. Fue considerado un excéntrico y su pintura europeizante, explica Abraham Nuncio, quien escribió El espejo habitado. Federico Cantú y su obra, libro donde reconstruye el perfil humano y artístico del pintor que renovó el arte religioso mexicano y que se presentó anoche en la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes.

La obra de Cantú, dice en entrevista Nuncio, debe valorarse por sus aportaciones artísticas y porque en todo momento se situó más allá de los estereotipos.

''En una época marcada por el jacobinismo y la iconoclastia, el tratamiento de los temas religiosos habría parecido temerario y hasta excéntrico. Cantú procedió sin miramientos" y rememora las palabras del pintor, quien solía decir: ''No soy ningún mochilo, tengo un espíritu religioso que nada tiene que ver con la religión católica. Lo religioso puede ser tanto lo católico, como lo náhuatl o lo budista".

Creador del emblema del IMSS (Nuestra Señora del Seguro Social, cuyo dibujo original había sido de Salvador Zapata) Cantú demostró una ''gran claridad para la recuperación de los grandes héroes culturales que lo inspiraron: Sócrates, fray Bernardino de Sahagún, Hidalgo y Zapata, entre otros", dice Nuncio.

Y entre sus preferencias, pero en el terreno literario, identifica también los poetas malditos, a quien dedicó varios lienzos. Sin embargo, aclara Nuncio, no fue un pintor umbrío "al contrario -si se puede decir así--fue un pintor soleado. Los ocres predominan en su pintura y la claridad es una de las notas características de los objetos que tematiza".

El espejo habitado permite mirar los rasgos de ese niño rebelde nacido en 1907, que cuando vivió en Estados Unidos se esforzó por defender sus raíces culturales e incluso se atrevió a retar a sus maestras, al dibujar unos reyes magos y no un Santa Claus.

Detalla su retorno a México, a los 14 años, y su convivencia con perseguidos políticos -como Lucio Blanco- además de su contacto con Diego Rivera, de quien fue colaborador, pero mantenía divergencias ideológicas.