Iván Restrepo
La gente decente
El reconocido analista de los asuntos internacionales Alberto Aguirre sostiene que el máximo encomio que se hace de cualquier cosa, desde un machete hasta un tren metropolitano, es que si es alemán, es fino, de calidad excelente. Y agrega que muchos piensan que para ser filósofo no basta saber alemán: hay que ser alemán. Pero si además de alemán es cristiano y, por añadidura, demócrata, se tiene la perfección, remata Aguirre. Todo lo anterior a propósito de una de las figuras clave en la vida alemana de este siglo: presidente durante lustros del Partido Demócrata Cristiano, seis años jefe de Gobierno, uno de los artífices de la caída del muro de Berlín y, hasta hace poco, presidente de honor de su partido. Personaje, en fin, respetado en el mundo: Helmut Kohl.
Hasta que en 1995 se supo que su partido había recibido medio millón de dólares de un traficante de armas también de origen alemán, Karlheinz Schreiber. Esa donación, en efectivo, no fue la de un militante más, sino el pago por la venta que el gobierno alemán hizo de tanques a Arabia Saudita, y de la refinería Leuma, ubicada en la ex Alemania Oriental, a la petrolera francesa Elf Aquitaine. Aunque hubo toda una estrategia para evitar el escándalo, poco a poco la historia de esa donación sacó a relucir los vicios de la democracia moderna.
En efecto, Walter Kiep, ex tesorero del Partido Demócrata Cristiano, al ser detenido por las autoridades judiciales alemanas, confesó haber recibido donaciones del citado traficante pero sin registrarlas en la contabilidad correspondiente. El admirado Kohl dijo desconocer las donaciones e ignorar quién las hizo. Pero la misma prensa, ante la cual el ex primer ministro había proclamado su inocencia, mostró fotos donde aparece con el traficante. Finalmente, el inmaculado líder reconoció los dineros calientes, y que servirían para abrir oficinas de su partido en la antigua Alemania Oriental. Poco después confesó haber recibido, en efectivo, otras donaciones por más de un millón de dólares, cuidándose hasta hoy de revelar el nombre de los donantes. Ese dinero tampoco se registró en la contabilidad partidista.
Pero el asunto no paró en la detención del ex tesorero del Partido Demócrata Cristiano y el hundimiento del hasta hace poco líder moral de la democracia cristiana alemana: a fines de enero pasado se supo que el gobierno de Francia, bajo la presidencia de François Mitterrand, pagó en 1994 millones de dólares para ayudar a la relección de Kohl. La televisión francesa precisó los detalles: el presidente socialista dispuso el pago de 16 millones de dólares al Partido Demócrata Cristiano alemán como parte del soborno de 44 millones de dólares que erogó la compañía francesa de petróleo Elf Aquitaine, por la compra de la refinería Leuma.
Todo indica que las donaciones que nunca se hicieron oficiales suman millones de dólares, si nos atenemos a los testimonios del traficante de armas Karlheinz Schreiber, el primero pero no el único implicado en el asunto Kohl, y hoy refugiado cómodamente en Canadá: dijo haber entregado en Suiza otro millón de dólares en efectivo al contador del Partido Demócrata alemán. Mientras, se descubrió una cuenta secreta por 8 millones de dólares en el paraíso fiscal de Liechtenstein, y todo indica que pertenece a los mismos que desviaron donaciones ilegales a sus cuentas privadas. La historia todavía no concluye.
Entre nosotros se puso de moda en una época afirmar que "lo hecho en México está bien hecho". Si nos atenemos a la forma como el PRI ha recibido donativos provenientes de empresas, personajes millonarios (la cena en casa de don Antonio Ortiz Mena no fue la única donde se pasó la charola para recabar dólares a favor del citado partido) y el propio gobierno, tales prácticas contradicen la frase propagandística. Como también la desmienten los implicados y las complicidades fruto de ese enorme fraude a la nación que es el Fobaproa. Los dineros y los favores recibidos por un partido, y por peces gordos del privilegio político y económico, refrendan que no siempre lo hecho en México está bien hecho. Por el contrario, en estos casos es de pésima calidad, una vergüenza. Pero los presuntos implicados gozan de cabal salud y pregonan su honorabilidad.