Gilberto López y Rivas
Daniel, de las filas del EZLN a las del Ejército
Durante más de un año, después del levantamiento zapatista del 1o. de enero de 1994, el gobierno, las agencias de espionaje, las unidades de inteligencia militar, los jefes de la contrainsurgencia mexicana, intentaron en vano descubrir la identidad de los líderes máximos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, detener en masa a la dirigencia del grupo rebelde y destruir la capacidad insurreccional de su organización.
Un hecho salvó a los aparatos de inteligencia gubernamental de uno de los fiascos más terribles de su historia: la defección de Salvador Morales Garibay, alias Daniel.
Con base en la información proporcionada por este desertor, el gobierno federal pudo descubrir la identidad de los integrantes de la comandancia general zapatista. Morales Garibay proporcionó uno a uno los datos suficientes para elaborar una radiografía interna del EZLN.
Después de su delación, el gobierno federal realizó la mayor ofensiva militar que se haya registrado en los seis años del conflicto armado, el 9 de febrero de 1995. Nunca se pudo saber más de él. Se decía que había salido a Estados Unidos, donde residía.
Sin embargo, aunque está lejos de la mirada de la opinión pública, Morales Garibay sigue vinculado al conflicto chiapaneco, sólo que del lado del gobierno federal. Recientemente, una fuente vinculada con los servicios de inteligencia nacional reveló documentos que narran con detalle la importancia real que tiene Daniel en la contrainsurgencia mexicana.
Según estos documentos, Daniel se separó del EZLN en octubre de 1993, cuando salió de la selva con el pretexto de que haría contacto con un cargamento de armas proveniente de Centroamérica. Nunca más volvió.
De acuerdo con esta fuente, Daniel es ahora un oficial del Ejército mexicano, con grado de capitán segundo de administración en intendencia y con funciones específicas en la fuerza de tarea de la sección segunda del Estado Mayor de la Defensa Nacional, la unidad que desarrolla las tareas de inteligencia militar en el combate a los grupos armados en México: principalmente al EZLN, pero también al Ejército Popular Revolucionario y al Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente.
Según estas revelaciones, Daniel se presentó a principios de 1994 en las instalaciones del Estado Mayor Presidencial, en Molino del Rey. De inmediato fue sometido a un interrogatorio exhaustivo por una nube de expertos del Cisen y de la sección segunda del Estado Mayor de la Defensa Nacional.
Con anuencia del Presidente de la República, asegura la misma fuente, el secretario de la Defensa Nacional ordenó ponerlo en resguardo de la Policía Judicial Federal Militar y empezó entonces su nuevo trabajo: elaborar documentos informativos sobre el EZLN.
La fuente afirma: "Evidentemente el desenmascaramiento del staff del EZLN y Marcos en febrero de 1995, por parte del Presidente de la República, causó gran revuelo y sorpresa, atribuyéndosele todo a las minuciosas investigaciones de la inteligencia militar que adquirió el prestigio que tanto deseaba.
De tal forma, Salvador Morales Garibay había lavado la imagen del Ejército".
Según la fuente, los judiciales federales militares le decían a Daniel el Dedo; otros le llamaban Chava. Morales Garibay contaba así con nuevos amigos, con soldados dedicados a descubrir la identidad, organización, armamento, apoyos y refugios de los líderes del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
La historia de Daniel ha sido al mismo tiempo la historia de la inutilidad de los servicios de inteligencia para detener o controlar a un levantamiento popular cuando éste tiene sus raíces en injusticias y desigualdades seculares.
Muchos han sido los intentos de la inteligencia mexicana para destruir infructuosamente al EZLN.
La fuente menciona algunos de los intentos más importantes: espionaje en parroquias de Chiapas y colonias populares del Distrito Federal; ofrecimiento de camiones nuevos a indígenas que delataran a Marcos y demás líderes del EZLN; uso de cerca de 25 mil fotografías aéreas y satelitales de la zona de conflicto, algunas donadas por los servicios de inteligencia estadunidense; la colocación de micrófonos ocultos en las mesas de los dormitorios zapatistas en las conversaciones de paz.
Daniel habrá pasado a la historia como el más grande delator de la guerrilla mexicana. Sin embargo, su traición fue insuficiente para terminar con un movimiento social e indígena determinado a mantener su lucha hasta que se sienten las bases para superar siglos de explotación, racismo y miseria.