Ť LA MUESTRA
Zona de guerra
La zona de guerra a que alude el título del primer trabajo de dirección del actor Tim Roth es el territorio mental devastado de un joven de quince años que sospecha una situación de incesto en su familia. Es también referencia a un vestigio de la última guerra: el refugio al borde de la costa inglesa donde un padre y una hija derriban ese tabú observados y filmados clandestinamente por aquel protagonista adolescente. Para su primera incursión detrás de la cámara, el intérprete de Perros de reserva (Tarantino, 1992) o Pequeña Odessa (Gray, 1994), adapta la novela The war zone, de Alexander Stuart, quien también firma el guión de la cinta.
La familia descrita en Zona de guerra parece vivir al margen de la civilización. Abandonan Londres para instalarse en Devon, a orillas del mar; la madre (Tilda Swinton -Orlando, Potter; Wittgenstein, Jarman), totalmente absorta en su nuevo embarazo, ignora el conflicto moral de dimensiones trágicas que crece en la familia, mientras los hermanos desarrollan una relación muy fuerte (rechazo, disputas, recriminaciones, solidaridad desesperada), frente a la potente figura patriarcal (Ray Winstone). El director registra los acontecimientos de manera sobria, con un ritmo lento y en un espacio claustrofóbico. El tema del incesto se presenta sin sensacionalismos, con una extraña ambigüedad en el comportamiento de los personajes, en particular en el de la hija Jessie (Lara Belmont, formidable actriz debutante). Imposible dejar de pensar en la cinta francesa Solo contra todos, de Gaspar Noé, presentada en el pasado Foro Internacional de la Cineteca, donde el incesto era la expresión extrema de un malestar social.
La película de Roth es intimista y señala pocas referencias a cualquier determinante social. Apenas conocemos las ocupaciones laborales del padre o sus motivos para abandonar Londres y refugiarse en la costa. Su relación con su esposa también parece insustancial, y sólo la llegada de un nuevo hijo, y una breve escena doméstica observada por el adolescente Tom (Freddie Cunliffe), hace suponer grados mayores de intimidad en la pareja. El resto es una morosidad hogareña a la que sólo interrumpe y violenta el afán voyeurista de Tom y la transgresión máxima de la relación incestuosa.
Algo similar presentaba la cinta inglesa de Antonia Bird, Sacerdote (Priest, 1994), donde una joven era sexualmente acosada por su padre, en tanto un cura homosexual se veía imposibilitado de denunciar el hecho debido al secreto de confesión y al temor de exponer al mismo tiempo su propia preferencia sexual. El tratamiento melodramático de Bird difiere totalmente de lo que Roth ofrece en su cinta. Zona de guerra perturba por su laconismo en la exposición de los hechos, por su negativa a juzgar los comportamientos u ofrecer explicaciones psicológicas o sociales de los mismos. Incluso elimina el director aspectos de la novela todavía más inquietantes, como la iniciación sexual del hermano, presentada aquí como el favor de una amiga a la hermana, y no como el trío sexual donde participan los dos hermanos y una amante lesbiana de Jessie. Haber transformado ese episodio en beneficio de un planteamiento más sutil y controlable, es una muestra de la originalidad con la que Tim Roth enfrenta las dificultades del tema. Una película sobresaliente.
Ť Carlos Bonfil Ť