DOMINGO19 DE MARZO DE 2000
Ť La semana política en Estados Unidos
Ť Dos juniors, en contienda electoral durante ocho meses
Ť Nada en sus discursos ofrece mayor oportunidad de cambio
Ť La personalidad, más que los temas, definitiva en este proceso
Jim Cason y David Brooks, corresponsales, Washington, 18 de marzo Ť Sólo quedaron dos juniors en la contienda electoral para la presidencia de este país, ambos fieles a la cúpula de su partido, ambos nacidos y criados para la vida política, y que ofrecen como futuro precisamente lo mismo que en el pasado.
El vicepresidente Al Gore, hijo del famoso senador Albert Gore, y el gobernador George W. Bush, hijo del ex presidente y ex jefe de la CIA, George Bush, conquistaron definitivamente esta semana los votos suficientes para coronarse como candidatos de sus partidos Demócrata y Republicano, respectivamente a la presidencia.
Ahora, el país enfrenta ocho meses de Gore y Bush, ofreciendo sus grandes visiones del futuro en el nuevo milenio, pero en los hechos ambos representan poco nuevo.
Como señaló esta semana la revista The Economist, "ni los demócratas o los republicanos han abordado los cambios" que están cambiando a este país. No sólo el impacto de la tecnología y la llamada "globalizacion", sino el cambio demográfico más grande en un siglo. "En 50 años, uno de cada tres estadunidenses será un latino y un asiático. En una edad en la que el capital humano es lo más importante, estos 'nuevos americanos' representan el futuro", argumenta la revista.
Sin embargo, a pesar del uso del español de vez en cuando, y menciones de la Internet, en los discursos de ambos candidatos no se vislumbra un gran cambio en la política nacional bajo el mandato de uno u otro como presidente. Nada en las carreras de estos dos candidatos ofrece gran esperanza de un cambio fundamental en la política nacional. Los intereses que continúan definiendo el panorama electoral y político, de este país, están muy cómodos con ambos candidatos precisamente por eso: la seguridad de que ninguno de ellos propone cambiar nada en lo fundamental.
De hecho, la competencia ofrecida por los ahora precandidatos derrotados de ambos partidos, John McCain del lado republicano, y Bill Bradley, por los demócratas, despertó algún entusiasmo en las bases de los dos partidos porque presentaban otras opciones (aunque muy limitadas) a la política de siempre. Ahora, esas bases se sienten poco entusiasmadas, junto con amplios segmentos del electorado en general.
Una reciente encuesta del Centro Shorenstein de la Universidad de Harvard encontró que 55 por ciento de los estadunidenses opinaba que la campaña presidencial "es aburrida"; un 71 que "la política en Estados Unidos generalmente es bastante repugnante" y un 87 por ciento que "la mayoría de los políticos está dispuesto a decir lo que sea necesario para elegirse".
Los analistas políticos parecen haber llegado a un consenso: esta elección hasta el momento no se está definiendo por "los temas", sino por la personalidad de los candidatos.
Señalan que con una tasa de desempleo de poco más de 4 por ciento y una economía en auge, el electorado pierde interés en la política nacional. Pero, si la política nacional tampoco ofrece nada de interés al electorado, Ƒquién los puede culpar?
Por el momento, se ha cruzado ese famoso puente de Bill Clinton al siglo 21. La vista del otro lado hasta ahora no parece ser muy diferente. Si sigue así el asunto, serán ocho meses muy largos donde dos juniors políticos tratarán de ser el orgullo de sus padres, y todo culminará, al parecer, con más de lo mismo.