VIERNES 17 DE MARZO DE 2000
* Pese a ser el más grande compositor vivo, aún no le rinden un homenaje
A mis 86, la mayor satisfacción es vivir para la música, dice Mario Ruiz Armengol
* Todavía me queda tiempo para escribir la canción más bella del mundo, confía en entrevista
Ernesto Márquez * Muchos dirán que lo sucedido la tarde del miércoles en el Salón Villa Flamingos, de la Portales, fue una celebración de vida, amor y entrega a la música, y estarán en lo cierto porque todo eso y más representa don Mario Ruiz Armengol.
Acompañado de amigos y personas que le quieren de verdad, Mayito celebró anteayer el haber llegado a su 86 aniversario en plenitud de facultades. ''Me siento como de veinte'', nos decía poco después, en una charla informal.
''Muchos dirán 'ya está viejo Mayito'. A mí la palabra viejo no me cae muy bien, me gusta más la de 'experimentado'. Claro que en mi caso será 'muy experimentado'", y ríe con su propia broma.
''Te diré, es que yo quiero seguir siendo joven. Y no por el caso de las mujeres, que me gustan mucho, sino para seguir componiendo, tocando el piano... Bueno, tocar el piano para mí es como tocar a una mujer''.
El buen humor de don Mario es proverbial. Recuerdo la primera vez que lo entrevisté, hace justamente 15 años: llegó al estudio Azul y oro, de la XEW, vestido informalmente. Cuando notó la presencia del fotógrafo se ruborizó: "Perdón, no vengo vestido adecuadamente", nos dijo, y luego ya más en confianza comentó: "Tres cosas nunca seré: charlatán, elegante y maricón".
Ahora que estoy con él, rodeado de buenos amigos, me dice: "La mejor satisfacción que tengo a mis 86 años es haber vivido para la música. La música ha sido el gran amor de mi vida y, bueno, algunas mujeres. Pero la música primero, porque a veces las mujeres le pagan a uno con ingratitudes, la música nunca...
"A mí me han pegado duro las mujeres, pero les sigo escribiendo sus cancioncitas. Fíjate que a estas alturas quisiera haber hecho la canción más bella del mundo, la que contenga más arte y poesía... Aspiro a eso. Pero nunca he estado cerca de tal objetivo. Creo que aún me queda tiempo para seguir intentando...''.
Alguien llega a despedirse e interrumpe la reflexión del maestro. Lo observo con su aire bonachón dándole palmadas en la espalda a un alumno confeso que le besa la mano y recuerdo a Clare Fisher en ese mismo gesto, y pienso: es la sencillez de mayito la que dimensiona más su grandeza.
''Otro de mis sueños ųretoma la charlaų, era convertirme en director sinfónico, pero no tuve ese don... Agradezco a Dios que me regalara el don de escribir toda esa música que he hecho. Aunque ahora escribo poco, porque ya casi no veo. Es un relajo: con el ojo derecho veo de cerca y con el izquierdo sólo de lejos. Así que para escribir una partitura tengo que pegarme al papel. Pero no me quejo, al contrario, me alegro de haber llegado a esta edad y seguir dando lata".
Mayito ríe como si se acordara de alguna travesura, y subraya: ''Me alegro de eso y de saberme una persona que no le ha hecho mal a nadie. Al contrario, he tratado de hacer todo el bien posible''.
Y de qué manera, digo yo.
Don Mario Ruiz Armengol, para quien no lo sepa, es el más fino pianista y compositor que ha dado este país. Su obra es tan amplia como la miopía de los encargados de divulgarla no lo han hecho.
Los amigos que se dieron cita para agasajarle en su día ųmúsicos, periodistas, cantantes y profesionistas variosų, no dejaban de señalar la gran injusticia que en su persona han cometido las autoridades encargadas de la cultura en México, al negarle el homenaje nacional que don Mario se merece. El gran maestro, por su parte, señalaba risueño: ''No es para tanto. No creo haber hecho nada que lo amerite''.
Mientras que uno de los comensales, que ha documentado toda su obra, le desmentía con los siguientes datos: ocho grandes obras para piano, siete ejercicios para composición y armonía, nueve piezas para piano, cinco valses, 23 danzas cubanas, 33 piezas para niños pianistas, 22 piezas para arpa, 15 estudios, 16 reflexiones, 75 miniaturas, 15 metáforas, una sonata, dos piezas para violín, una romanza para cello, un divertimento para flauta en sol y piano, o para flauta en sol y orquesta, tres piezas para piano a cuatro manos, dos composiciones orquestales y 150 canciones, que entre las más conocidas están: Por qué llorar, Silenciosa, Aunque tú no me quieras, Imagen, Ternura, Muchachita, Soñé y Día nublado.
''Eso sin hablar de la enorme cantidad de arreglos que hizo para el cine y el teatro, particularmente para las películas de Walt Disney y las puestas en escena de Manolo Fábregas", citaba otro.
Y don Mario, pillado en su exceso de modestia, comentaba risueño: ''Fijate, no pensé que fuera tanto''.
El gran maestro lucía elegante, con su inseparable boina vasca. Se le notaba descansado, portando un gesto de alegría, como si la cosa no fuera con él y el peso de la edad fuera una ilusión óptica.
Un piano de cola al frente presagiaba que la comida pronto se convertiría en velada musical... y así fue. Don Mario se encaminó al piano y haciendo una genuflexión saludó al instrumento, "es mi mejor amigo", dijo por lo bajito. Se sentó, lo acarició y entrecerrando los ojos tocó.
Es un lujo escucharlo.
Al maestro le acompañaban sus hermanas Silvia, Norma y Judith, quienes en un tiempo fueron las primeras voces de su orquesta. Mariana, una cantante que se ha dedicado últimamente a rescatar e interpretar sus canciones, fue la primera en lanzarse al ruedo con Creo en ti; a ella le siguieron Enrique Méndez, quien entonó Locura de amor; Irma Carlón (su intérprete de toda la vida), cantando Soñé, y Gualberto Castro, cuya versión de Muchachita ųtema que hizo famoso Fernando Fernándezų sigue siendo inmejorable.
Todo mundo estaba nervioso o muy emocionado de tocar o cantar ante don Mario, porque a Mariana se le olvidó parte de la canción; la Carlón dijo que iba a cantar una y entonó otra, y Gualberto Castro confesó que siempre que canta delante de don Mario le sudan las manos. Pero al que no le sudan las manos ni le falta el aliento es a Rodolfo Popo Sánchez, quien con su saxofón y el acompañamiento de Víctor Ruiz Pazos, en el bajo, y Enrique Neri, en el piano, hizo una versión de Silenciosa verdaderamente memorable. Arregló en jazz, resolvió en jazz y elevó el tema de Mayito a las alturas.
Y hablando de alturas, de Jalapa aterrizó Alejandro Corona, quien con el apoyo de la Universidad Veracruzana produjo el disco Homenaje a Mario Ruiz Armengol, en el que son interpretadas por los alumnos de su escuela: tres obras para piano, dos estudios y 12 danzas cubanas del maestro. Corona hizo Las frías mañanas, de don Mario, y Mercurio, una composición propia que dedicó al homenajeado.
El último participante de la jornada, aunque ya había subido para acompañar a Gualberto Castro y hacer una espléndida interpretación de Soñé, a piano solo, fue el maestro Roberto Pérez Vásquez, a quien recordamos como fundador y director del concepto Violines de Villa Fontana.
En ese momento don Mario nos confesaba: "Yo estoy conciente de que mi música es muy difícil y que por eso, quizá, no sea del gusto de la mayoría, pero debo de agradecer a grandes talentos, como Pérez Vásquez, Popo, Alejandro Corona, que han grabado mi música. Todos ellos se fijan mucho en ella y me siento muy halagado.
El pianista Enrique Neri y el ingeniero Francisco Galindo (promotor de jazz y ex dueño del Arcano) fueron los encargados de organizar el festejo de cumpleaños. La también promotora cultural Yuko Fujimo fue la encargada de negociar con Yamaha la renta del piano. Todo el agasajo fue auspiciado por esa institución llamada cuatitud.
ƑY las autoridades culturales de nuestro país? Bien, gracias. Esperando el homenaje póstumo quizá.