MIERCOLES 15 DE MARZO DE 2000
debate por la ciudad
las conclusiones
Reporteros:
Bertha Teresa Ramírez, Elia Baltazar, Gabriela Romero, Raúl Llanos y Ricardo Olayo
No todo está perdido para la ciudad
En primer lugar, debemos sentirnos satisfechos por esta iniciativa de La Jornada para llevar a sus lectores un debate serio, por escrito y sin irrupciones. En estas líneas están plasmadas las propuestas de gobierno de tres alternativas políticas para la ciudad, y tenemos así un testimonio claro de lo que cada quien tiene que ofrecer.
El debate lo entiendo como un foro para contrastar proyectos, para confrontar opiniones de fondo y así llegar a conclusiones positivas. Debatir no es acusar al adversario ni llenarlo de adjetivos que tiendan una cortina de humo sobre lo que piensa y lo que propone. Debatir con altura, sin embargo, tampoco significa evitar la confrontación de ideas. El punto de equilibrio que distingue un debate de altura de una confrontación estéril está en el contenido de los argumentos y en el enfoque sobre las propuestas.
Esa ha sido la actitud que he procurado ofrecerle al lector de este debate. Lo entendí como un foro apropiado para presentar una visión de ciudad que se ha enriquecido a lo largo de toda la campaña, y para contrastarla con las que ofrecen los compañeros del PAN y el PRD. En el texto, defiendo una postura que me parece responsable, seria y productiva para la ciudad; señalo las incongruencias de mis adversarios y me refiero a hechos --y no a adjetivos o descalificaciones sin fundamento.
De esta manera, podemos contribuir a elevar el tono del debate en la ciudad de México, para que los ciudadanos puedan elegir en libertad y con información sobre el futuro de su ciudad y su gobierno.
Los temas que se han abordado aquí son variados, pero aún así insuficientes. Quisiera, por ello, incluir brevemente una ampliación sobre mis propuestas en materia de economía y empleo, y sobre seguridad pública, que son las dos preocupaciones fundamentales de los capitalinos.
La ciudad de México, como centro de la región urbana más importante del país, tiene grandes oportunidades de crecimiento y progreso en el ámbito económico. A ello se suma el hecho de que el Distrito Federal ya no crecerá en términos demográficos de una manera importante, por lo que podemos aplicar los recursos y el crecimiento a abatir los grandes rezagos que enfrentamos. Sin embargo, para aprovechar todo ese potencial necesitamos construir un gobierno promotor de la actividad económica.
Propongo reactivar la inversión pública para continuar con las grandes obras de infraestructura que requiere una ciudad moderna, como son la ampliación y el mejoramiento del Metro, la conclusión del acuaférico, la continuación de las obras del drenaje profundo y la construcción de nuevas vialidades. Esa inversión pública, además de significar mejores condiciones de vida en la ciudad, genera empleos estables y bien remunerados.
El eje de la política de empleo del gobierno capitalino debe ser un programa emergente de vivienda. Por cada casa que se construye se crean alrededor de ocho empleos, y eso implica que además de darle a los capitalinos un hogar digno y propio para sus familias, estaremos combatiendo el desempleo en forma contundente.
El gobierno, además, debe constituirse en promotor de la inversión privada, con un acento especial en el fortalecimiento de la micro, pequeña y mediana empresas, que son las que más empleo generan. Para ello, emprenderemos una desregulación administrativa para disminuir los trámites burocráticos --que actualmente superan los 50 para emprender un negocio-- y así convertir al gobierno en aliado de los empresarios. Es preciso reactivar el crédito y revisar los esquemas fiscales bajo los que operan las pequeñas industrias, para así incentivar el crecimiento y el empleo. Un gobierno promotor de la economía, con inversión pública y privada, podrá rescatar el empleo y hacer de la ciudad un auténtico centro de servicios financieros, turísticos y urbanos, que esté a la altura de nuestro tiempo y nuestra realidad.
En el combate a la inseguridad, la ciudad requiere un programa integral que ataque todas y cada una de sus raíces y que se esfuerce por reducir el índice de impunidad. Actualmente, sólo cuatro de cada cien delitos denunciados ante el MP son consignados ante un juez.
Para ello, yo he propuesto ocho acciones concretas, que podrán darnos resultados tangibles en el mediano plazo. Sin embargo, también he señalado con toda honestidad que el problema no se resolverá de la noche a la mañana. Entre las acciones que se proponen destacan: la actualización jurídica y modernización administrativa; un combate frontal a la impunidad; un sistema de inteligencia policiaca; el fortalecimiento de la impartición de justicia; la profesionalización de todo el personal encargado de la seguridad; inversión e innovación en el sistema penitenciario; la participación ciudadana; y toda una serie de operativos policiacos especiales.
Con esas acciones, con una prioridad congruente en el presupuesto y el gasto público y, sobre todo, con una decisión política firme, los capitalinos lograremos ganarle a la delincuencia y rescatar nuestra tranquilidad.
La visión de ciudad que estamos ofreciendo se basa en nuestro potencial, en nuestras riquezas y en todas las oportunidades que, bien aprovechadas, podrán insertar al Distrito Federal en un desarrollo sustentable y humano. He señalado los problemas y las deficiencias de la ciudad y sus gobiernos, pero como el punto de partida para solucionar los problemas, no como un arma electoral. A través de estas líneas, les solicito su confianza a los ciudadanos; una confianza que se base en la viabilidad del proyecto, en la congruencia y en la honestidad de nuestras propuestas, y no en la denostación del adversario.
No todo está perdido para la ciudad: sólo necesitamos unirnos, articular esfuerzos y repartir de manera clara las responsabilidades. Estoy convencido de que tenemos futuro y esperanza; trabajo y trabajaré para hacerlos realidad en bien de todos los capitalinos.
Jesús Silva Herzog
Ť Luis de la Barreda
Debatir, una forma civilizada de expresión política
La transición democrática mexicana no ha estado exenta de algunos exabruptos. Del antiguo autoritarismo en el que el poder monologaba consigo mismo sin que casi nadie se tomara demasiado en serio ese discurso y, por tanto, sin que casi nadie se esforzara demasiado en refutarlo, se ha pasado a un escenario en el que pareciera que un vocerío exaltado y constante impide los necesarios momentos de sosiego propicios para la reflexión de los espectadores.
Es que, como dice Savater, "el sistema democrático se ha distinguido en todas las épocas por la abundancia de sus descontentos, frente a la docilidad resignada o la fervorosa adhesión que han despertado siempre las autocracias". En la democracia podemos manifestar ruidosamente nuestro descontento.
Sin embargo, no parece convenir al ideal democrático que la búsqueda polémica de lo más conveniente para la sociedad se desarrolle en rings alrededor de los cuales el respetable celebre más la espectacularidad de los golpes (verbales) que la lucidez de los planteamientos y las propuestas.
Por eso es de celebrarse que La Jornada haya diseñado un debate por escrito entre los candidatos de los tres más grandes partidos políticos al gobierno del Distrito Federal, lo que dio la posibilidad a cada uno de ellos de cavilar antes de responder a los cuestionamientos, de deliberar respecto de las posiciones de los demás y de la propia réplica.
Si la escritura es uno de los grandes inventos de la humanidad, un artificio que nos ha hecho más humanos, y el intercambio de ideas sobre los grandes problemas sociales es un ejercicio democrático fundamental, el debate organizado por La Jornada constituye una manera no sólo civilizada sino elegante de manifestación política, un aporte valioso para el fortalecimiento de nuestra democracia naciente.
Un gobierno con una nueva moral política
Quiero decir a los lectores de La Jornada algo que he venido mencionando en los ya más de 500 encuentros ciudadanos que hemos celebrado en distintos puntos del Distrito Federal: que comparto con la gente el mismo deseo de un gran triunfo para un gran cambio.
Nuestra lucha para volver a ganar el gobierno de la ciudad bien podría resumirse diciendo que vamos a continuar con la obra de gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas y de Rosario Robles, profundizando en el cambio democrático.
Sabemos que enfrentar los problemas de la ciudad exige de responsabilidad, de profesionalismo y de gran visión. Los desafíos de esta megalópolis demandan respuestas estructurales, alejadas de la inmediatez y de las ocurrencias.
He mencionado desde la toma de protesta como candidato del PRD a la jefatura de Gobierno del DF que el desarrollo de la ciudad pasa necesariamente por una concepción y un enfoque nacional y regional que va más allá del Distrito Federal, e incluso de la zona metropolitana.
Desde ese momento realicé el compromiso de que el programa de gobierno lo elaboraremos conjuntamente con los especialistas y, sobre todo, con las propuestas de la ciudadanía. De allí que sólo quisiera delinear algunos puntos importantes para el próximo gobierno democrático de la ciudad.
En primer término, es indispensable garantizar la seguridad de la gente. Lo primero que haremos será un eficaz programa de prevención ante cualquier tipo de siniestro que garantice la seguridad y la vida de los ciudadanos.
En este marco de primero la gente y luego lo demás, procurar un medio ambiente sano debe seguir siendo una prioridad del gobierno. Actualmente se ha logrado reducir notablemente los índices de contaminación en la ciudad y vamos a continuar con ese esfuerzo reconvirtiendo el sistema de transporte público, cambiando gasolinas, promoviendo el uso de los llamados combustibles limpios para reducir la emisión de contaminantes. Esto incluye darle continuidad al programa de combate de quemas, de reforestación de áreas verdes y de defensa y conservación de las zonas de reserva ecológica.
Reiteramos que el desarrollo implica equilibrar la generación de la riqueza con una justa distribución del ingreso. Por eso es indispensable apoyar y proteger la inversión privada que genera empleos y bienestar. Todo aquel que quiera invertir en actividades económicas y genere empleos contará con el apoyo y la protección del gobierno democrático.
Por lo que se refiere a la vivienda debemos conciliar la demanda, la falta de servicios públicos, particularmente el agua, el buen manejo en el uso del suelo, el respeto a las zonas de reserva y los empleos que genera la industria de la construcción.
En el nuevo gobierno democrático que aspiro a conducir, la honradez y la honestidad serán el eje de todas las acciones públicas. Honestidad para poseer la suficiente autoridad moral y política que demanda el ejercicio de gobierno; honestidad para exigir a los demás el cumplimiento de sus deberes como funcionarios y como ciudadanos; honestidad para disponer de recursos que antes se fugaban por las vías oscuras de la corrupción; honestidad para hacer más con menos; honestidad para reducir el costo del gobierno a la sociedad, y honestidad para tener credibilidad que despierte la colaboración social en las tareas de gobierno.
Por otra parte, un gobierno honesto, eficiente y austero podrá liberar recursos para ofrecer a la sociedad esquemas básicos de bienestar, lo que traerá seguridad y tranquilidad pública.
Daremos seguridad pública, pero también seguridad a la familia, a los niños, a los ancianos, a las mujeres, a los discapacitados, a los enfermos y a los humildes. Daremos seguridad pública, pero también seguridad en los ingresos, en la salud, en la educación, en la vivienda; daremos seguridad en los precios de los alimentos y los servicios públicos para vivir con alegría y bienestar.
Sostenemos que el bienestar y la seguridad pública no pueden verse por separado. La delincuencia es, en gran medida, producto de la pobreza. Entre más desempleo y más desintegración familiar, más probabilidades existen de caer en la delincuencia. El crimen organizado es práctica de mafiosos; los asaltos domésticos y callejeros son muchas veces motivados por necesidades de alimentación y falta absoluta de empleo.
Aquí quisiera enfatizar que no basta, para controlar y disminuir en forma decisiva la delincuencia, con la acción de los cuerpos policiales, ni su profesionalización, ni la creación de más reclusorios, ni el aumento en la severidad de las penas ni las amenazas de mano dura. La clave está en garantizar una sociedad con mejores oportunidades para todos.
La idea central del nuevo gobierno será frenar el empobrecimiento del pueblo, no sólo por razones humanitarias, sino para serenar los ánimos de la inconformidad social. Es importante que todos vayamos aceptando que la fraternidad no sólo tiene rostro humano, sino que constituye el método más eficaz para garantizar la seguridad y la tranquilidad pública. Por eso hemos dicho: Por el bien de todos, primero los pobres.
Nuestra estrategia para combatir la delincuencia tendrá como otro eje el fortalecimiento de la familia, en el entendido que ninguna otra institución proporciona más apoyo, educación y formación moral que la familia. Además, en nuestro país, por tradición, la familia es solidaria y fraterna.
El problema está en que la crisis económica y de bienestar social ha socavado como nunca la integridad de la familia. La vida familiar está sometida a fuertes presiones. De ahí que pondremos en práctica un programa especial de fortalecimiento familiar y de prevención a la delincuencia.
Grupos de trabajadores sociales, psicólogos y maestros recorrerán las colonias más pobres de la ciudad y visitarán las casas detectando problemas de desempleo, desintegración familiar, alcoholismo y drogadicción. Se entrará en contacto con los jóvenes y sus familias para orientarlos, otorgar becas y facilitarles el acceso al trabajo, a la educación, al deporte, la recreación y la cultura. A este esfuerzo invitaremos a participar a los grupos con mayor capacidad económica, cultivando la fraternidad y haciendo una ciudad más humana.
Estamos hablando de llevar a la práctica estas acciones de apoyo a la familia en el contexto de los cambios que se han venido presentando en las relaciones familiares, como son la igualdad de géneros, el respeto mutuo, los derechos de los niños, la autonomía, la toma de decisiones mediante la comunicación y la ausencia de violencia. Es decir, en el marco de lo que debe ser la familia democrática.
Por último, estamos conscientes que todo ello implica un enorme desafío. Pero tenemos la voluntad para enfrentarlo y demostrar que el pueblo tiene grandes aptitudes para la democracia.
Estamos seguros de que la gente nos mantendrá su confianza y seguiremos gobernando con una nueva moral política y con claros compromisos sociales. Juntos vamos a convertir la ciudad de México en la capital de la justicia y de la democracia del país.
Andrés Manuel López
Obrador
Congruencia y propuestas viables
Las respuestas de los candidatos López Obrador y Silva Herzog revelan semejanzas entre las propuestas que plantean el PRD y el PRI. No hace falta ir lejos: ambos coinciden en que el DF debe mantener un régimen político de excepción, ya sea a través de los gobiernos vecinales o sometido a la Federación, así como en el hecho de que el ambulantaje llegó para quedarse. Ello no debe extrañar, pues los gobiernos surgidos de sus partidos políticos se han esforzado en mantener el control corporativo de ciertos grupos, pensando sólo en la rentabilidad electoral y no en las mayorías.
Los capitalinos hemos vivido bajo administraciones del PRI y del PRD, y coincidimos en la necesidad de un cambio. Pero lo que debemos preguntarnos es Ƒqué tipo de cambios debemos buscar?, Ƒqué futuro queremos para nuestra ciudad?
El PRI no ofrece un cambio, sino un retroceso. Su proyecto consiste en volver al pasado, pero esa realidad afortunadamente ya no existe. El PRD ofrece una aparente novedad, pero sin tener siquiera un proyecto de ciudad, sin una visión de largo plazo, sin programas, sin propuestas claras. Para arribar a tal conclusión, no hay más que leer las respuestas de sus candidatos.
La Alianza por el Cambio PAN-PVEM también propone un cambio a través del cual los habitantes de la ciudad tengamos la oportunidad de construirnos un futuro. Nuestro proyecto no se basa en improvisaciones, experimentos ni retrocesos. Ofrecemos congruencia y propuestas reales, viables, responsables y verificables. No proponemos espejismos, y tampoco somos nostalgia o resentimiento.
Santiago Creel
Miranda