La Jornada martes 14 de marzo de 2000

Alberto Aziz Nassif
El voto útil

El escritor Mario Vargas Llosa resumió una de las tesis que flotan en el ambiente político mexicano de estas semanas: "la democratización de México nunca será una realidad mientras el PRI siga en el poder a través del fraude o ganando en las elecciones" (Proceso, 1219). En cualquier democracia una de las reglas básicas es la derrota de los partidos políticos y su posibilidad de recuperación en la siguiente elección. El domingo pasado España fue una muestra de esta regla, el Partido Popular logró la victoria y los socialistas volvieron a perder, y nadie argumentó factores ajenos al voto para tener este resultado. Nuestro país no ha tenido una experiencia de alternancia. El PRI nunca ha perdido la Presidencia, o si la perdió en 1988, no hubo forma de probarlo. Esta situación tiene un peso simbólico importante. Quizá, hoy por primera vez en la historia del país la ciudadanía está frente a la posibilidad de optar por una alternancia real.

En estos días de campaña, una vez que las encuestas de opinión muestran un empate técnico entre PRI y PAN (pero con el primero a la baja y el segundo al alza), una de las preguntas que está cobrando fuerza en la imaginación política de muchas personas es: Ƒcómo puede ser el país con un gobierno de oposición? Para responder, parece ser que se están formando al menos tres lógicas electorales de cara al próximo 2 de julio: una es la de más de lo mismo, es un voto por la continuidad para que el PRI siga en el poder y Labastida gane la Presidencia; las otras dos son por un cambio, por una alternancia, pero una está ubicada en el espectro ideológico de centroizquierda, reivindica las luchas sociales, el nacionalismo y el combate en contra de la desigualdad; la otra está en el centroderecha, enfatiza el desarrollo económico, el buen gobierno y una suerte de pragmatismo político. Pero, como sucede a veces en las democracias contemporáneas, sobre estas tres lógicas que se pueden ubicar en el llamado voto duro o de compromiso ideológico, se está desplegando otra lógica, la del voto útil.

En el pasado, durante años, el voto útil tuvo una consonancia con el voto por el PRI; se trataba del partido que ganaba casi todas las elecciones por las buenas o por las malas. La utilidad de ese voto se daba de varias formas, desde el voto seguro que va por el triunfo, hasta el voto que se intercambia por favores y crea clientelas. Pero ahora empieza a crecer un voto útil por la alternancia, el cual se apoya en las mediciones de opinión, las famosas encuestas que cada día nos dan imágenes sobre la intención del voto. A pesar de que en México no tenemos todavía estudios y series de largo plazo que midan de forma consistente la lógica electoral, en estos días se puede detectar que hemos cambiado de escenario: después de que el año pasado fracasó la alianza opositora y el PRI hizo una elección interna abierta con relativo éxito, la conclusión era que tendríamos seis años más con ese partido en el poder; hoy, cuando faltan 108 días para las elecciones, las perspectivas son diferentes, la campaña de Vicente Fox está creciendo, con todos sus aciertos y sus errores, ya alcanzó a su rival Francisco Labastida y en las próximas semanas puede superarlo. En ambos escenarios el otro candidato importante, Cuauhtémoc Cárdenas, se ha mantenido en un distante tercer lugar, y hasta el momento parece que no repunta de forma significativa en ninguna de las encuestas.

Frente a esta realidad hay opiniones divididas, los que creen que el PRI a pesar de su enorme desgaste, de su candidato poco atractivo, tiene el aparato partidista que es todavía suficientemente poderoso para ganar; otros en cambio, consideran que a pesar del aparato del PRI, Fox sí puede ganar si logra consolidar la subida de estos días y fortalecer una inercia ganadora. Si la elección se encarrila por completo dentro de este proceso, se tratará de un referéndum: entre más de lo mismo con el PRI o un cambio. Otra opinión es la de que quienes prefieren no castigar sus principios y deciden votar de forma independiente a las posibilidades de triunfo de su candidato.

Hoy el país simplemente se enfrenta a la situación que ya han experimentado los Estados en los que ha habido alternancia. Si en las democracias los partidos políticos ganan o pierden elecciones, Ƒpor qué aquí no?