ASTILLERO Ť Julio Hernández López
No parece haberse quebrado demasiado la cabeza Francisco Labastida para encontrar lo que a su parecer sería una manera de enfrentar las versiones locales y extranjeras que colocan a Vicente Fox en condiciones reales de ganar la Presidencia de la República.
Con un simplismo sorprendente, el sinaloense, o su equipo de trabajo en general, o en particular su war room o cuarto de contienda (traducción para monolingües por cortesía de los chicos de la campaña del jefe Labas), han creído posible conjurar el fantasma embotado (es decir, con botas, como el gato del cuento famoso) dándole oxígeno a la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas.
Leo el New York Times, luego reacciono
Pero debe suponerse que los genios priístas no se dieron cuenta de que, al pretender avivar a Cuauhtémoc Cárdenas (y enviarle así una especie de beso del diablo, un bombón envenenado), Francisco Labastida estaría haciendo la más grande confesión pública de que, en efecto, Vicente Fox está avanzando en la carrera por la Presidencia de la República.
Las mortecinas luces políticas emitidas por el aparato labastidista son una respuesta al innegable golpe político recibido con la publicación, en primera plana del New York Times, el pasado 12 de marzo, de un reportaje elaborado por el corresponsal en México, Sam Dillon, en el que se menciona de manera destacada el crecimiento político del guanajuatense y su colocación como el mayor peligro real para el sistema priísta de décadas. La nota, por lo demás, lleva también en primera plana una fotografía de Fox.
Desde luego, tal publicación no es sino una parte de los diversos indicios que tiene el equipo labastidista del aumento de las preferencias electorales de Fox (un aumento con el que sus adversarios podrán estar en desacuerdo, inclusive en terrible desacuerdo, pero que es un hecho real).
No subestimen a Cárdenas, dice Labastida para enfrentar a Fox
Por ello, ayer, al finalizar un encuentro privado en la Hacienda de los Morales, el candidato priísta lanzó su golpe de presunta audacia, al negar que los contendientes finales del proceso presidencial serían sólo él, Labastida, y Fox. "En 1997 pocos le otorgaron posibilidades al ingeniero Cárdenas, quien poco después ganó la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal. Creo que no hay que hacer ninguna proyección ni subestimar a ninguno de los candidatos, en particular Cuauhtémoc Cárdenas, quien tiene principios y programa", dijo el candidato priísta.
Ciertamente, hay razones de mucho peso para lamentar que la incultura política de los mexicanos pudiese hacer que el hipnotismo de la alternancia en el poder les lleve a apoyar a una figura de rasgos tan peligrosos como la de Fox y la derecha ilustrada que le acompaña pero, con independencia de esos criterios subjetivos, conviene ir analizando con seriedad la probabilidad creciente de que el guanajuatense pueda ser el próximo presidente.
Por lo demás, Cárdenas no necesita apoyos como el de Labastida ni puede aceptar pretensiones oficialistas de hacer crecer con retórica su candidatura como una forma de aminorar el crecimiento del candidato panista. Es de suponerse que el michoacano habrá de hacer las precisiones que corresponden a esta angustiada maniobra de la desajustada maquinaria tricolor.
Entre más extraña, menos misteriosa
Ha resultado más que extraña la manera como se han ido acomodando todas las piezas del asesinato o suicidio del oficial mayor de la procuraduría federal de justicia.
Tanta precisión, tanta desenvoltura en el guión de una extraña muerte, ha generado naturales dudas y suspicacias. Resulta demasiado difícil para el común de la gente creer en una historia como la que se le ha dado a conocer, en la que un hombre corrompido por el poder tiene un arrebato de dignidad y prefiere suicidarse antes que causarle mayores males a su familia y a sus propios jefes políticos.
El asunto, sea o no cierta la versión suicida y epistolar que han dado a conocer las autoridades, lleva inevitablemente al análisis de una de las zonas más oscuras y peligrosas de nuestra vida pública, como es el dominio de las empresas del narcotráfico sobre las instituciones políticas.
Por más vueltas que se le quiera dar al asunto, la realidad es que los ríos de dinero que surgen de la operación empresarial de las drogas han humedecido, mojado y anegado a los más diversos ámbitos del poder político, hasta convertir al sistema político y económico en una red criminal de complicidades.
Nadie, sensatamente, puede creer que el procurador Jorge Madrazo esté al margen de los hechos cometidos por sus subordinados, de los cuales uno de ellos, Juan Manuel Izábal Villicaña, es apenas botón de muestra que no por la dimensión del escándalo que ha generado es el único ni el más grande.
Pero no ha sido solamente Madrazo, sino también Jorge Carpizo, el procurador que usó el Nintendo (y los gritos destemplados e histéricos) para distraer la atención pública respecto de la vinculación de la banda de los Arellano Félix con el asesinato del cardenal Posadas en Guadalajara.
Y también, antes, el panista Antonio Lozano Gracia, durante cuya gestión ingresaron a la estructura de la PGR diversos infiltrados del narco, quienes sellaron una subterránea alianza entre los intereses del narcotráfico y los de un segmento del partido blanquiazul (no deben olvidarse los diversos puntos de contacto del exitoso y bien retribuido abogado Diego Fernández de Cevallos con asuntos en los que se involucraron narcotraficantes o lavadores de dólares).
Y también antes, siempre, desde que el narco ha llegado al poder, los procuradores, los subprocuradores, los oficiales mayores, los directores de áreas estratégicas como son los recursos humanos y la administración de bienes asegurados, hasta las comandancias policiacas y las agencias del Ministerio Público, han estado amenazadas, amedrentadas, corrompidas y dominadas por el poder máximo del país, el narcotráfico, aquel poder al que la mayoría de los periodistas honestos suelen asomarse con cuidado, a sabiendas de su peligrosidad e impunidad.
Pero, bueno, todo esto no ha sido sino una larga explicación para recordar aquí, a propósito de los extraños suicidios que en extrañas circunstancias tratan extrañamente de salvar ciertas honras oficiales, una cita de Sherlock Holmes, el personaje de sir Arthur Conan Doyle que en una de sus aventuras, llamada La liga de los pelirrojos, publicada en 1891, decía: "Normalmente, cuanto más extraña es una cosa, menos misteriosa resulta ser. Son los delitos corrientes, sin unos rasgos característicos, los realmente intrigantes, tal como un rostro corriente es el más difícil de identificar."
Astillas: Esta columna coincide con el presidente Zedillo: uno de los defectos de su nuevo vocero, Marco Provencio (o, mejor dicho, no de él, sino de apreciación de quien lo ha nombrado) es ser economista, no porque tal profesión en sí sea causa de desdoro, sino porque esa característica esencial hace aparecer aún más al jefe del gobierno federal como un tecnócrata alejado del ejercicio político y social que, por tanto, prefiere encerrarse en sí mismo y acotar su ejercicio presidencial a un mero trabajo hacendario, financiero, económico. Sería bueno saber si Marco Provencio ha dejado de ser vocero de Hacienda o lo seguirá siendo desde otro edificio, o si el doctor Zedillo piensa dedicarse con mayor énfasis a ser secretario de Hacienda... Diódoro hizo un profundo discurso histórico aprovechando el foro que le dio la cancelación de un timbre postal... Los tres principales candidatos fueron a un foro de The Economist en la ciudad de México: Fox contradijo a quienes dicen que él es contradictorio; Cárdenas habló de mejorar aspectos del TLC que antes tanto atacaba, y Labastida dijo que él no promete cosas incumplibles (como los anuncios del inglés, las computadoras y las embarazadas, supone esta columna).
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