LUNES 13 DE MARZO DE 2000
Ť No sólo alberga exposiciones, también ofrece otras manifestaciones artísticas
El museo del Chopo, espacio comunitario atípico
Merry Mac Masters Ť Atípico es la palabra que utiliza Lourdes Monges para referirse al Museo Universitario del Chopo. Atípico por la forma de crecimiento del recinto, ya que no se le dio una ''estructura'', sino que se la fue ganando con la idea clara de que fuera como una casa de la cultura o un centro cultural.
A lo largo de casi 25 años de existencia -se cumplen el próximo 25 de noviembre- el museo ha crecido tanto que bien podría ser un ''ejemplo'' de lo que se puede hacer con esos espacios en este siglo, es decir, un museo que realmente está con la comunidad, que lo quiere y no siente que entra a un lugar hecho nada más para enseñar alguna colección, sino que constantemente se está renovando mediante su oferta cultural, que va desde una obra de teatro, un performance, una exposición o un taller, y cuyo público varía, desde las niñas que vienen a tomar su clase de ballet hasta los miembros del Club del INSEN, pasando por los punks, darks y gays, asegura Monges.
El "idilio" de la antropóloga social, restauradora y museógrafa con el Chopo se remonta a los orígenes del mismo. Relata en entrevista que llegó como asistente de museografía para el montaje de las exposiciones inaugurales, Orbitas celestes, y de las colecciones del Museo Universitario de Ciencias y Artes. Después, vino una muestra de los 80 años del cine en México, aunque "fascinante", no tuvo el éxito que se debía, y por lo tanto "se abandonó el museo", pero "me quedé aquí, enamorada de este lugar".
Monges fue museógrafa del Chopo durante 19 años. Formó el equipo museógrafo del recinto y montó alrededor de 210 exposiciones. El primero de febrero de 1994 fue nombrada directora en sustitución de Montserrat Galí. A lo largo de seis años tuvo el ''privilegio'' de dirigir y "armar" el museo a modo de un rompecabezas, porque el Chopo había tenido un crecimiento desigual, explica.
Recibió el edificio en un momento difícil. Afuera estaban los roqueros que "fumaban", los camiones se estacionaban en frente y la situación económica no era sana. Monges emprendió una "limpieza" en todos los sentidos, luego reforzó los programas. Según su informe de trabajo (del cual La Jornada tiene una copia), si en 1994 el Chopo tuvo ingresos extraordinarios por 231 mil 158.41 pesos, en 1999 fueron por la cantidad de un millón 7 mil 78.88 pesos, por concepto de los talleres y las actividades en el foro. "Dejo el museo con dinero", recalca. El pasado 4 de marzo, apunta, quedaron inscritas mil 10 personas en los talleres; cuando asumió la dirección había 250. Inclusive, agrega, "tenemos un dinero ahorrado para hacer unas bodegas para los archivos y para la ampliación de las oficinas".
El organigrama del Chopo se divide en cuatro departamentos: actividades escénicas, curaduría, intercambios internacionales -creado durante la gestión de Monges- y el de proyectos especiales. Respecto de las diferentes áreas de trabajo (servicios educativos, museografía, planeación, medios e investigación), hace hincapié en la nueva unidad de documentación: "El museo no tenía archivo. Esta área de eso se trata. En principio, la curaduría para tener un expediente por cada exposición y registrarlo porque esta es un material de investigación que no existía. Aquí también estaría la fototeca, así como los carteles y todas las cintas de todos los grupos de música que se han presentado".
También deja "programado" hasta abril el recinto en todas sus áreas, aunque anota que en realidad existe una programación para este año y el que viene. Destaca la exposición que el escultor Federico Silva prepara para el 28 de marzo de 2001. Desde que Monges asumió la dirección del museo ha querido dar continuidad y "engarzar" las diferentes actividades que en el Chopo se llevan acabo. Por ejemplo, los artistas que vienen a exponer también dan talleres o conferencias en él.