La Jornada lunes 13 de marzo de 2000

José Cueli
La oruga torera

La oruga novillera, deshilachada, reventada y medio acribillada por los novillos fue rodando de pitón en pitón, sin comprender la furia generalizada, hasta caer en medio del redondel de la Plaza México, convertido en charquito, donde el viejo público la aguarda con la boca abierta, el inicio de la Temporada de Primavera.

-ƑTambién tú? -gritó espantada- ƑQué vas a hacer de mi?

-Nada, comerte.

Déjame vivir... yo seré mariposa y te procuraré los deleites de la belleza de mi capote, con el arte de mi vuelo...

-Estás mal, šque deleite ni que deleite!

La oruga muy espiritual comprendió al público. Se la comía porque le era útil. Mas no le cabía en la cabeza por qué los novillos después de destrozarla no se la habían comido. Así que le preguntó al público. Este le respondió:

-Te han jodido por envidia.

-ƑPor envidia? -Preguntó muy confundida la oruga.

-Claro, te envidiamos porque quieres dejar de arrastrarte para volar. Por eso se te odia, porque lo más desagradable eres tú... Qué es eso de querer volar en el juego de la verónica y el pase natural, mariposeo al ritmo de la música callada... Y los toreros como orugas de tan feos, ni los novillos se comen. Sólo el público utilitario sabe la posibilidad de que el torero oruga se metamorfosea mariposa amarilla en el vuelo de la media verónica en el redondel.