Ť El espectáculo A toda mujer se prolongó hasta las once de la noche
Cada diva tuvo su público
Ť Pese al implacable sol, 15 mil mujeres se reunieron en el Zócalo para festejar su día
Jorge Caballero Ť Desde las 13:30 horas comenzó ayer, en el Zócalo capitalino, el concierto A toda mujer, espectáculo organizado por el Gobierno del Distrito Federal para concluir con las celebraciones del Día Internacional de la Mujer, y que reunió, en estricto orden de aparición, a Betsy Pecanins, Tania Libertad, Santa Sabina, Ely Guerra, Astrid Haddad, Eugenia León, Aída Cuevas, Grupo Aché y la Orquesta México Anacaona. Fue una fiesta con un público predominantemente femenino -hubo mujeres de todas las edades-, aunque no faltaron algunos machines. El festejo se extendió hasta cerca de las 11 de la noche, con una afluencia promedio de 15 mil espectadores.
Desde la una de la tarde ya había un nutrido público frente al escenario doble en el que se presentarían las cantantes. El staff sonorizaba los instrumentos con la rola Lucretia my reflection. Cuando escuchó las pisadas del bajo y los intensos golpes del bombo, la gente que aguardaba bajo la imponente fuerza del sol, que se encontraba en su cenit, comenzó a impacientarse. La espera duró treinta minutos más. Entonces aparecieron sobre el templete Betsy Pecanins y Tania Libertad, para presentar su más reciente espectáculo, Nuestro negro pasado, que muestra las influencias bluseras de Pecanins y las raíces de música africana de Libertad. Cantaron un par de canciones a dúo.
Ya sola, Betsy entonó No me amenaces, en versión bluseadita. Después, Tania cantó Vete de mí. Algunas voces querían amarar navajas entre las cantantes y animaban: "respóndele Betsy", "con la que sea Tania"... Así, continuó el concierto con una alternancia de voces: La tequilera, Voy a apagar las luz, La chancla, La masa y Alfonsina, que Tania se echó a capella.
Luego se dedicaron a su negro pasado. Terminaron como empezaron: a dúo. Ambas voces interpretaron Libro abierto, Tristes recuerdos y La puerta negra. Agradecieron a "una mujer valiosísima". Subió a la tarima la jefa del Gobierno capitalino, Rosario Robles, quien dijo: "En nombre del Gobierno de la Ciudad de México sean bienvenidas". Abrazó a las artistas.
Seguía el turno de Santa Sabina. Rita Guerrero, líder y símbolo del grupo, salió vestida como vampira, toda de negro. La falda era trasparente, el viento que se filtraba por la abertura de ésta desnudaba unos muslos bien torneados. A su arribo lanzó el grito: "Viva el Ejército Zapatista de Liberación Nacional".
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Ella es Rita. Baila con su particular estilo. Avienta flores a la gente. Se acomoda la pantaleta. Estrena la canción Mar dentro de la sangre, nombre que también da título a la más reciente producción de la banda. En esta ocasión no hubo slam dance, pero cuando le dedicó una rola a las mujeres zapatistas los brincos de un sector del público no se hicieron esperar.
Una policía del Grupo Femenil trata de conseguir infructuosamente un autógrafo de la diva. Todos piden la canción Chicle, pero ésta vino hasta el encore y con dedicatoria para Rosario Robles.
No hubo que esperar mucho tiempo para que apareciera Ely Guerra en el segundo escenario equidistante. Sale vestida con el color de los poetas: de verde. Toca la guitarra acústica y demuestra que no hay mujer más sensual que una mujer tocando la lira. Canta, grita, desgarra su voz. Se lleva las manos al abdomen, levanta un poco su corto vestido, cambia la guitarra acústica por una eléctrica de color rosa. El bajo de cinco cuerdas, la segunda guitarra, los teclados y la batería suenan potentísimos cuando interpreta Lágrimas de agua salada. El público le aplaude.
Sigue Angel de fuego. Algunas voces, las menos, la acompañan. Sigue la sensualona rola Yo no, pero al interpretar la canción neosicodelia Tengo frío, en donde más de uno se apuntaron para darle cobijo, la gente ya estaba prendida. Un grito ininteligible del público y Ely dice: "Yo soy de esas que mueren de amor", cosa que puso loquitos a los hombres y a unas cuantas mujeres.
Antes de que las estrellas sucederán al sol salió a escena "la discretita" Astrid Haddad, con uno de sus pintorescos vestidos amplios. Para la ocasión preparó uno con imágenes de la Virgen de Guadalupe. Ella y sus Tarzaneros fueron los primeros que pusieron a bailar y aplaudir a todos. Luego salió Eugenia León... La verdadera fiesta comenzaba.
Fue un concierto en el que cada quien tuvo su público, en el que se prendieron más con unas que con otras, y al final faltaban de actuar: el Grupo Aché y la Orquesta México Anacaona para que mujeres y hombres pulieran la plancha del Zócalo al son de salsa y merengue. Era cuando el sol estaba más cerca de su nadir que de su cenit.