Guillermo Almeyra
La izquierda real
El excelente artículo de Pablo González Casanova "La nueva izquierda" (La Jornada, 9 de marzo) creo que podría servir como manual para identificar los genes de una izquierda real en nuestro tiempo, donde se entremezclan los escombros del "socialismo realmente existente" (o sea, del seudosocialismo burocrático que contradice al socialismo) con los de la socialdemocracia y la "tercera vía" entre ésta y la política del capital trasnacional.
En efecto, me parece esencial recordar, como lo hace el autor, 1) que siguen existiendo el colonialismo y el imperialismo y que la dominación de éste se ejerce en cada país por medio de los sectores dominantes de las clases explotadoras y no sólo por los extranjeros, 2) no olvidar que una izquierda social debe ser antidogmática y crítica, sobre todo respecto a su propia teoría y su propia acción, 3) revalorizar la subsistencia (y ampliación mundial) de la lucha de clases, 4) establecer claramente el nexo entre el pluralismo y la democracia y entre ambos y el socialismo, 5) insistir en que el poder no se "toma", sino que se construye y se desarrolla, objetiva y subjetivamente, 6) subrayar la necesidad del conocimiento histórico, humanístico y de la ética en la política, 7) destacar la necesidad de unir en las luchas "lo mejor de las distintas corrientes socialistas, democráticas y de liberación nacional". A estos siete puntos fundamentales, les agregaría: 8) una visión internacional, mundializada, que permita sentir como propias las ofensas que el capital financiero y sus organizaciones e instrumentos infligen diariamente a los explotados y oprimidos de cualquier parte del mundo y, por consiguiente, permita también comprender su resistencia, aprender de sus experiencias. Y les añadiría, igualmente, 9) tanto la necesidad de educar en un profundo espíritu antiburocrático e igualitario que combata hasta donde sea posible la separación entre "los que saben" y "los que aplican", la formación de aparatos, la delegación del poder de decidir, como 10) la comprensión cabal de la necesidad, para ganar credibilidad en el presente y construir un futuro libre de dogmas y de infamias, de hacer un real balance del pasado de la izquierda, de su degeneración socialdemocrática o stalinista, de su aceptación de los principales valores y conceptos capitalistas.
A fines de los años sesenta y comienzos de los setenta comenzó a surgir, en escala internacional, la nueva izquierda que estudia González Casanova. Pero lo hizo aún confusa, con dogmatismos nuevos y viejos, derivados de su reconocimiento de los movimientos de liberación nacional (y, en primer lugar, de la revolución cubana), de la revolución cultural china y el maoísmo e incluso de la visión libresca, veteroleninista y veterotrotskista de la IV Internacional, la cual había sido capaz de luchar durante décadas contra la degeneración stalinista y por el internacionalismo pero no supo comprender cabalmente la nueva fase resultante, a la vez, de la ola de liberación nacional y de la reconstrucción del capitalismo en la Segunda Posguerra. Por ello esa nueva izquierda no pudo aparecer como una alternativa ni en la crisis en los países del "socialismo real" (despolitizados, desmoralizados y alejados del socialismo por sus opresores "socialistas") ni a la crisis de los partidos tradicionales de masa, que se adaptaron al liberalismo. Quedó así un vacío, que en los noventa empezaron a llenar algunos movimientos con sus acciones que llevaban en su seno una gran necesidad de teoría. Ellos empujaron a sectores muy disímiles, y hasta contrapuestos, a una acción común, como en la resistencia en Seattle a la reunión de la OMC, e incluso a buscar una comprensión básica compartida (respetuosa del pluralismo) de la mundialización dirigida por el capital financiero. Asistimos así hoy a la necesidad de separar a Marx de sus sacerdotes, de recordar que la I Internacional era pluralista y unía movimientos sociales y partidos, de refundar el socialismo a partir de la experiencia y de las luchas, de restituir una base ética a la política transformada en politiquería, de recuperar la utopía y de recordar que las tareas democráticas de la Revolución Francesa aún no han sido realizadas. Más que nunca, en el terreno social y en el de las ideas, hay que separar pues a la izquierda real de la "izquierda del pan Bimbo", blanquita, sin forma, blanduzca y sin fibra, que se codea sin problemas con los Felipe González.