La Jornada sábado 11 de marzo de 2000

Luis González Souza
Chile en la mira

A veintisiete años de la inmolación de Salvador Allende; a diez años de casi extinguirse la pesadilla dictatorial de Pinochet, y a una semana de reaparecida con el regreso del Ƒex? dictador a Chile, esta nación inicia hoy otro gobierno encabezado por un socialista: Ricardo Lagos.

Son muchos los desafíos que afronta el nuevo gobierno de Lagos. Pero quizá sobresale el reto de despejar el enigma sobre las vías del cambio: Ƒcómo lograr un mejoramiento real de la sociedad sin necesidad de guerras ni golpes de Estado? Salvador Allende fue el primero en intentarlo seriamente, pero acabó "suicidado". Lo que sí logró, aparte de ensanchar los capítulos más dignos de la historia, fue una mayor precisión de dicho enigma: Ƒson suficientes los cambios electorales?

El síndrome de Allende ųo para el caso, el de John F. Kennedy en Estados Unidosų complica la respuesta. Hasta ahora, todo indica que la elección de nuevas autoridades no es garantía de un cambio progresista. Cuando este tipo de cambio avanza más de la cuenta ųde una cuenta dictatorialmente llevada por los beneficiarios del status quo- entonces aparece el fantasma de la muerte... por lo menos política.

Y entonces esta muerte, resumible en el engaño y la frustración del electorado, alimenta el síndrome del reformismo estéril, cuando no regresivo. Fácilmente podría llamársele el síndrome de Felipe González en España. U, hoy mismo, el síndrome de Tony Blair en Gran Bretaña, cuyo gobierno tuvo a bien liberar a Pinochet, sin importarle el correspondiente retroceso en la globalización de la justicia. En la propia Gran Bretaña, la detención del dictador durante dieciséis meses, había permitido un gran avance de la justicia global.

ƑPodrá el nuevo gobierno de Chile demostrar que la vía electoral sí es suficiente para el mejoramiento palpable de toda la sociedad? ƑLogrará superar el síndrome de Allende, lo mismo que el síndrome de Tony Blair? O por el contrario, Ƒdesembocará en un triunfo más de la politiquería, de la política sin ética, de la búsqueda del poder sólo por el gusto del poder y sólo para reciclar los vicios del viejo poder?

No lo sabemos. Lo que sí se antoja claro es que el camino hacia el mejoramiento de Chile necesariamente pasa por el enjuiciamiento moral de la sociedad (no sólo chilena), muchas veces más importante que el mejoramiento económico. Y sólo así podría por fin concluirse la transición de Chile a la democracia. A menos que ésta pueda llamarse así, aun estando hoy bajo la espada del golpismo (basta repasar la forma en que la jerarquía militar recibió en Chile al Ƒex? dictador).

De pilón, el enjuiciamiento del prohombre de los dictadores sería una vacuna, nada despreciable, contra la expansión del virus neofascista que ya apareció fuerte en la mismísima Austria, por lo pronto. Y desde luego, sería un importante reimpulso para la justicia global. Si el libertinaje del dinero no tiene fronteras, mucho menos debe tenerlas el ideal de justicia. Y si ésta no acabó de mundializarse por los cálculos politiqueros del gobierno británico, entonces que el propio Chile se encargue de hacer justicia... y de saldar las abultadas cuentas con su pasado pinochetista, harto vergonzante para la humanidad entera.

Socialista o no, el gobierno de Ricardo Lagos está en la mira de muchos, del mismo modo en que lo está la memoria de Salvador Allende. Más allá de viejas o nuevas utopías, nosotros nos conformamos con saber que, hoy en Chile, y acaso pronto en México, las elecciones sirven para que toda la sociedad en verdad mejore sin necesidad de balazos. Urge saber que una nueva sociedad, llámesele como sea, sí puede ser alumbrada por una nueva visión del poder y por un ejercicio noble del gobierno.

Obvio y lamentablemente, ni Pinochet ni sus secuaces transnacionales lo ven de esa manera. Todavía se aferran al poder de la fuerza bruta y a la fuerza del poder bestial. Y todo indica que no cambiarán hasta que no conozcan de cerca, eso de la justicia. Ni modo, pues: šRejas para Pinochet!

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