VIERNES 10 DE MARZO DE 2000

* Astillero *

* Julio Hernández López *

Ayer se realizaron dos movimientos importantes en la estrategia priísta que busca la conservación del poder. Por una parte, el presidente Zedillo ha preferido prescindir de los buenos servicios de su vocero, Fernando Lerdo de Tejada, para hacer que éste vuelva a los senderos partidistas y legislativos que son su verdadera pasión. Será, ahora, Lerdo de Tejada el coordinador de la campaña de Jesús Silva (Herzog) Flores y, además, estará plenamente enfilado para ser candidato a senador, probablemente por la vía plurinominal. Por otro lado, Marcos Bucio ha dejado de ser el estratégico secretario particular del candidato presidencial priísta para pasar a la oficina coordinadora de la comunicación social de ese partido.

 

Los dos movimientos ayudan a entender (por el tamaño político de las piezas que se han movido, y por los objetivos que les han sido impuestos) las preocupaciones centrales que ha producido el desarrollo de las dos principales campañas electorales priístas, la nacional y la metropolitana.

 

Si no hubiese problemas de tales tamaños, ni el presidente Zedillo ni el candidato Labastida enviarían a personas cercanas a sus afectos, que además les estaban produciendo buenos resultados en sus respectivas áreas, a cubrir huecos para los cuales debería suponerse que hubiese un alto número de cuadros políticos disponibles.

 

Pero en los dos terrenos han hecho agua de fea manera esas dos campañas: en la nacional, por el desánimo de quien era el titular de la cartera priísta, Ignacio Lara, quien añadió problemas de salud a su natural bajo perfil (pero no sólo él, de quien finalmente no se esperaba la conducción central de esa área, sino inclusive del propio vocero de la campaña, Fernando Solís Cámara, quien ha cometido pifias increíbles, como esa de referirse a su jefe, Francisco, como "Vicente Labastida" en una rueda de prensa); en lo capitalino, el abandono político que Silva (Herzog) Flores ha impreso a sus actividades, por un lado debido a su sostenido pleito con el dirigente priísta formal, Manuel Aguilera, y por otro, a causa de la dejadez que está demostrando, en la que pareciera decidido a no mover un dedo a su favor pues, a su entender, sería la estructura priísta la que le debería hacer todo para su presunto triunfo electoral.

El caso de Lerdo de Tejada puede ser, de los dos, el que mejores resultados produzca en lo inmediato (no porque Fernando sea mejor o peor que Bucio, sino porque ha sido en la campaña capitalina donde mayor abandono hay). El nuevo coordinador general de la campaña priísta por el gobierno de la capital del país ha sido asambleísta, diputado federal y presidente del comité directivo del PRI en el Distrito Federal. De por sí, y más en cuanto vocero y acompañante presidencial que fue, Lerdo de Tejada tiene relaciones políticas, económicas y sociales que le ayudarán a levantar la campaña de Silva (Herzog) Flores. Pero la ayuda sustancial provendrá de la tarea política de poner orden en las filas locales del tricolor. Ya que Aguilera y Silva (Herzog) Flores no pudieron llegar a acuerdos políticos, el mando supremo del priísmo ha decidido desprenderse de un funcionario que había hecho bien su trabajo (y vaya que si un encargo difícil podría haber era el de establecer relaciones entre los medios y un presidente poco comprensible para los periodistas) para enviarlo como jefe informal, como presidente partidista a la sombra, como El hombre del Presidente para el control de la campaña priísta en la capital.

 

Bucio, por su parte, es un labastidista de siempre (fue secretario particular del entonces gobernador de Sinaloa). Al igual que Lerdo de Tejada, su experiencia es política (actualmente es diputado federal), no mediática. Releva a un hombre también cercano al candidato presidencial, Ignacio Lara, que sin embargo no cumplió con las metas previstas. Y, además, se coloca en la posición adecuada para que sea prescindible la tarea del vocero, Solís Cámara, un hombre de todas las confianzas de Esteban Moctezuma que, sin embargo, no ha podido salir adelante con esa tarea de comunicación de la que, por lo demás, tampoco tenía mayor experiencia.

 

Los resultados de los movimientos hechos en la cúpula del sistema deberán verse en el corto plazo. El hombre del Presidente deberá meter orden en la campaña priísta y levantar de alguna manera sensata a Silva (Herzog) Flores. El hombre del candidato (que releva a un hombre del vicecandidato) deberá reorganizar la relación del PRI y de la campaña labastidista con los medios. Si no tienen éxito, ellos, y sus compañeros de partido, deberán estar dispuestos a seguir aprendiendo el difícil arte de ser oposición.

 

Una versión demasiado bien hecha

 

Según todas las versiones policiacas, quien fuera oficial mayor de la procuraduría federal de justicia, Manuel Izábal Villicaña, se habría suicidado debido a que le habían sido detectados de manera accidental unos cuantos centenares de miles de dólares cuyo origen lícito no habría podido demostrar.

 

Ya que cambiarían de lugar las cajas de seguridad, un banco (ni más ni menos que Citibank) habría invitado en tres ocasiones a Izábal a que pasara a recoger sus propiedades y las transfiriera a los nuevos sitios de resguardo. Como el oficial mayor no hacía caso (rara desidia en un asunto tan delicado, cuyos enredos le llevarían inclusive a quitarse la vida), los ejecutivos del banco abrieron la caja en presencia de un notario público y šOh, sorpresa! que se topan con 700 mil dólares.

 

Según las versiones de la procuraduría, tan inusual hecho habría de ser investigado y las primeras pesquisas le fueron encargadas al propio oficial mayor quien, al saber que estaba a punto de ser descubierto, prefirió quitarse la vida.

 

Esta historia de harakiri capitalino puede ser cierta, pero la experiencia cotidiana ha enseñado a los mexicanos (y más a los periodistas) a dudar de todo aquello que parezca demasiado creíble, demasiado preciso. Mucho más si se toma en cuenta que la historia del clan de los jorges (Carpizo y Madrazo) nunca ha estado exenta de incidentes de este tipo. Esa familia política (que ha caminado desde los cubículos jurídicos de la UNAM hacia la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Procuraduría General de la República) ha estado teñida con frecuencia por la duda fundamentada. Uno de sus miembros fue Mario Ruiz Massieu, quien llegó a tener 13 millones de dólares en bancos y quien desapareció misteriosamente, mediante un presunto suicidio todavía lleno de intrigas. Ahora, otro distinguido miembro del grupo de Carpizo, Madrazo y Ruiz Massieu, el oficial mayor Izábal Villicaña, vuelve a hacer luz sobre los fondos en los que se mueve esa facción de abogados.

 

Puede ser infundada y exagerada la sospecha que a algunos quisquillosos provoca la historia perfecta de la muerte de Izábal (una historia demasiado bien planchada), pero lo que no está en absoluto fuera de lugar es preguntarse si esta nación en llamas merece seguir manteniendo en cargos tan delicados como la procuración de justicia a miembros de un clan de peculiares afinidades que tantas muestras de corrupción e ineficacia ha dado.

 

Astillas: En Puebla, Vicente Fox incitó a los asistentes a un acto con universitarios contra el trabajo de los periodistas, quienes por ello recibieron insultos, abucheos y hasta agresiones físicas. Con ese antecedente, es absolutamente seguro que en cuanto se reúna con gente de los medios de comunicación, el panista los elogiará al extremo y los colmará de miel blanquiazul... Ahora fue Cuauhtémoc Cárdenas quien sufrió las presiones y marrullerías de Víctor Cervera Pacheco, el presidente del PRI yucateco que en sus ratos libres (que ya van para diez años) funge como gobernador del estado.

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