JUEVES 9 DE MARZO DE 2000
* Sergio Zermeño *
UNAM: vigilar y castigar
Hay confrontaciones políticas y
procesos sociales que dejan
amargura para todos sus actores. En esta semana, dos sucesos del dominio público han evidenciado el ambiente de pesadumbre, de declaración preparatoria, de campo de provocaciones y de franca confusión que flota en las facultades y escuelas de la UNAM.
Un grupo del CGH pide la liberación de sus compañeros extendiendo una manta durante el partido de los pumas en el estadio de CU; el público circundante los repudia, les avienta cerveza y todo tipo de objetos, un estudiante se desnuda en protesta; acto seguido, unos cien integrantes de una policía, de sorpresiva adscripción, ingresan al graderío con el beneplácito del público, detienen a los cegehacheros, los expulsan del estadio y amenazan con levantarles actas.
Uniformados deteniendo a estudiantes en los estadios: imagen repugnante, máxime para quienes vimos esa noche, en Séptimo Día, el documental sobre los años que siguieron al golpe de Pinochet.
Segunda imagen: cámaras escondidas en rectoría graban a estudiantes que se esconden a su vez de esas cámaras detrás de pasamontañas.
Parecía que los presos estaban siendo liberados y que, con pesadumbre o sin ella, las actividades se normalizaban en la UNAM cuando (como ha sido la historia de todo este movimiento), un grupo de estudiantes, en medio de un grupo de estudiantes y padres de familia, convierte una manifestación frente a la rectoría en una toma de la rectoría (šincreíble que una poderosa puerta con los barrotes que conocemos, esté resguardada con una cadena que cede con veinte seguetazos, y que todo eso conduzca a un castigo ejemplar: ningún universitario recibirá su salario (para ya no hablar de la nueva andanada de actas por despojo). Uno se pregunta: Ƒpor qué algunos estudiantes que acaban de ser liberados vuelven a tomar parte en un acto así?
Ha pasado un mes desde que la policía tomó las instalaciones de la UNAM y el ambiente no mejora.
Muchos estudiantes han sido poco a poco liberados, pero eso no parece aliviar las cosas. Los antiparistas y los no paristas se han abstenido de mostrar euforia, no hay sensación de triunfo, nadie ha repetido el error de llevar mariachis al campus.
Para los paristas y los ex paristas, la palabra traición de plano parece pequeña y la sensación de derrota, por ahora inconfesable, se adivina en medio de la amargura por las muestras de retraimiento, de no querer volver a compartir ningún espacio, ni congreso ni nada, con sus demás compañeros, ni qué decir con las autoridades.
Se llevó a cabo legítimamente un plebiscito frente a la intransigencia.
Pero la manera en que fueron empleados sus resultados dio paso a un empleo amañado del derecho en sustitución del empleo adecuado de la política, y las cosas desde entonces en el campus tienen un desagradable sabor a PGR.
Es decir, los actore del conflicto no existen. Existe una posición que dice que los estudiantes y algunos profesores han infringido las reglas y por eso están en la cárcel, o pueden ir a la cárcel.
Si todos aceptan los términos de este regreso sin gloria sólo tendrán que purgarse algunas penas y luego todos serán perdonados. Las demandas del conflicto ya no existen según esto y los medios de comunicación se han encargado de dejarlo claro:
"Los estudiantes ya ganaron, Ƒqué más quieren?". Con estas pretensiones legalistas hemos regresado al empantanamiento de siempre, sólo que ahora el lodo lo tenemos mucho más arriba.
Muchos universitarios nos hemos cansado de repetir que este no es el camino, que en realidad, con el empleo ilegítimo del plebiscito y de los medios, se ha querido eludir el núcleo central de este movimiento que es, por enésima vez: la lucha por un mejor subsidio a la educación superior para que sea posible, de esa manera, elevar la calidad de la enseñanza y ampliar un poco la matrícula (todo ello ha de acompañarse, por razones elementales de justicia social en nuestra época, con la gratitud de todas las modalidades de la educación pública).
Si habrá reencuentro entre universitarios será discutiendo estos temas, todo lo demás abona el terreno para las salidas desesperadas y las provocaciones, sobre todo ahora, con este rencor de los derrotados por el mal uso de las leyes, y ahora que en las encuestas comienza a irle muy mal a los candidatos del PRI en la ciudad y en el país.