JUEVES 9 DE MARZO DE 2000

El que ríe al último

* Jean Meyer *

RIE MEJOR. EN ROMA, monseñor Girolamo Prigione no intentó disimular lo contento que lo hacía la noticia de la salida de México de su sucesor, el nuncio Justo Mullor. Tampoco lo intentaron algunos políticos mexicanos que se encontraban aquel 11 de febrero en Roma o en México. ''Victoria para nosotros'', dictaminaron, quizá de manera apresurada. Veamos.

A falta de información privilegiada, uno puede aceptar la hipótesis de que don Justo ''perdió la batalla ante un grupo de cardenales, obispos y religiosos mexicanos y latinoamericanos, conocido como el club de Roma'', conocido también por su línea retrógrada. La misma hipótesis, la de la derrota, se puede completar con la tesis de la alianza de hecho de dicho grupo con un gobierno mexicano descontento para con el nuncio. Esa alianza reproduciría, de cierta manera, la mancuerna del 93 entre el nuncio Prigione y el secretario de Gobernación, el ex gobernador de Chiapas, Patrocinio González Garrido, contra don Samuel. Indudablemente, pudimos notar la satisfacción de ciertos prelados mexicanos aquí y allá, y la de ciertos políticos mexicanos, a ambos lados del mar.

Todo eso es cierto, como es cierto que no faltaron políticos para acusar al nuncio de hacer propaganda panista a favor de Fox, y eclesiásticos para acusarlo de ser izquierdista, defensor de la diócesis de San Cristóbal, ergo de Marcos, y propagandista, para las elecciones a gobernador de Chiapas, del dos veces anatema Pablo Salazar; una vez porque se salió del PRI, otra vez porque es protestante. Efectivamente, me consta que don Justo era capaz de ponderar las cosas, de criticar y alabar a don Samuel, de señalar que Pablo Salazar podría ser un buen gobernador y la solución política para Chiapas. Al decir eso, el nuncio demostraba ser un hombre inteligente, conocedor del terreno y generoso. Si por eso lo derrotaron, toda la honra sería para él.

La otra hipótesis es que no se puede hablar de derrota. En los menos de tres años que pasó en México, don Justo aplicó al pie de la letra su programa: ser más pastor que político, todo lo contrario de monseñor Prigione, que no vive más que por la política y la diplomacia y que había hecho de la nunciatura uno de los nexos de la vida política mexicana. Mullor trabajó también para devolverle su libertad y su autoridad a la conferencia episcopal, tan mangoneada por el nuncio precedente. Otro de sus méritos fue el de convencer a don Samuel de adoptar una línea y un tono menos agresivo para, a su vez, convencer al gobierno de no ver en él el enemigo público número uno. No actuó de otra manera en el asunto espinoso de la sucesión episcopal y si fracasó, no fue su culpa, sino la de los principales interesados: Ƒpor qué proclamar ''urbi et orbi'', desde la curia de la diócesis de San Cristóbal, antes de que Roma hubiese hablado, que Raúl Vera y nadie más sería, es más, ya era el sucesor automático de don Samuel? ƑQué no sabían esos señores eclesiásticos que si hay una cosa que Roma no ha tolerado nunca, a lo largo de los siglos, es que intenten torcerle el brazo? No sabían, no conocen la historia de su Iglesia. Lástima.

Lástima, porque el ataque, que en Roma alguien no dudó en calificar de ''infame'', de los vicarios generales de la diócesis contra don Justo, acusado de haber torpedeado a Raúl Vera, ergo a don Samuel (šcuando los defendía!), fue la gota que derramó el vaso. Cuando en Roma vieron que don Justo era no solamente atacado por el gobierno mexicano y por la derecha eclesiástica (por el asunto chiapaneco), sino también por la izquierda clerical (chiapaneca), entonces decidieron que su presencia en México era inútil y le dieron una indiscutible promoción como rector de la Pontificia Academia Eclesiástica, antesala de la diplomacia vaticana.

Con otra ventaja para Roma: la de poder mandar a México un argentino, el nuncio en Venezuela que ya había sufrido demasiados roces con el coronel-presidente Hugo Chávez. En Roma, se dice también que una persona de la calidad de Mullor es, ahora, más necesaria cerca de la Santa Sede que lejos. El Club de Roma bien podría descubrir algún día que hubiera sido mejor para él mantener a don Justo, allá, muy lejos en México. ''Ríe más él que ríe al último". *