JUEVES 9 DE MARZO DE 2000
* Margo Glantz *
ƑDónde quedó el cuerpo del delito?
Pinochet ha vuelto a casa en silla de ruedas, Ƒafásico, quizás alzheimeriano? El contacto con el suelo natal lo ha revivido, sin embargo, y como el Anteo mitológico que pelea contra Hércules, en el drama de Calderón de la Barca, parece decirnos: ''Tú lo verás cuando veas/ que cobro, en dando en el suelo,/ dobladas fuerzas". El suelo natal es un antídoto seguro contra la invalidez o la afasia, pero a condición de que quien vuelve a pisar o a tocar el suelo ''patrio'' ųcon sus muletas y sobre su silla de ruedasų sea sólo un dictador decrépito en otro suelo, el de los hospitales británicos, cuyo excelente sistema fue destruido por la Thatcher, la gran dama (de Hierro), esa dama a quien vimos departiendo amablemente en su apretado y tieso lenguaje inglés y como buena ama-de-casa-institutriz-británica con un Pinochet reblandecido que remojaba sus sandwichitos de pepino en el té con leche: Ƒversión magnificada e imperial del once chileno? Distinción elegante, cotidiana y doméstica ųcharmingų que la más neoliberal de las mujeres le otorgó al más ''democrático'' de los dictadores.
ƑSe dio don Augusto un golpe contra el suelo y por eso revivió?, Ƒse trata del mismo suelo que gracias a él vivió el golpe militar contra Allende, en 1973?, Ƒese golpe dado contra los otros cuerpos, los que aún conservan las marcas, los cuerpos de los torturados, o es el golpe a los cuerpos ausentes, los de los desaparecidos?
En un artículo publicado en la Revista de Crítica Cultural, en 1998, en Santiago de Chile, justamente cuando se cumplieron 25 años del Golpe, la narradora Diamela Eltit escribía:
''Me pregunto, Ƒcuál sería la manera posible de referirse a la historia política chilena cuando esta historia es a la vez personal, corporal, sin caer en el absorto vértigo testimonial o en el previsible ejercicio de construir una mirada distante sobre acontecimientos que radican caóticamente ųsin principio ni finų en la memoria y cuyas huellas perviven en una temporalidad transversal que, a menudo, asalta perceptiblemente en el presente. Pienso en cómo hablar cuando no se proviene de las ciencias sociales o de la política o de una disciplina particular que examine concienzudamente los hitos sociopolíticos y sus nexos. Pienso desde mi lugar literario, que quizá en la palabra 'golpe' pueda radicar una clave para aproximarse a esa historia, a la historia marcada por los acontecimientos del 11 de septiembre en Chile."
Y ojalá que en ese suelo chileno que tan bien parece sentarle a Pinochet, se tramite en una corte el juicio de desafuero contra el ex dictador, todavía senador vitalicio y Comandante Honorario de las Fuerzas Armadas, para que no sea únicamente el suelo patrio el que resienta el golpe. Desafuero basado en un exiguo testimonio: la desaparición documentada de 19 civiles y la ejecución de otros 53 ųšasí es, no se alcanza ni siquiera la cantidad de 100 cuerpos para atestiguar contra el dictador!ų. Como dice el abogado defensor Fernando Barros, para eximir a Pinochet de cualquier culpa, ''la reacción de las fuerzas armadas fue necesaria frente a una situación de caos político institucional".
El testigo, decía Paul Celan, en un poema donde los cuerpos ocupan poco espacio, porque se han convertido en cenizas: ''Nadie testimonia por el testigo".
Y por eso reflexiono sobre el significado de la amnistía, la amnistía que siempre absuelve o condena a los cuerpos. Transcribo las palabras de Hans Mayer, quien después del exterminio de los campos de concentración eligió llamarse Jean Améry:
''Mi resentimiento me ha ayudado a definir un hecho, la necesidad de lograr que el crimen se convierta en una realidad moral a los ojos del propio criminal, para que el malhechor se implique en la realidad de ese mismo crimen... Durante dos décadas de reflexión sobre lo que me pasó en Auschwitz, creo haber finalmente comprendido que el perdón o el olvido que provengan de una presión social son inmorales. La conciencia natural del tiempo se ha enraizado en el proceso fisiológico de la curación de la herida, y ésta forma parte de la representación social de la realidad... El hombre moral exige que el tiempo sea abolido, y en el caso que aquí nos interesa, exige que el criminal se identifique con su crimen."
El gesto triunfante del dictador cuando toca con su muleta el suelo ''patrio'' parece indicarnos que para este criminal, como para muchísimos otros, no es posible concebir que sus crímenes hayan sido crímenes, pues para el criminal y sus acólitos el crimen es simplemente ''una reacción contra un caos político institucional".