La Jornada miércoles 8 de marzo de 2000

Carlos Martínez García
Labastida y las iglesias

El traspaso de recursos humanos, en los que se invirtieron todo tipo de bienes del Estado, del gobierno federal hacia el equipo de campaña de Francisco Labastida, es una muestra clara de que la sana distancia entre la administración zedillista y el PRI fue un bonito lema, que dejó casi intacta la acostumbrada simbiosis entre el septuagenario partido y los gobiernos emanados de él. El tránsito de Genaro Jaimes, director general adjunto de Asociaciones Religiosas de la Secretaría de Gobernación, al nightmare team labastidista ejemplifica que la cúpula gubernamental está transfiriendo sus mejores cuadros al candidato priísta para reforzar una campaña urgida de refuerzos.

Por vez primera, los aspirantes a la Presidencia de la República tienen en su estrategia electoral establecer contacto directo con los líderes y feligreses de las distintas iglesias. Por lo menos su intención es hacerlo con la Iglesia católica, por supuesto, y las protestantes/evangélicas, que en conjunto representan entre 10 y 15 por ciento de la población mexicana. Que este último sector es considerado por uno de los candidatos: Fox, como muy importante, lo demuestra el hecho de que el ex gobernador de Guanajuato tiene a un presbiteriano como encargado de las relaciones con las iglesias evangélicas. Por eso, no es casual que hasta el momento es Fox quien más actos y reuniones ha tenido con líderes nacionales y regionales de las comunidades protestantes. Aunque en algunos de esos encuentros el panista ha tenido que aguantar consideraciones como la de uno de los dirigentes neopentecostales más importantes del país, quien criticó el mesianismo foxista y le recordó al guanajuatense que los evangélicos no tenían otro mesías más que a Jesucristo.

Consciente de que en un escenario electoral cerrado es importante atraerse todos los apoyos que sean posibles, Labastida incorporó a su equipo a Genaro Jaimes, quien tiene una larga experiencia en negociar con los liderazgos religiosos de la nación. Por su extensa permanencia en la subsecretaría de Asuntos Religiosos, que ha tenido más titulares que Chiapas gobernadores en el mismo lapso, Genaro Jaimes tiene contactos y relaciones tanto con la jerarquía de la Iglesia mayoritaria como con la pluralidad de quienes encabezan el diverso mundo que es el evangelicalismo mexicano y el de otras confesiones que no son protestantes, como los testigos de Jehová y los mormones. También tiene puentes con otros credos numéricamente pequeños, pero social y políticamente importantes, como lo son los grupos no católicos que confluyen en el Consejo Interreligioso de México. A esta agrupación pertenece el cardenal Norberto Rivera Carrera, y su participación en ella es presentada como apertura de la Iglesia católica hacia otras confesiones, en realidad, en el consejo se practica un ecumenismo light en el que no tienen cabida las que peyorativamente llaman sectas (que al mismo tiempo, por su activismo evangelizador, son las que más crecen y le están disputando a la Iglesia católica las preferencias religiosas de la ciudadanía).

Con la llegada de Genaro Jaimes al equipo de Labastida se van a intensificar los contactos con la cúpula clerical católica, y se van a poner en la agenda actos con agrupaciones evangélicas. Como precandidato, Francisco Labastida fue el único de los cuatro priístas que no se reunió con líderes nacionales evangélicos. Madrazo, Bartett y Roque sostuvieron varios encuentros con dirigentes cristianos no católicos. Por su parte, el sinaloense los eludió y con ello despertó cierta molestia entre el liderazgo protestante. En el seno de éste, el malestar se acrecentó por la comprobación de la cercanía de Labastida con el Club de Roma, parti-cularmente vía la persona del obispo Onésimo Cepeda. Los cristianos que no son guadalupanos vieron con igual desagrado el enarbolamiento que hizo Vicente Fox del estandarte con la imagen de la Virgen, y las subsecuentes declaraciones de Labastida en el sentido de que con ese acto se había usado políticamente un símbolo de todos los mexicanos. El aserto del candidato del PRI desconoció que el campo religioso del país es diverso, y que para un porcentaje creciente de mexicano(a)s la Guadalupana es un mito que no representa a la nación mexicana.

Sería un mal cálculo electoral de Labastida, y de cualquier otro candidato, creer que acrecentar sus buenas relaciones con los líderes religiosos le significaría mayores apoyos en el sufragio de los feligreses de los distintos credos hacia su candidatura. Por más que los altos clérigos católicos quieran hacer sentir su peso moral y dirección político-electoral entre el pueblo católico, está demostrado por infinidad de sondeos de opinión que la gran mayoría de los mexicano(a)s son reacios a recibir directrices en este terreno por parte de la sacerdocracia. En cuanto a los evangélicos, su alto grado de diversificación los hace terreno difícil para el corporativismo. En el México actual hay que ganarse el voto casi ciudadano por ciudadano