La Jornada miércoles 8 de marzo de 2000

Bernardo Bátiz Vázquez
El Tajín en peligro

La zona arqueológica del Tajín, ubicada en el municipio de Papantla, se ha convertido en el centro de un debate interesante. Por un lado, está el gobierno del estado, encabezado por un go- bernador que proviene del mundo del espectáculo, que se formó en el negocio de la diversión, y por el otro, las autoridades y habitantes del municipio, la sociedad civil, los indígenas totonacas de la región, las organizaciones no gubernamentales y algunos antropólogos e historiadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia.

Lo que el gobierno quiere, es celebrar durante una se- mana, en plena zona arqueológica, un festival llamado "Primavera 2000", que definen como una reunión en la que habrá reflexión "y cultura", en un campamento por "la paz y la alegría".

En el fondo, se trata de una promoción del turismo de aventura, que traerá a la zona, se calcula, unos siete mil visitantes, de los cuales dos mil quinientos se instalarán en campamentos in-situ.

El propósito, es en el fondo un negocio en el cual el atractivo es un folclor mistificado, del que están ausentes los grupos de auténticos "voladores de Papantla" oriundos del Municipio y los danzantes locales, que no se prestan a la maniobra, digna de Disneylandia; en cambio tendrá el acontecimiento, atractivos supuestamente "esotéricos", sin ninguna autenticidad cultural, y actos para satisfacer la curiosidad de los visitantes y atraer su atención y sus dólares.

El espíritu de la televisión comercial triunfa sobre la autenticidad y el respeto al patrimonio común, del que forman parte tanto el paisaje como los vestigios arqueológicos.

Por lo pronto, según ya lo están denunciando autoridades locales, trabajadores de INAH y otras personas, helicópteros, maquinaria pesada, camiones y camionetas han iniciado un proceso destructivo que los visitantes al festival milenarista podrían complementar, puesto que los asistentes que serán llevados al lugar por agencias de viajes especializadas serán en su mayoría extranjeros, que pagarán por su "diversión" y que ni tienen aprecio ni pueden tener respeto por un lugar considerado sagrado para los pueblos de Totonacapa, habitantes del lugar desde tiempos inmemoriales, y a quienes por supuesto no se les toma en cuenta si no es que como un elemento más de la curiosidad fotografiadora de los turistas.

Parece que el espíritu "emprendedor y visionario" de los gobernantes de Veracruz, ve en el planeado espectáculo "Primavera 2000" una fuente de recursos económicos, publicidad para el estado y fórmula para que los nativos de los rústicos poblados de las cercanías se incorporen a la globalización, o al menos la vean de cerca.

Las autoridades judiciales, por su parte, coincidentes con los deseos de los poderosos, se apresuraron, por razones formales, a negar el amparo interpuesto por quienes pretendieron acudir a ellas para evitar lo que ven como una violación a la Constitución, puesto que el go- bierno de Jalapa pasa lo mismo sobre autoridades muni- cipales, comisariados de tierras comunales y ejidales y consejos de ancianos, todos ellos representantes para los progresistas promotores de la fiesta, como reminiscencias del pasado.

La Justicia de la Unión no amparó ni protegió a quienes no contaron con abogados de lujo y experimentados en los vericuetos formalistas de la ley de la materia, o al menos con una buena recomendación.

Nuevamente, como en otros casos, es directamente el pueblo, ahora con sus autoridades locales al frente, el que tiene que defenderse solo, denunciar y reclamar la falta de sensibilidad y de respeto para sus creencias y patrimonio.

Para que haya "paz y alegría" en la zona, no sólo para los turistas de lujo que se esperan sino para todos, las autoridades deberían respetar los monumentos y paisajes declarados por la UNESCO como patrimonio de la humanidad y principalmente respetar costumbres y valores locales, que son mucho más que un set de televisión.

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