La Jornada domingo 5 de marzo de 2000

Angeles González Gamio
Arte en Palacio Nacional

La sede del máximo poder desde la época prehispánica ha sido el palacio del emperador Moctezuma que, tras la conquista, se tornó en Palacio Virreinal y actualmente Palacio Nacional. En estos días se ha convertido en museo, se supone que temporalmente, en tanto concluye la remodelación del Museo Nacional de Arte (Munal) para convertirlo en el magno ámbito del arte mexicano. En la parte del histórico palacio que aloja la exposición Una ventana al arte mexicano, recientemente concluyó el reacondicionamiento que padeció durante varios años para salvarlo del derrumbe que lo amenazaba, debido a severos hundimientos diferenciales.

En esa zona se encuentra también el Recinto a Juárez, que muestra, maravillosamente ambientadas, las habitaciones privadas del Benemérito, quien tuvo el buen gusto de vivir allí. También lo habitó el efímero presidente Mariano Arista quien, sin embargo, alcanzó a concluir la puerta de ese lado norte ųrazón por la cual se le conoce como la Puerta Marianaų, al igual que los cuatro patios a los que abre el acceso. Cabe recordar que fue el primer presidente en la historia de la República que recibió el poder pacíficamente, el 15 de enero de 1851. Empero, la desastrosa situación del país tras la guerra contra Estados Unidos, la miseria del erario y la falta de apoyo por parte del Congreso hicieron que presentara su renuncia dos años más tarde. Se le recuerda como un funcionario probo y amante de su patria.

El edificio se ha transformado al ritmo de la historia nacional, es vivo reflejo de México. Como mencionamos, ha pasado de elegante palacio prehispánico a la fortaleza almenada que edificó Hernán Cortés y fue adquirida por la corona española para fungir como Palacio Virreinal y, tras la Independencia, como Palacio Nacional. Su fisonomía se ha modificado en innumerables ocasiones, sin perder nunca representatividad, dignidad ni armonía con el entorno. El último cambio significativo fue a fines de los años 20 de nuestro siglo, cuando se le añadió el tercer piso.

Las antiguas oficinas, ahora muy bien restauradas, son un bello marco para apreciar las 379 obras de Una ventana al arte que, divididas en tres galerías, ocupan 4 mil metros cuadrados. Abarca pintura, escultura, gráfica y fotografía. La muestra se inicia en el siglo XVII y el discurso museográfico pasea al visitante por nuestro pasado virreinal, los avatares de la lucha independentista y las vicisitudes del siglo XIX, plasmadas en las visiones liberales y conservadoras de la producción académica. De nuestro siglo, que está por concluir, se exhiben obras magníficas que dan cuenta de las diferentes corrientes y vanguardias artísticas que lo singularizan.

La selección fue excelente, ya que de cada época y artista se muestra de lo mejor de su producción: Juan Correa, Baltazar de Echave, Luis Xuárez, Nicolás Rodríguez Chávez, Miguel Cabrera, Rafael Ximeno y Planes, José María Velasco, Juan Cordero, Hermenegildo Bustos, Angel Zárraga, David Alfaro Siqueiros, María Izquierdo, José Clemente Orozco, Rufino Tamayo, Tina Modotti y el Dr. Atl, entre otros.

Dentro de la noticia feliz, no hay que perder de vista que resulta lamentable que el Palacio Nacional, que junto a la Catedral Metropolitana y el Palacio del Ayuntamiento han representado a lo largo de nuestra historia los tres poderes: civil, religioso y municipal, esté convertido en sala de exposiciones. Lejanos están los tiempos en que don Benito Juárez, al concluir su responsabilidad presidencial, salía por las tardes a pasear en las calles de los alrededores, con Margarita Maza, su extraordinaria esposa. Ya no pedimos tanto, pero no podemos evitar soñar que algún día el presidente vuelva a trabajar en Palacio Nacional. Seguramente eso ayudaría a que se recuperara el Centro Histórico de la ciudad de México, uno de los más bellos del mundo, que ha merecido el nombramiento de patrimonio de la humanidad que otorga la UNESCO.

Mientras tanto, visitemos la magnífica exposición y después crucemos la hermosa Plaza de la Constitución, solazándonos con su grandeza, hasta llegar a la calle de 5 de Mayo y, en el número 57, en un soberbio edificio decimonónico sostenido por vigorosos atlantes, sentémonos a tomar un reconfortante aperitivo en el restaurante Los Mercaderes, para después degustar un chile poblano cubierto de hojaldre, que es una exquisitez, o si se prefiere, un buen corte de carne: los tienen excelentes. Aquí también hay historia, ya que algunos muros de tezontle pueden haber pertenecido a las inmensas casas de Hernán Cortés que se encontraban en ese lugar.

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