La Jornada domingo 5 de marzo de 2000

Antonio Gershenson
Recorte y precios petroleros

El recorte presupuestal es grotesco cuando el ingreso público aumenta muy por encima de la ridícula previsión oficial anunciada en noviembre pasado. Esta cifra se basa en un precio del crudo mexicano exportable de 16 dólares por barril, según la Ley de Ingresos. Incluso el modesto cambio introducido por los diputados, a 16.50 dólares, con gran enojo por parte de funcionarios del Ejecutivo, se quedó corto frente a la realidad.

En efecto, vemos de los datos de Pemex que en el mismo mes de noviembre del año pasado, en que se mandó al Congreso la "previsión", el ingreso extraordinario derivado de la diferencia entre el precio real y el "previsto" para el año pasado, fue de 5 mil 400 millones de pesos. El monto de la diferencia entre la propuesta de la mayoría de los diputados y la original del gobierno, de 14 mil millones de pesos, fue rebasado para el mes de enero, sumando el ingreso extraordinario de esos tres meses, 14.3 mil millones de pesos. Agregando un estimado para febrero, sobre la base de los precios de los crudos de referencia en ese mes, llegamos a un ingreso excedente que se acerca a los 18 mil millones de pesos.

Por si fuera poco, el líder del PRI en la Cámara de Diputados amenaza con nuevos recortes si baja el precio del petróleo. Si esa baja la supone frente a los precios actuales, es ridículo que eso se tome como pretexto para dar salida a ese afán compulsivo por volver a usar la tijera presupuestal, porque el precio publicado el día en que esto se escribe, viernes 3, es superior a esa fantasía que ellos, levantando el dedo, elevaron al rango de previsión oficial, en 70 por ciento. Aun con una fuerte baja, seguiría implicando ingresos excedentes. Y si se supone que haya una baja frente a esa supuesta previsión, eso sólo refleja una absoluta ignorancia sobre lo que es la realidad del mercado petrolero, o bien, un intento por asustar con un "ahí viene el coco" ajustado al tema de actualidad.

Preocupa la poca objetividad que implica la medida en el plano político. Ese recorte no favorece la imagen del gobierno. Disminuyen la inversión, el empleo, los servicios públicos, etcétera. Se le da más importancia a querer desprestigiar a los partidos de oposición echándoles la culpa de su propia medida, que a pretender cuidar la imagen del gobierno, que no anda bien: hasta el candidato presidencial del PRI dice que hay que cambiar las cosas, aunque provenga del mismo gobierno, en el que fue secretario de Gobernación.

Mientras Hacienda recorta, en la Secretaría de Energía pasa a un primer plano la preocupación por evitar que los precios de nuestro primer producto de exportación sigan tan altos. ƑPor fin? Los precios altos, al cabo de un tiempo y bajo ciertas condiciones, propician la entrada a la producción de petróleo de nuevas zonas, nuevas empresas, nuevos yacimientos; y que también propician una menor demanda de los importadores, factores ambos que, al cabo de otro tiempo, causan una caída de precios. Esto debe verse con una óptica de más largo plazo. Pero en el caso que vemos se abordan para plazos muy cortos, con una preocupación activada desde el momento en que el secretario de Energía de los Estados Unidos vino, según dijo, a visitar a unos parientes en Cuernavaca, aunque luego salió fotografiado junto con su homólogo mexicano al final de una reunión de una hora.

El elemento político más importante que caracteriza a este periodo de aumento sostenido de los precios petroleros es la concertación de esfuerzos entre los principales países exportadores de petróleo. Los países que están en los acuerdos tienen las tres cuartas partes de las exportaciones mundiales de petróleo crudo. Los otros países no tienen posibilidad de aumentar su producción a un punto que contrarreste las limitaciones acordadas a la producción de este energético. Cada día los inventarios en los depósitos petroleros del mundo se reducen en dos millones de barriles, a pesar de que aumenta el porcentaje de incumplimiento de los acuerdos. Es fundamental que las medidas que se adopten por los productores lo sean de manera concertada y de común acuerdo. Si México se suma, o peor aún, inicia lo que en los hechos sería una guerra de precios que no puede ganar, volverá a perder, como en 1986, no sólo el ingreso derivado de un precio más favorable, sino una parte de su mercado actual. Es fundamental que se desmienta o, en su caso, se descarte, la posibilidad de "tomar un camino solitario" de la que se habla en un cable noticioso.