La Jornada domingo 5 de marzo de 2000

Orlando Delgado Selley
La banca comercial, a ocho años de privatización/ IV

Ambos factores pudieron ser evitados por las autoridades, si se hubiera actuado con oportunidad, lo que pudo perfectamente hacerse, ya que la información sobre alteraciones en la contabilidad de algunos bancos era ampliamente conocida en el medio bancario. De modo que si no se actuó fue por que no se quiso; y no se quiso, debido a que había cuestiones que proteger. Lo que sí se hizo fue tratar de evitar la insolvencia del sistema bancario en su conjunto, impedir "un colapso sistémico". La formulación misma ya contiene una definición del énfasis colocado en la recuperación de los bancos, más que en los deudores, muchos de los cuales eran propietarios de pequeñas y medianas empresas.

Por ello, del paquete inicial de medidas establecidas por el gobierno para tratar de controlar la situación, la mayor parte se orientó a la gestión bancaria; así, se buscó fortalecer el marco regulatorio, se instauró un programa de capitalización temporal de los bancos (el Procapte), se les otorgaron créditos en dólares para que pudieran enfrentar sus pasivos en esa moneda, canalizados a través del Fobaproa, se intervinieron otras seis instituciones (Banpaís, Banco Obrero, Banco de Oriente, Banco del Centro, Inverlat y Banco Interestatal, de reciente creación) y se inició el tristemente célebre programa de compra de cartera a cambio de capital, con base en una regla de aplicación casuística de dos de cartera por uno de capital, contra pagarés a 10 años, a una tasa de interés equivalente a Cetes a tres meses más un punto en promedio durante la vida del papel, emitidos por Fobaproa.

Gracias a estas acciones, la situación a diciembre de 1995 era ciertamente difícil, aunque no alarmante: el índice de cartera vencida fue de 12.3 por ciento, descontando la cartera comprada a Serfin, Probursa (hoy BBV), Atlántico, Promex, Bital, Bancrecer y Banoro, equivalente a otros 6.3 puntos porcentuales ($68 mil 516 millones). El estado de resultados, por ejemplo, mostraba que el margen financiero seguía siendo suficiente para hacerse cargo de todos los gastos de operación, generando utilidades netas que, aunque menores en términos nominales que las de 1994, alcanzaron $3 mil 256 millones.

En 1996, la situación empeoró significativamente, pero ello se ocultó gracias a los programas implementados: en el Boletín Estadístico de Banca Múltiple en la Comisión Nacional Bancaria de diciembre de 1996 se decía que "se redujo significativamente el ritmo de crecimiento de la cartera vencida del sistema total, de 24.4 por ciento anual en 1995, a 2.5 por ciento en 1996, explicado en parte por el saneamiento a través del programa de las ventas de cartera". La realidad era que, en efecto, la cartera vencida pasó de $46 mil 326 a $47 mil 503, solamente en los bancos que no estaban intervenidos o en situación especial, pero para estos mismos las ventas de cartera a Fobaproa crecieron $98 mil 393 millones; así, la cartera vencida verdadera pasó de $114 mil 842 millones a $214 mil 412, lo que significa un crecimiento de 86.7 por ciento, sin considerar los bancos intervenidos y en situación especial. De contar con esta información, el incremento observado se elevaría significativamente.

Por su parte, el margen financiero, descontadas las afectaciones para provisiones para la cartera vencida, resultó de apenas $5 mil 531 millones, los que fueron insuficientes para cubrir el diferencial entre los gastos de operación y los ingresos y comisiones por servicios, provocando pérdidas netas de prácticamente $7 mil 500 millones. En este ejercicio empezó a aparecer un dato que se iría haciendo cada vez más importante: los ingresos por operaciones distintas al crédito fueron superiores en $29 mil 496 millones.

El financiamiento de la banca comercial al sector privado se desplomó; en 1995 se redujo 33.6 por ciento en términos reales respecto al año anterior, y en 1996 lo hizo en 35.3 por ciento, una caída acumulada de 53 por ciento, esto es, menos de la mitad de lo prestado en 1994. Junto con estos resultados, la autoridad reforzó los requerimientos de provisiones preventivas para riesgos crediticios, así como el índice de capitalización, obligando a los bancos comerciales a destinar proporciones importantes de sus ingresos para cumplir con estos requerimientos.

En 1997, los pasivos del Fobaproa con los bancos en situación normal llegaron a $229 mil 495 millones, lo que significó un incremento de 27 por ciento, aunado al saldo de la cartera vencida de $79 mil 155 millones, alcanzó 43 por ciento de la cartera total de la banca comercial, cifra que muestra el tamaño del problema crediticio: Tanto 1996 como 1997, desde el punto de vista de los resultados macroeconómicos, fueron buenos años, con un crecimiento del PIB de 5.1 y 7 por ciento, lo que, sin embargo, fue notoriamente insuficiente para revertir la tendencia al deterioro de los créditos otorgados por la banca a sus usuarios, tanto empresas como particulares.

Pese a esto, los resultados fueron mucho mejores, al grado de generar utilidades netas, ciertamente muy limitadas, pero revirtiendo los resultados negativos del ejercicio anterior. En ello, el dato fundamental siguió siendo el cambio en la estructura de los ingresos, en donde los recursos por las operaciones crediticias perdieron significación, a cambio de un aumento en los obtenidos por servicios y por operaciones de intermediación y reportos. Precisamente por esto, la nueva reducción de 15.6 por ciento en el financiamiento a particulares no impactó la generación de ganancias.