* Carlos Monsiváis *
Los jueces instantáneos
Una especie se extiende impulsada por los acontecimientos de la UNAM: los jueces instantáneos, los ministerios públicos virtuales que en todo momento llevan firmadas las condenas del subversivo o del reaccionario y sólo por cortesía preguntan nombre del sentenciado. De perspectivas opuestas unificadas casi siempre por la desinformación, los jueces instantáneos se especializan en la posesión de la Ultima Palabra.
En su columna de "El Angel" (Reforma, 27 de febrero de 2000), Christopher Domínguez Michael la emprende contra el ex rector Pablo González Casanova (''Y no sé dónde le viene el Don. La pobreza de su bibliografía contrasta con el trato patriarcal que recibe. La democracia en México (1965) es una tesina cuyo crédito sonroja''), y contra dos casos ''alarmantes'': el de Elena Poniatowska y el mío, que coincidimos con la actitud de Martín Luis Guzmán en 1968. ''Hegeliano, Guzmán creía en el Estado como espíritu absoluto y presente perpetuo'', asegura Domínguez, y continúa: ''Enamorados del mito de la eterna juventud, Monsiváis y Poniatowska creen en el joven como espíritu absoluto y presente perpetuo''. Ignoro de qué Hegel para principiantes o de qué fenomenología del espíritu judicial extrajo tales conclusiones. El gran escritor Martín Luis Guzmán, en junio de 1969 (no de 1968), en el Día de la Libertad de Prensa, elogió sin término al presidente Gustavo Díaz Ordaz por su eficacia para resolver el conflicto del 68 y, tal vez para contrariar a los aficionados a manuales preparatorianos de filosofía, en ningún momento habló del Estado ni le imprimió vuelo dialéctico a un documento de tristes rasgos zalameros. Así también no sé en qué textos se inspira Domínguez para descubrir mi enamoramiento ''del mito de la eterna juventud''. No en lo escrito por mí desde luego. ƑDe dónde aparte de su necesidad de asombrarse ante sus hallazgos y producir a la vez filosofemas y ''órdenes de arresto moral'', extrae Domínguez que activamos ''el absoluto de la eterna juventud''? Tal vez inspirado por la sapiencia jurídica de la PGR en el conflicto de la UNAM, Domínguez me atribuye el siguiente despropósito: ''El presente histórico desaparece ante el Joven Estudiante, paradigma de la justicia, de la caridad desinteresada y hasta del sano desmadre. En él se manifiesta la ternura filial y la esperanza en la justicia para todos los condenados''.
Muy conmovedora la caricatura, aunque el sustento es la falsedad y las ganas de inventar. Ya encarrerado en su prosa automática, Domínguez sienta plaza de exterminador de la ''izquierda divina''. Según él, así he razonado: "su mitología (del Joven Estudiante), su ser-en-sí, lo libera de la historia, de la separación de poderes, de las normas más elementales de convivencia democrática que, eso sí, exigimos a diario y con lupa, al Estado. No importan los agravios sufridos personalmente como en el caso de Monsiváis: al Joven se le concede la amnistía en nombre de la eternidad de su condición''. Reviso mis artículos y no encuentro una sola referencia ni remota a la condición impoluta del Joven Estudiante. Sí, en cambio, críticas al CGH (''El Consejo General de Huelga, desde mi perspectiva, compartida por muchos, cometió errores, pero este negarse a las evidencias de sus triunfos, estos alambres que defendían la mesa de debates en el auditorio Che Guevara, no son penalizables que se sepa...''. (La Jornada, 14 de febrero de 2000). O esta caracterización: ''El CGH no ha sido homogéneo, y como muchos lo señalamos en diversos momentos, allí se cometieron lo que he considerado errores muy costosos: intolerancia, expulsión de participantes, anti-intelectualismo, sectarismo, arrogancia de propietarios, empobrecimiento del discurso, etcétera. (La Jornada, 8 de febrero). Y separándome de los homenajes al Joven en Sí para Sí y desde Sí que Domínguez me endilga, en una carta al rector Juan Ramón de la Fuente, afirmé: ''(La defensa de los presos) no significa validar el discurso y muchos de los procedimientos del CGH: tan sólo proponerse enmendar desde la sociedad y desde la comunidad universitaria los errores, las intemperancias y las inmoralidades del régimen''. (La Jornada, 11 de febrero). ƑPor qué entonces quiere traspasarme Domínguez sus metafisiqueos? Quizás ya tenía escrito el artículo y sólo faltaban los nombres.
En otra columna ("La hipocresía de la izquierda divina", en Reforma, 13 de febrero de 2000), Domínguez describe la entrada de la policía en Ciudad Universitaria: "El domingo pasado, el Estado mexicano, con todo y sus taras monstruosas, demostró ser capaz de aplicar la ley sin violar las garantías individuales". Haberlo dicho. Y por eso Domínguez se extasía: "... el discurso dominical del Presidente Zedillo (del 6 de febrero) me pareció magnífico". No lo dudo, pero los procedimientos judiciales fueron lamentables, no muy atentos a las garantías constitucionales y muy seguros en su atribución por lo menos irresponsable de cargos que no han podido sustentar. Domínguez mientras me culpabiliza con la única prueba de su soliloquio y no con lo que sí publiqué, se permite el siguiente párrafo:
Y la gran contribución del CGH a nuestra "democracia bárbara" es haber devuelto al imaginario social la identificación diazordacista entre estudiante y delincuente.
ƑEstá seguro Domínguez? ƑCuál fue su método al levantar la encuesta en el imaginario social? ƑAsí que hoy, gracias al CGH, tan consultable imaginario identifica a estudiante y delincuente? Por lo visto, en este hegelianismo de bolsillo la "eternidad de la condición del Joven Estudiante" es penitenciaria. Ocupado en atacar a los juvenilistas, Domínguez se adapta a la perfección a los "senilistas" y ųni siquiera los mencionaų no le incomodan en lo mínimo los cargos de peligrosidad social, terrorismo y motín enderezados contra los estudiantes que por serlo resultan delincuentes. Si se hubiera tomado la molestia de leerme (algo difícil, lo sé, es más fácil condenarme de antemano, lo que además se presta para el uso de la piedra filosofal en tres compases y lluvia de absolutos) Domínguez advertiría que en ningún momento defendí a los jóvenes como tales, tan sólo me opuse y me opongo a la aplicación irracional de la ley. Las garantías constitucionales, tan respetadas por el gobierno según Domínguez, no obstaculizaron el intento ominoso de aplicar el primer párrafo del artículo 20 constitucional: "En caso de delitos no graves, a solicitud del Ministerio Público, el juez podrá negar la libertad provisional, cuando el inculpado haya sido condenado con anterioridad por algún delito calificado como grave por la ley o cuando el Ministerio Público aporte elementos al juez para establecer que la libertad del inculpado representa, por su conducta precedente o por las circunstancias y características de delito cometido, un riesgo para el ofendido o para la sociedad".
ƑLa "peligrosidad social" de un movimiento es el "absoluto" de los paradigmas? Al hacer de su presente la defensa cerrada del pasado y el presente de procedimientos lamentables del gobierno, Domínguez elogia "la represión que no causó un rasguño". Las detenidas y los detenidos tal vez tengan una idea diferente de lo ocurrido, pero a Domínguez le dan igual los encarcelamientos. No se admite lo obvio: fue el poder judicial el que absolvió de antemano a los responsables de hechos ilícitos al condenarlos a todos en bloque y con cargos grotescos. Insisto: muy especialmente a la UNAM, daña la existencia de presos a los que les concede el adjetivo de políticos la frivolidad solemne de las autoridades, que quitan y ponen cargos, y juegan con términos como terrorismo, sabotaje, peligrosidad social y motín. Repito una declaración a Excélsior (20 de febrero) del procurador Jorge Madrazo Cuéllar: "Cada vez que uno oye hablar de terrorismo piensa a lo mejor en la ETA, en los ataques al FBI en distintos lugares del mundo, en bombas. Pero si uno lee la descripción del tipo penal de terrorismo pues podría caber lo que sucedió fundamentalmente el 1o. de febrero (en la Preparatoria 3). Aquí el tema era cómo caracterizar y cómo entender la expresión alarma social, hechos que generan la alarma social''.
"Desde nuestro punto de vista sí generaron una alarma social, pero Ƒqué fue lo que sucedió? Ƒcómo dos jueces distintos han tenido conocimiento de estos mismos hechos, mientras la juez segunda dijo: 'Sí, sí hay alarma social', la juez sexto María Elena Leguizamo Ferrer, señaló: 'No, no se puede considerar que lo que sucedió ahí haya generado alarma social, a la mejor entre un pequeño núcleo de vecinos de la Preparatoria 3 o los que por la televisión pudieron haber visto estos hechos'. Añadió: Desde mi punto de vista no hay alarma social, por lo tanto no hay terrorismo. Nuevamente la buena fe del Ministerio Público". Hasta aquí el Procurador.
Ni un rasguño en la epidermis del Estado de Derecho.
En la otra esquina
El narrador José Agustín lleva tiempo al frente de un juzgado instantáneo. En Proceso (3 de febrero de 2000), habla de los intelectuales firmantes de un manifiesto y es inapelable: "Cambiaron muchísimo: fue un proceso hacia el conservadurismo, que se explica en parte por la inserción en el aparato cultural del Estado, es decir, en las nóminas oficiales". El reportero Antonio Jáquez le pregunta:
ųSegún algunos intelectuales, como Monsiváis, los paristas son antintelectuales.
ųDiscrepo respetuosamente de don Carlos. El que estos muchachos no hablen como Octavio Paz ni lo citen no quiere decir que sean antintelectuales, el que critiquen a los intelectuales que los critican a ellos tampoco quiere decir que sean antintelectuales. Estos jóvenes tienen sus formas de expresión contraculturales, como puede advertirse en sus pintas, en sus consignas, en su lenguaje en general, incluso en sus héroes.
Así que la contracultura y la vida intelectual del CGH se definen por pintas, consignas, idioma de asambleas y mantas con Mao y el Che Guevara. Si esta es la defensa de don José Agustín, de quien discrepo respetuosamente, qué serán los ataques de los críticos del CGH. Abundan las pruebas del anti-intelectualismo de la ultra, y basta tener presente los insultos a los maestros eméritos Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Villoro y Alfredo López Austin, la violencia verbal y el tono de la mayoría de sus documentos. Ser anti-intelectual no es un delito sancionable por la PGR, pero sí es una grave limitación. Por desdicha, a veces no se aprende con rapidez. Véase la insólita denuncia del CGH: "El gobierno trata de ir diluyendo el conflicto universitario al retirar los cargos de terrorismo y sabotaje a los estudiantes presos". (La Jornada, 28 de febrero). Así que las acusaciones deben persistir para que no se diluya el movimiento.
Me resulta de la mayor importancia contribuir a la eficacia del Congreso Universitario y a la aplicación de la justicia liberando ahora presas y presos. El manoseo judicial ha sido demasiado fuerte como para que ignoremos que la impunidad se "legitima" (digo es un decir) gracias al descuido, la torpeza y los afanes vindicativos de muchos de los encargados del poder judicial y de sus jefes. Esto es lo que ahora enturbia y evita la tan demandada aplicación de la ley.