José Steinsleger
Sanguinetti, el demócrata vacuno
EN LA FRIA Y LLUVIOSA TARDE DEL 13 DE AGOSTO DE 1968, medio millón de dolientes recorrió las calles de Montevideo para acompañar los restos del primer mártir del movimiento estudiantil, abatido por la policía durante el transcurso de una manifestación. Año emblemático y nombre del joven, premonitorio: Liber Arce. A veces, la historia guiña el ojo. Las formas del cabildeo de los partidos Blanco y Colorado, o sea aquella confederación de frigoríficos que dio en llamarse ''democracia uruguaya'', tocaban a su fin.
Ya no bastaba con echar a pacer unas cuantas vacas para multiplicar los peces. Y en el frente estudiantil, los jóvenes del 68 pedían la cabeza de Julio María Sanguinetti, ministro de Educación del presidente Jorge Pacheco Areco (1967-1972) y autor de una conflictiva ley de educación.
''Yo me voy con Aparicio/ aunque sé que otras divisas labran tus manos.../ Una sola cosa podría detenerme: una palabra/ ella lo miró a los ojos/ y nada dijo después/ cuando cayó con Saravia". En la voz de Zitarrosa, los versos del poeta Washington Benavídez dan a entender que, en una de esas, con una sola palabra, el personaje hubiese cedido a los encantos de la novia ''colorada''.
Pero no. El enamorado se fue con el último de los jefes montoneros, Aparicio Saravia (1855-1904), alzado en armas contra el latifundio de blancos y colorados. Medio siglo después, los montoneros uruguayos adoptaron el nombre de tupamaros, tendiendo así el puente de una identidad que de Tupac Amaru a Raúl Sendic, pasando por los ejércitos de Artigas y San Martín, rencarnaba el grito de Saravia: ''Habrá patria para todos o habrá patria para nadie''.
En 1972, la caída de Sendic fue el principio del fin de los tupamaros. Para entonces, el reclamo del pueblo uruguayo desfilaba el andarivel del Frente Amplio (FA), liderado por el general Liber Seregni.
En las elecciones de 1971, celebradas bajo estado de excepción, el FA cosechó 304 mil votos, detrás del blanco Wilson Ferreira Aldunate (404 mil) y el colorado Juan María Bordaberry (380 mil).
Sin embargo, la surrealista ''ley de lemas'' del sistema electoral uruguayo, le dio a Bordaberry la investidura presidencial.
El semanario Marcha, dirigido por el prestigiado periodista Carlos Quijano, demostró que la maniobra legal había sido un fraude clásico. Pero en su primera entrevista a los medios, Bordaberry declaró: ''Con cinco mil muertos arreglo el país''. Iniciativa civil que ''demócratas" como Julio María Sanguinetti apoyaron con singular entusiasmo. En tanto, Ernest Siracusa, embajador de Estados Unidos en Bolivia y coordinador de las acciones contra el gobierno de Juan José Torres (derrocado por el general Hugo Bánzer en 1971 y actual presidente del país andino), era trasladado a Montevideo.
A fines de junio de 1973 (en los días que en Chile el civil Patricio Aylwin se negaba a condenar el ''tancazo'' contra Allende), Bordaberry disolvió el Congreso con el apoyo de blindados que rodearon el Palacio Legislativo. Y en julio de 1975, mientras Seregni estaba en prisión y Ferreira Aldunate se hallaba en el exilio, el dictador civil celebró un acta de entendimiento con la dictadura boliviana, preámbulo del Plan Cóndor, esquema de coordinación represiva subregional, diseñado por la CIA y Pinochet.
Bordaberry cayó en junio de 1976, cuando los políticos ''democráticos'' de Chile, Bolivia, Uruguay y Argentina ya habían prestado invalorables servicios para instaurar la tortura y el terror, los asesinatos y la violación sistemática de los derechos humanos. No obstante, algunos políticos honestos de los partidos tradicionales del Uruguay (Amilcar Vasconcelos, Enrique Erro, Hugo Gutiérrez Ruiz, Zelmar Michelini y otros), se negaron a secundar el plan de exterminio.
En 1976, luego de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz en Buenos Aires, el ''demócrata'' Julio María Sanguinetti publicó en el diario argentino Crónica unos artículos ofensivos contra la memoria de ambos políticos.
Después, con la conciencia tranquila pese a que su país se convertía en una cárcel de torturas y violaciones (31 presos políticos cada 10 mil habitantes), Sanguinetti se retiró a su nuevo oficio: dirigente de futbol del club Peñarol.
En noviembre de 1984, Sanguinetti ganó la presidencia con 38.6 por ciento contra 32.8 del Partido Nacional (blanco), mientras Wilson Ferreira Aldunate, líder máximo de este partido, permanecía encerrado en una prisión militar. El nuevo gobernante pactó con el Ejército el retorno al orden constitucional.
Más tarde, escudándose en la "Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado", (aprobada en abril de 1989 en un referéndum que fracturó a la sociedad uruguaya), el gobernante gestionó la amnistía para José Gavazzo, Manuel Cordero, Jorge Silveira, Hugo Campos Hermida, que jueces argentinos habían solicitado como sospechosos de los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz.
En el caso del nieto del poeta Juan Gelman, ampliamente difundido a escala mundial, el presidente Sanguinetti ya tiene sillón de honor en la historia universal de la infamia.
ƑQué más podía esperarse de quien también se había negado a reconsiderar la rehabilitación de 42 militares "traidores" por oponerse al golpe de Estado de 1973. Sanguinetti ha dicho que "los desaparecidos son inherentes a toda guerra".
Guerras que en todos y cada uno de los golpes militares de América Latina, empezaron civiles como él.