MIERCOLES 1o. DE MARZO DE 2000

Ť Doris Heyden Ť

 

Ť Ana Garduño Ť

Uno de los personajes más destacados en el estudio de las culturas mesoamericanas, Doris Heyden, está enferma. Para quienes la queremos es muy difícil aceptar que esta mujer, trabajadora incansable, ahora esté postrada, convaleciendo de un aneurisma cerebral que llegó en forma inesperada la mañana del pasado 24 de diciembre. Sólo su deseo de vivir y la fortaleza que la caracterizan la hicieron salir del estado de coma en el que permaneció durante varias semanas y regresar a su casa para enfrentar una serie de cansados ejercicios de rehabilitación a los que la someten a diario.

El brillo de sus ojos grandes, ahora más expresivos que nunca, indican que su inteligencia se mantiene intacta; su sonrisa, además de ser la mayor recompensa para todo el que la visita, confirma que su rica vida interior sigue allí. Conociéndola, es probable que ante la actual imposibilidad de comunicarse, se ocupe de reflexionar sobre los libros que le faltan por escribir, los temas que no ha tenido tiempo de abordar, las ideas que no ha escrito aún.

Mensaje de amistad y aliento

Van entonces estas líneas como un testimonio de amistad, un valor tan depreciado en la sociedad indolente de hoy. Es también un mensaje de aliento en la crisis por la que atraviesa. Quiero recordarle que el ideograma chino para crisis se lee como peligro, pero también como posibilidad.

Para quienes no la conocen, Doris Heyden, nacida en Nueva Jersey, llegó a México durante la Segunda Guerra Mundial ante la imposibilidad de viajar a Europa para completar su formación como historiadora del arte. Bella y de intensos ojos azul turquesa, inteligente y sensible, causó sensación en una ciudad que distaba mucho de ser cosmopolita, como lo es hoy.

Su estancia en nuestro país, originalmente planeada para unos cuantos meses, se convirtió en residencia definitiva a causa de dos de sus más grandes pasiones, el universo indígena, tan atractivo como complejo, que la motivó a estudiar arqueología e historia y consagrar su vida al estudio del México prehispánico, y el encuentro con el hombre que sería su esposo, Manuel Alvarez Bravo.

Obsesionada por comprender las claves que dan identidad a los múltiples y variados grupos que convivían dentro de la unidad cultural llamada Mesoamérica, aplicó un método comparativo a partir del análisis de las imágenes, la palabra escrita ųincluyendo los relatos provenientes de las tradiciones oralesų y la descripción de los rituales, muchos de ellos practicados, con variantes, hasta hoy. Fue así que estudió con notable éxito la relación entre el hombre mesoamericano y su entorno natural mediante las representaciones de la flora y la fauna. También, entre sus aportaciones, está el haber sido pionera en la búsqueda de los significados culturales y religiosos de las cuevas que subyacen en la estructura piramidal más grande de Teotihuacan; sus ideas proporcionaron las bases para las nuevas generaciones de investigadores que hoy realizan excavaciones en ese sitio.

Después de muchos años de esfuerzos, logró consolidarse como investigadora del INAH y profesora de diversas instituciones, entre ellas, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha publicado más de 20 libros y cientos de artículos. Entre sus obras más exitosas se incluyen Mitología y simbolismo de la flora en el México prehispánico y México, origen de un símbolo. Perfeccionista y exigente, Doris prepara con cuidado todo lo que publica, incluyendo sus reseñas de libros, razón por la cual ganó en 1995 el premio a la mejor reseña otorgado por El Colegio de México. Una aportación más de su quehacer profesional es la divulgación sistemática en su idioma materno del avance en los estudios mesoamericanos realizados por ella y por el conjunto de estudiosos mexicanos entre especialistas de otras latitudes.

Hace días fue fascinante presenciar su entusiasmo ante una publicación que contiene uno de sus artículos más recientes. Conservo la esperanza de que pronto dará su habitual respuesta ante la inevitable pregunta de una conversación telefónica: Doris, Ƒqué haces?, "pues aquí, chambeando".

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