MIERCOLES 1o. DE MARZO DE 2000
Ť El narrador uruguayo fue ovacionado por su público en Bellas Artes
Galeano, contundente tocador de balón al más puro estilo de la izquierda de AL
Ť Denunciar las sombras de la globalización, chiste de humor negro a cargo de Clinton, dice
Ť ''Los peluqueros me humillan cobrándome la mitad cuando me cortan el pelo''
César Güemes Ť El escritor uruguayo Eduardo Galeano lleva a la espalda el número 9 de la selección literaria de su país. Anotador nato, es en particular riesgoso para la meta contraria a balón parado: su elegante toque de zurda causa estragos al menor descuido.
El público, su público, lo sabe y lo reconoce con el aplauso. La noche de este lunes, por ejemplo, participó en un juego de exhibición que dio comienzo en la Sala Ponce de Bellas Artes y se extendió a la Adamo Boari del mismo recinto.
El primer tiro de Galeano dio de lleno en el poste derecho: ''Me parece un chiste de humor negro escuchar al presidente Clinton en la Organización Mundial de Comercio, en Seattle, cuando pronuncia un enérgico discurso denunciando las sombras de la globalización, las partes que a él le parecen peligrosas de ésta. Algo que jamás hace ningún presidente latinoamericano.
''Uno escucha o lee los discursos del presidente del planeta, que es Clinton; o del titular del Fondo Monetario Internacional, que no es ningún filántropo; o del responsable del Banco Mundial, que no ocupa ese cargo por su corazón de oro... Pues uno los escucha y piensa: éstos son un poco rojitos... Lo que dicen, comparado con lo que afirman nuestros presidentes, parece de Rosa Luxemburgo o de Lenin. Y yo siempre me pregunto, Ƒtendrán nuestros presidentes la necesidad de humillarse tanto?, Ƒhabrá que doblar tanto la espalda, hasta que el mentón se encuentre con el dedo gordo del pie?, Ƒserá una cosa de veras necesaria?"
Así que lo suyo es el toque con potencia, al más puro estilo de la izquierda latinoamericana: fuerte, raso y colocado. Aunque también es cierto que restan pocos delanteros como él. Cada vez menos. La derechización de las canchas, de la que tanto y con tan buenos argumentos se lamenta Jorge Valdano (de pie ante tu prosa, maestro), se extiende como otro fantasma que recorre el mundo.
La utopía sirve para seguir caminando
Galeano está en Bellas Artes. Tocó el terreno de juego para encontrarse con su gente. El estadio de lujo lo aguardaba, lleno a tope, 20 minutos antes de que llegara el que cobra los tiros penales.
Cuando entra, feliz pero serio, suena el aplauso. Y por ahí está la explicación a por qué el lugar está repleto: una cosa es ver en retransmisiones televisadas al tirador experto, y otra encontrarse con él, a nivel de cancha. Este escritor, con el número 9, precisamente uruguayo, ha seducido al respetable desde inicios de los años setenta, cuando dio a conocer sus primeros trabajos. Por eso no es lo mismo acercarse a sus textos desde la soledad del rincón preferido, que vivir la experiencia gregaria, futbolística, de tener a tiro de balón al jugador y escuchar cómo suenan en su voz aquellos goles narrativos con los que ha acostumbrado a sus lectores.
Para muestra, el recuerdo de una jugada de pizarrón: ''Camino dos pasos y ella se aleja dos pasos; camino diez y ella se aleja diez pasos. Es como el horizonte inalcanzable. ƑY entonces para qué sirve la utopía? Para eso: para seguir caminando".
Una pregunta que subsistía a lo largo de los años en torno de la obra del prosista era: Ƒtodas las historias que cuenta las ha encontrado así nada más, al paso? Ahora, al compartir con Galeano un mismo espacio, el misterio se desvanece: ningún delantero se encuentra gratuitamente con el balón, sino que sabe, porque así es su naturaleza, el tiempo y el sitio exacto donde va a estar el esférico al segundo siguiente.
Y si el escritor se ha especializado en la jugada de fina precisión, como todo buen puntero también sabe de gambetas, recortes, piques y requiebros en un palmo de terreno: ''Los peluqueros me humillan cobrándome la mitad cuando me cortan el pelo".
Así que estuvo en México a fin de encontrarse con sus lectores, numerosos, que lo escuchamos. Y con la idea de firmar tantos ejemplares como le pusieran delante. Lo hizo, pese a que la fila para solicitar la dedicatoria de alguno de sus libros implicara más de una hora de dibujar letras a pluma alzada.
Al término de la lectura, antes del maratón de firmas, Galeano aplaude con todos cuando todos, de pie, lo aplauden a él. O sea que los mejores en esto no son los que ganan más dinero, aunque requieran cobrar por su trabajo. Los mejores son los que juegan por la felicidad de hacer felices a tantos juntando la garra con el talento en cuanto el árbitro silba el comienzo del partido.