La Jornada martes 29 de febrero de 2000

Luis Hernández Navarro
La vida en un sorbo

Una taza de café servida en una cafetería de la ciudad de México cuesta alrededor de diez pesos. El campesino que produce el grano y lo vende como pergamino --después de quitarle la cereza, lavarlo y secarlo-- recibe, en promedio, por el aromático que se necesita para elaborar esa taza, sólo ocho centavos.

Un kilo de café tostado se vende en noventa pesos en un expendio capitalino. Un pequeño productor obtiene por un kilogramo de café cereza dos pesos, y diez pesos si es pergamino. Sus ingresos diarios son de aproximadamente veinte pesos cuando la temporada es buena.

El precio del aromático ha disminuido dramáticamente en el mercado internacional en el último mes. El viernes pasado, las 100 libras se cotizaron en la Bolsa de Nueva York en menos de 100 dólares. Hace apenas tres meses su precio era de 135 dólares, y hace dos, de 180 dólares.

Este derrumbe en los precios tiene consecuencias fatales para los productores y sus organizaciones. De un día a otro sus ingresos disminuyen drásticamente y se vuelve muy difícil pagar los créditos contratados y recuperar las inversiones hechas. Curiosamente, los consumidores finales no obtienen de ello ninguna ventaja: siguen pagando lo mismo por el café que beben.

También representa un grave daño para las finanzas del país. México exportó durante 1999 poco más de 4 millones de sacos por un valor de 574 millones de dólares. Durante enero, febrero y marzo se concentra el mayor volumen de exportaciones. Este año el monto de las divisas disminuirá.

En contra de las afirmaciones de los defensores del "libre mercado", el derrumbe de los precios del café tiene muy poco que ver con la ley de la oferta y la demanda. Aunque las reservas del aromático en Estados Unidos han aumentado en medio millón de sacos y Brasil vendió parte de sus existencias, no se ha incrementado de manera significativa la producción mundial ni ha disminuido drásticamente el consumo (por el contrario, ha crecido). En mucho, la caída ha sido provocada por la acción de cinco fondos de inversión estadunidenses, con capacidad para manipular la Bolsa de Nueva York y que obtienen ganancias de la especulación.

En México la situación es aún más grave porque las exportaciones de café están siendo penalizadas hasta por 20 dólares; esto es, el aromático mexicano se paga en el mercado internacional 20 por ciento debajo de su precio en Bolsa, argumentando bajos niveles de calidad. Ello es resultado, en mucho, de la forma en la que transnacionales como AMSA, Cafés California y Becafisa (por el nombre de sus filiales nacionales) han controlado el acopio de la producción nacional a raíz del retiro del Inmecafé. Estas empresas compran a precios castigados la cosecha nacional y la traspasan a sus filiales en el extranjero con bajos costos, quienes a su vez la revenden a precios elevados en el mercado internacional.

Por si fuera poco, y en contra de toda lógica de defensa de la soberanía nacional y de la planta productiva, las autoridades gubernamentales autorizaron la importación de café de otros países, no obstante que México es autosuficiente en la producción del grano. Tan sólo el año pasado entraron al mercado nacional 235 mil 500 sacos provenientes del extranjero. Con ello pierden los productores nacionales, los consumidores (las importaciones son, en su mayoría, de café basura) y las finanzas nacionales, aunque se beneficien unas cuantas empresas.

Ante esta situación, el campo cafetalero, ya de por sí dañado por huracanes, temblores y funcionarios públicos, ha comenzado a calentarse. En Coatepec, Tapachula, Yajalón y la Montaña de Guerrero han estallado fuertes protestas de pequeños productores. El malestar se extiende rápidamente a otras regiones.

A diferencia del petróleo, área donde el gobierno mexicano ha intervenido para regular la oferta e incrementar el precio al lado de Noruega, Arabia y Venezuela, los responsables de las secretarías de Agricultura y de Comercio se niegan a asociarse con los países productores de café para defender el precio del producto. México es conocido en el medio como esquirol. ƑPor qué sí se puede reordenar el mercado petrolero pero no el del aromático?

Más de 200 mil pequeños caficultores tienen parcelas de menos de dos hectáreas. El grano es, además de los jornales, casi la única fuente de ingresos monetarios con que cuentan. La caída de los precios daña gravemente sus economías. Para que el daño no sea mayor urge canalizarles recursos compensatorios frescos. Si el país ha subsidiado la ineficacia y el derroche de banqueros e industriales, Ƒpor qué no puede apoyar a productores rurales en una situación de emergencia de la que son víctimas debido a la incapacidad gubernamental para defender la agricultura nacional?