MARTES 29 DE FEBRERO DE 2000
Ť 1719 y 2000, Ƒhistorias paralelas? Ť
Ť Amalia Porrúa Ruiz Ť
Pareciera, a veces, que el tiempo se detiene y que nada cambia cuando se mira la historia de los seres comunes, tan humana en el siglo que está por fenecer, el XX, el XIX o el XVIII, que sufrieron y gozaron, vivieron y murieron, padecieron miedos y hambres, grandes injusticias o, por el contrario, gozaron de las riquezas y los beneficios de la industria, el campo y el comercio, en la que siempre habrá vencedores y vencidos como ahora ocurre.
El siglo XVIII, en México, fue de grandes cambios políticos y económicos que redundaron en algunos beneficios para unos y muchos para otros.
La política borbónica afrancesada condujo al famoso despotismo ilustrado español en el que todo era para el pueblo, pero nada era para éste. Cambió sus armas de fuego por dependencia económica con la que se lograban mayores dividendos y para ello abrió puertos y fronteras con el propósito de agilizar y hacer más libre el comercio entre las colonias y la península.
De la Nueva España entraban y salían las mercancías y también se infiltraba la información y las nuevas ideologías libertarias acunadas en Europa.
Efervescencia en la Colonia
El Boletín del Archivo General de la Nación (AGN) está repleto de expedientes que ilustran esa época, cuando la Nueva España empezaba a dejar de serlo para convertirse en patria y llamarse México.
Creada a instancias de don Genaro Estrada, en esa publicación aparece la transcripción de documentos que mediante una pequeña nota introductoria abren el panorama de la Colonia, lo humanizan y actualizan a tal grado que en algunos de ellos se procuraba encontrar problemas similares a los que el país vivía en ese momento respecto de los que ya había padecido de manera creciente con anterioridad, como la selección del poeta guanajuatense Rafael López, entonces director de esa institución y maestro universitario.
Don Rafael tuvo la suerte de localizar el legajo que hablaba de un motín de estudiantes universitarios acaecido en 1719. La ocasión era que ni mandada a hacer para publicarla, pues a escaso un año de otorgarse la autonomía universitaria este tipo de manifestaciones eran cotidianas en el México de l930, puesto que el Congreso de la Unión todavía no dictaba la ley correspondiente y el Congreso Universitario aún no podía constituirse como órgano supremo de esa institución educativa.
Así que el poeta presentó este ejemplo de 1719, como un conflicto que bien se resolvía, pese a que se dio en el contexto del gobierno colonial, que poco tenía de democrático, con estudiantes inconformes y rebeldes, como los que emergen en todos los tiempos, pero que estaban muy lejos de la autonomía universitaria. Puede considerarse, a esos colegiales, precursores de los actuales si no en conocimientos, sí en su viveza y temperamento.
Hace casi tres siglos se registró en la Real y Pontificia Universidad de México, en su máximo Colegio de San Ildefonso, un escándalo terrible contra su rector, el reverendo Cochet, que culmina con la expulsión de los estudiantes.
Sucedió que una noche entró un numeroso grupo de jóvenes al aposento del rector e intentó asustarle, so pretexto de los malos tratos e injusticias que de éste recibían.
Cochet, asustado, mandó llamar al alcalde que llegó de inmediato con sus guardias, aprehendió a los muchachos y los condujo a prisión para ser procesados por este grave insulto. En reclusión, sólo permanecieron los líderes que habían engatusado a sus compañeros con malas artes, que eran cinco.
Empero muy poco duró su encarcelamiento, ya que los colegiales presos fueron matriculados en la Universidad y estaban protegidos por el fuero de la escuela, según las reglas y prácticas de la de Salamanca. El virrey, cansado de la irrupción de conflictos, ordenó la libertad inmediata y que fueran trasladados a su plantel, pero encargado de su guarda y cuidado al secretario y Bedeles.
La absolución del virrey
El astuto y malévolo líder de la época colonial, el bachiller Peñuelas, sin el menor reparo declaró que el padre Cochet acusaba con doble intención, pues él había demostrado de sobra su inocencia en el interrogatorio y si había testigos que declaraban en su contra ello obedecía a que eran tan culpables como él, puesto que estaban acompañándole en el alboroto.
Era tan inteligente el bachiller que confesó, a final de cuentas, que lo único importante era cuidar de su prestigio y del de la Universidad porque en breve se matricularía en ella de abogado. Y era por eso que deseaba su libertad, para proseguir con su examen.
Sorpresa debió causarle el fallo del rector de la Universidad, Miguel Antonio del Castillo, quien después de leer la denuncia del padre Cochet, se indignó de que se hubiera seguido un juicio a los colegiales en los que ''no hubo dolo, ni ánimo depravado, sino la violencia de su puerilidad'', y que el acusador estaba desengañado por no tener que pedir nada contra los procesados, suplicando que cesara todo el ''estrépito judicial, por no estar de acuerdo a su estado y circunstancia, ni admitirlo la ligereza y debilidad de la materia''.
El virrey absolvía, también, a los procesados entonces recluidos todavía en la Real Universidad, pero les ordenaba no reincidir y venerar a sus superiores; que no regresaran al colegio ni a pasar siquiera por su calle, pues de lo contrario se actuaría contra ellos.
Además, el funcionario encargó a Cochet suavizar sus métodos, que se archivaran los autos y que el colegio regresara a las labores de enseñanza en santa calma, ya que ''el ligero exceso quedó corregido, que de procederse en la causa pudieran levantarse gravísimos inconvenientes, tomando cuerpo lo que hoy lo tiene de fantástico."
Los colegiales dieron muchas y repetidas gracias al rector, por su bondad y caritativo celo, y de conformidad fueron liberados y ahí no pasó nada.
Don Rafael, con su sabiduría, seguramente pensó que al rescatar este expediente del olvido, pasado, presente y futuro se darían cuenta que los estudiantes siempre serían iguales por su juventud y que sólo hace falta un líder como el tal bachiller Peñuelas para alimentar sus sueños, que de tan humanos embelesan a seguir una idea y después un movimiento para lograr un cambio que les brinde fama, respeto y fortuna, lo que no suele ocurrir con frecuencia.
Sin embargo, poco tiempo pasó para que estos mismos estudiantes se convirtieran en los precursores ideológicos de nuestra independencia.
El motín estudiantil de 1719 y el paro en la UNAM, Ƒhistorias paralelas?
(El expediente de este motín está en el Archivo General de la Nación, en el tomo III sobre materias diversas de 1711 a 1732 y el Boletín al que se alude es el segundo número, del tomo I, de 1930)