Ť Ziuganov, rezagado; los otros 9, sin oportunidad
Vladimir Putin, sin rival entre los once candidatos al Kremlin
Ť Todos los recursos del gobierno impedirían la anulación de comicios
Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 27 de febrero Ť A un mes justo de los comicios presidenciales anticipados, cada día se hace más evidente que de los once aspirantes al Kremlin en realidad es sólo el primer ministro y presidente en funciones, Vladimir Putin, quien tiene posibilidades, pues incluso el líder comunista Guennadi Ziuganov, quien podría dar cierta apariencia de contienda entre dos, va muy rezagado en los sondeos de intención de voto en comparación con el actual gobernante ruso, mientras que los otros nueve candidatos que lograron el registro no tienen ni la más mínima oportunidad.
La Comisión Electoral Central realizó una labor titánica, que bien pudo haberse ahorrado. Inicialmente fueron postulados 41 aspirantes, pero sólo 14 de éstos lograron reunir el medio millón de firmas de apoyo que se requiere para el registro definitivo. En Rusia no postulan los partidos, sino grupos de ciudadanos creados ad hoc.
De los catorce aspirantes con derecho a participar, uno declinó; otro rebasó el porcentaje de firmas dudosas; y uno más, el populista Vladimir Zhirinovsky, fue rechazado por imprecisiones en su declaración patrimonial. Quedaron once candidatos, pero no ese mismo número de opciones.
Además de Putin y Ziuganov, estarán incluidos en las boletas el líder de la coalición liberal Yabloko, Grigori Yavlinski, cuyo electorado en las legislativas de diciembre pasado no sobrepasó los cuatro millones; el gobernador de Kemerovo. Están también Aman Tuleiev, comunista que no reconoce el liderazgo de Ziuganov; y el gobernador de Samara, Konstantin Titov, cuyo único desacuerdo con Putin es querer estar aún más a la derecha.
También figurarán el defenestrado procurador general, Yuri Skuratov, quien promete más espe ctáculo que denuncias espectaculares; Ela Pamfilova, la única mujer, ex diputada; Aleksei Podberiozkin, dirigente de un grupo minoritario de izquierda que en los pasados comicios parlamentarios no sacó ni el uno por ciento de los votos; y un ex funcionario menor, Evgueni Sevostianov, del grupo del alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, quien se lanzó por su propia cuenta y riesgo.
Cierran la relación de candidatos registrados un famoso director de cine Stanislav Govorujin, diputado de la presente legislatura quien buscó la postulación como protesta luego de que el ex premier Evgueni Primakov anunció su retiro de la carrera presidencial; y, por último, un controvertido empresario de origen checheno, Umar Dzhabrailov, denunciado como socio del alcalde de Moscú en negocios poco transparentes.
De entrada, hay una diferencia esencial entre un candidato y los demás, pues mientras los otros diez buscan llegar al Kremlin, Putin pretende lo contrario: no entregar el poder, que ejerce desde el pasado 31 de diciembre tras la renuncia de Boris Yeltsin. Es tan grande la brecha entre Putin y los otros aspirantes que para él representa, a la vez, una ventaja y un riesgo. Ventaja dado que lo sitúa a un paso de la meta; riesgo, en la medida en que la sensación de que su triunfo es inevitable pudiera generar una insuficiente afluencia a las urnas.
Esto último es, hoy por hoy, el principal peligro para Putin. En su caso, la abstención, explica el sociólogo Dmitri Olshanski, puede tener dos signos y un resultado igualmente malo. Muchos seguidores de Putin podrían llegan a creer que, a falta de alternativas reales, su voto no es decisivo y otros, en cambio, no participarán con la intención de boicotear las elecciones.
Por lo pronto, la ventaja de Putin es más que considerable --59 por ciento contra 18 por ciento de Ziuganov, según la encuesta más reciente--, pero el reto es mantener dicha tendencia para vencer en la primera ronda. Ir a una segunda vuelta no correspondería con la imagen de liderazgo indiscutido que de Putin quieren vender los medios. Desde la perspectiva del Kremlin, el hombre que se propone gobernar Rusia los próximos ocho años, dando por descontado que sería relecto para un segundo mandato, debe ganar el próximo 26 de marzo, rebasando el mínimo requerido de la mitad de los votos más uno.
Vencer en una segunda vuelta, ciertamente, tampoco sería catastrófico y siempre podrá atribuirse a la abstención. A la fecha, manifiesta intención de votar 61 por ciento del padrón, que no es todavía una cifra alarmante. Si en las próximas semanas cayera dicho porcentaje, puede anticiparse que el Kremlin hará uso de todos sus recursos para impedir que los comicios sean anulados.
Este supuesto, impensable por las consecuencias que traería a la élite gobernante, se daría en caso de que no acudiera a las urnas la mitad más uno del padrón, o que ningún candidato saque más votos que los sufragios emitidos contra todos, pues las boletas incluyen la opción de elegir una suerte de voto negativo.
De acuerdo con la legislación vigente, el Consejo de la Federación, la Cámara alta del Parlamento ruso, tendría que convocar nuevas elecciones cuatro meses después, en julio, pero ya ninguno de los actuales candidatos podría volver a presentarse.
Para mantenerse en el poder, a Putin sólo le quedaría un escenario extremo y violento. Pero el convertirse en una suerte de Putinochet, no es más que una posibilidad teórica y, cabe subrayarlo, remota.
Si las tendencias de participación y de intención del voto se mantienen --y hay razones para suponer que se acrecentarán todavía en su favor-- Putin, sin rival que le haga sombra, ganará en las urnas en la primera o en la segunda vueltas, irremediablemente.