León Bendesky
Política y elecciones
En la política sigue habiendo diferencias y no son menores. Hay una derecha y una izquierda, aunque algunos se molesten con los adjetivos, y ambas deberían hacer más claras sus distinciones como oferta, pero sobre todo como objetivo de gobierno. A pesar de las restricciones que se imponen de manera mundial a los espacios de la acción política, especialmente a partir de las relaciones económicas, en un determinismo que le es cómodo a la derecha y que la izquierda tiene problemas para asimilar, hay márgenes, que no son pocos, para proyectos distintos de país.
En España hay elecciones de gobierno el próximo 12 de marzo. Joaquín Almunia, como líder del Partido Socialista, ha fraguado una importante alianza con la Izquierda Unida, la que él mismo plantea como parte de los tiempos renovados y "la causa común" de los progresistas. En sociedades donde son muy claras las causas comunes que se establecen a la derecha en torno al dinero, no está mal que se alcancen a definir con claridad otras causas comunes como las que pueden representar las fuerzas progresistas de la izquierda.
Almunia es claro en que el pacto suscrito es para gobernar, pero antes se requiere ganar las elecciones. Y dice algo que cuando menos desde México parece muy lejano y es que para ello se tiene que recuperar la ilusión de los votantes. Desde aquí puede verse como una empresa quijotesca pretender y lograr sustituir la desconfianza, el conformismo y la resignación por el entusiasmo de algo que debe ser distinto. De todos modos es llamativo, cuando menos, escuchar acerca de la ilusión en la política, como un complemento al pragmatismo que en ocasiones es tan chato.
El líder socialista español habla de recomponer la unidad de los demócratas en un periodo de elecciones que entiende como el tiempo del debate, de la confrontación de las ideas y del respeto a la pluralidad, y también como el momento en que los ciudadanos expresan sus convicciones. Almunia dice que quiere gobernar para democratizar el poder afrontando la escandalosa concentración de la riqueza, lo que cuando menos expresa de modo directo lo que significa en ese caso el poder. Propone liberalizar para romper el abuso de los monopolios; democratizar para que el parlamento no sea rehén del gobierno y para reforzar a los partidos por medio de financiamientos transparentes. Gobernar para distribuir de forma más justa la riqueza y las oportunidades de vida para evitar la pérdida de poder adquisitivo, para distribuir más equitativamente la aportación fiscal sin aumentar la presión impositiva.
La política, insisto, tiene espacios y éstos no se encuentran en la superficie de las relaciones de poder, sino incrustados en la base de la existencia de la sociedad; no es sólo cosa de políticos. El discurso político tiene expresiones comunes como cuando se señala que es inaudito que con una economía en crecimiento el gobierno acepte el fatalismo o el chantaje de los empleos precarios. También cuando indica que la derecha tiene una política miope que mira sólo al presente con ojos de publicistas y desprecia el futuro. Una derecha que recibe millones por las privatizaciones e incrementa millonariamente la deuda pública, mientras ha dejado caer fuertemente la inversión pública. El progreso, dice Almunia en España, se mide en infraestructura, en investigación, en el cuidado de la universidad, pero también por la calidad de la democracia, el aumento de oportunidades y la reducción de las desigualdades. Así, la postura socialista se contrapone con la visión gubernamental de: "aquí había un problema y se ha solucionado".
Debe recordarse porqué existe la política, porqué nos ocupa y, en ocasiones, nos desborda por posponer las acciones decisivas para proteger una posición de poder, o por provocar conflictos que lejos de superarse se añejan hasta que la única acción que parece posible es el uso del poder autoritario. La política existe porque no hay acuerdos completos sobre todas las cosas, porque los efectos de las decisiones políticas no se plasman de modo equitativo; de otro modo, un buen programa de cómputo podría administrar los asuntos públicos. Al final, tal vez, Winston Churchill percibió con agudeza la necesidad de la política cuando dijo: "No importa que las alternativas sean buenas o malas, lo que debemos tener es una gran multiplicidad de ellas y no un miserable gris sobre gris". Pero, de todas formas, puede ser que unas alternativas sean mejores que otras.