Ť Puso en el camino de la política a Vladimir Putin


Fue Anatoli Sobchak un gran reformista de la perestroika

Ť No pudo limpiar su nombre de las acusaciones de "corrupto"

Juan Pablo Duch, corresponsal, Moscú, 21 de febrero Ť Controvertida figura política que desempeñó un papel destacado en los años de la perestroika, primero como integrante de la fracción reformista del entonces Parlamento soviético y luego como alcalde de San Petersburgo de 1991 a 1996, Anatoli Sobchak no pudo cumplir su sueño de limpiar su nombre de la fama de corrupto que, aseguraba, le endilgaron injustamente sus enemigos.

A los 62 años Sobchak murió la madrugada de ayer de una ataque cardiaco cuando cumplía, en la ciudad de Svetlogorsk, un encargo relacionado con la campaña electoral de un alumno suyo en la Universidad de Leningrado, uno de los muchos que puso en el camino de la política, Vladimir Putin, actual presidente interino de Rusia.

La relación entre ambos comenzó con un encuentro fortuito. Al hacer una visita a la Universidad, en 1990, el diputado Sobchak se enteró de que uno de sus ex alumnos se desempeñaba como secretario particular del vicerrector y le propuso incorporarse a su equipo como asesor en asuntos internacionales.

Más tarde, Putin, tras 17 años de carrera en el KGB fue contratado por su antiguo maestro cuando Sobchak fue electo alcalde, quien acabó por convertirlo en su brazo derecho con rango de vicealcalde. Esta relación terminó luego del fallido intento de reelección de Sobchak en 1996, en la que fue derrotado por uno de sus más cercanos colaboradores, el actual gobernador de San Petersburgo, Vladimir Yakovlev, quien aceptó hacer el juego a influyentes miembros del entorno del entonces presidente Boris Yeltsin, y que veía en Sobchak intenciones sucesorias contrarias a sus intereses.

Así, Yakovlev puso en entredicho la honestidad de su jefe al prometer, como principal consigna de campaña, que acabaría con la corrupción y le quitaría a San Petersburgo el epíteto de "capital criminal de Rusia".

Putin, como coordinador general de la campaña de Sobchak, no pudo contrarrestar los ataques y asumió parte del fracaso en las urnas.

Se dice que Yakovlev quiso retener a Putin y que éste rechazó el ofrecimiento. Lo cierto es que por esa época, Putin sentenció en una entrevista: "Prefiero que me acusen de leal que de traidor".

Putin fue rescatado en agosto de 1996 por otro amigo de San Petersburgo, Anatoli Chubais, entonces jefe de la Oficina de la Presidencia, quien lo recomendó con Pavel Borodin, el director general de Administración del Kremlin.

Sobchak, cada vez más hostigado por las instancias judiciales y abandonado por la mayoría de sus antiguos subordinados, logró huir a París unas horas antes de que la policía se presentara en su casa con una orden de aprehensión.

Se creyó que nunca volvería a Rusia, pero la irresistible ascensión de Putin permitió que Sobchak pusiera fin a sus 18 meses de exilio, tras obtener garantías de que la averiguación previa sería cerrada "por falta de elementos". Además, su principal perseguidor, el procurador general Yuri Skuratov, había caído en desgracia y era ųes todavíaų perseguido él mismo.

Sobchak regresó a Rusia seguro de que su cercanía con Putin le permitiría retornar a un puesto relevante en política, quizá mediante un escaño en la Cámara baja, pero los habitantes de su ciudad eligieron a otro candidato, pues su imagen pública seguía muy dañada.

No se desanimó y empezó a adquirir poco a poco protagonismo en la sombra, concediendo entrevistas a medios extranjeros, aunque las preguntas eran cada vez más sobre Putin. Se fijó la tarea de despejar los temores en Occidente, estimulados por la evolución de la guerra de Chechenia, de que Putin propugna encabezar un régimen autoritario.

Dos días antes de la muerte de Sobchak, el servicio de prensa Global Viewpoint distribuyó un artículo en el que afirmaba: "La línea dura del presidente interino sobre Chechenia no lo hace un enemigo de la democracia y los derechos humanos. Vladimir Vladimirovich es un verdadero patriota ruso. Está tratando de resolver el problema checheno con base en su entendimiento de lo que es bueno para el país, y esto lo llevó a la conclusión de que una solución militar era la única opción posible".

Sobchak decía que no le interesaban los cargos públicos, aunque no ocultaba su satisfacción por formar parte del equipo que está elaborando el programa político y económico del candidato presidencial Putin y se le mencionaba con insistencia como próximo ministro de Justicia. Sin embargo, se le parecía tener la obsesión de convencer a los rusos, sobre todo a los habitantes de San Petersburgo, de que no era cierto el enriquecimiento inexplicable que se le atribuía.

Acababa de sacar Una docena de puñaladas por la espalda, su último libro, un encendido alegato en su propia defensa, que concluyó de este modo: "Me esperan muchas dificultades y pruebas, pero estoy lleno de fuerzas y confiado en que podré superarlas y ser todavía útil a mi ciudad, a mi país".

El destino dispuso que fuera de otra manera y Sobchak será enterrado el próximo jueves con los máximos honores. Así lo determinó su antiguo alumno y amigo, Vladimir Putin.