Ť Un torrente de alegría Ť

Raquel Peguero y Patricia Vega Ť Era un hombre dicharachero, coqueto, elegante, feliz. Periodista, novelista, ensayista y catedrático universitario. ''El hermanito", como le decían sus amigos, amaba la vida y sorbió de ella todo lo que pudo hasta el último momento al lado de sus libros y sus letras.

benitez15 Originario de la ciudad de México, nació el 16 de enero de 1910. Su padre, Fernando Benítez, ''era un señorito, un aristócrata que se educó en París", y por su madre, Guadalupe Gutiérrez Zamora ''una mujer muy bella", decía tener cierta vinculación con Veracruz. El mayor de cuatro hermanos ųCarmen, Ana y Alfonsoų era el favorito por su extraordinaria alegría. Sus primeros recuerdos tienen que ver con la Revolución y aseguraba que éstos ''influyeron el resto de mi vida. Comprendí que no había un México sino muchos Méxicos. Los indios, los esclavos de las plantaciones, los condenados de la tierra. Eran inocentes como los niños. No eran civilizados o gente de razón. Casi todos serían muertos, asesinados por los generales que sí eran gente de razón" (Diario 16, suplemento cultural/ La Jornada).

Y ello lo plasmó en sus libros, en sus notas periodísticas, en sus clases. Autodidacta, realizó los dos primeros años de jurisprudencia: ''Debo decir que en realidad mi educación se la debo a las mujeres, porque hasta los 30 o los 35 años años viví en sus recámaras. Y toda la sabiduría que tengo ellas me la han enseñado: son las maestras insustituibles de los hombres".

Su pasatiempo favorito ''es acostarme con mujeres: no hay nada mejor que eso, todo lo demás es idiota, secundario", reía siempre. Odiaba hablar del pasado porque ''los viejos nos referimos mucho a él. No quiero que me atrape: quiero vivir en el presente ųcon todas las consecuencias que ello implicaų y mirar hacia el futuro. Por eso me gusta tanto dar clases ųle dijo a Cristina Pachecoų, verme rodeado de jóvenes, ellos son la esperanza".

Desde niño escribía "pero sin ningún sentido de las cosas". A los 24 años comenzó a hacerlo de manera sistemática, en Revista de Revistas en donde estuvo dos años. Como periodista comenzó en 1936 en El Nacional, creado por Lázaro Cárdenas. Comenzó en la sección de editoriales. A partir de su acceso a la prensa extranjera, comenzó a sentir interés por la difusión cultural y soñaba con que México tuviera un suplemento cultural importante.

Diez años más tarde asumió la dirección de El Nacional (1947-1948) y fundó el suplemento La revista mexicana de cultura. Un desaguisado en el que no dio su brazo a torcer, lo llevó fuera de ese rotativo, pero volvió a las andadas en 1949, siguiendo un proyecto en Novedades, donde creó México en la cultura.

Tenía, entonces, grandes cartas en la manga: Alfonso Reyes y el diseñador español Miguel Prieto, que revolucionó el diseño en el país. Por él conoció a Vicente Rojo, quien asumió el puesto a la muerte del primero, en 1956, y se convirtió en un cercano colaborador de Benítez. Un enfrentamiento con la censura lo obligó a renunciar y en la acción lo acompañaron más de 40 escritores.

El periodismo es literatura

José Pagés Llergo lo invitó a dirigir un suplemento cultural en la revista Siempre!İ de 1962 a principios de 1972. Así nació México en la cultura, con los mejores augurios y una especie de ''luna de miel" con el gobierno ųironizaba él mismoų que no duró mucho tiempo por el asesinato del líder agrarista Rubén Jaramillo y su esposa embarazada. Al lado de Carlos Fuentes, Víctor Flores Olea y León Roberto García Soler, escribió el reportaje Un día en la tierra de Zapata, que no agradó al gobierno y éste retiró su apoyo. De todas formas Benítez y su equipo permanecieron ahí, hasta que dejó la batuta en manos de Carlos Monsiváis.

Su ideario para esas páginas fue claro: ''Yo no establezco esas fronteras arbitrarias que en México se hacen entre periodismo y literatura. Creo que el periodismo es literatura, literatura bajo presión, la presión del tiempo y de la actualidad. El periodista no tiene tiempo de pulir sus escritos, sin embargo ofrece los hechos antes de que pierdan actualidad".

Benítez reivindicó para la prensa mexicana su derecho a ser considerada un ramo de la literatura: ''El suplemento significó la primera oportunidad para los escritores de acceder a un gran público", decía. Respecto a México en la Cultura, ''Alfonso Reyes dijo antes de morir que sin ese suplemento no era posible valorar diez años de cultura mexicana. Tuve la fortuna que Elena Poniatowska, José Emilio Pacheco, Carlos Monsiváis, adolescentes de 18 años, hoy son mis maestros.

''Mi mérito, si tengo alguno, es reconocer el talento. No los he descubierto, sólo he estimulado a los que lo tienen, lo que es diferente. Nos acusaron durante mucho tiempo y todavía me llaman a mí 'el jefe de la mafia'; este nombre honroso lo debo a que siempre traté de hacer publicaciones de calidad y les negaba mis páginas a los malos escritores o a los mediocres."

Oficiante de la pluralidad

Después de su salida de Novedades, Benítez se retiró dos o tres años del periodismo, al que volvió por invitación de Manuel Becerra Acosta, cuando se fundó Unomásuno. ''Era difícil porque todos mis colaboradores ya estaban más que ocupados en otros lugares, pero su locura me convenció". A Sábado le dio de todas formas su tono y genialidad. Cuando ocurrió la escisión que creó La Jornada, Benítez permaneció en Unomásuno, ''por la profunda amistad que tenía con Becerra Acosta, quien no entendía que no podía odiar a aquéllos con los que había trabajado diez años".

Tras muchos ''enfrentamientos salvajes" salió finalmente de ese diario y en 1988 comenzó a dirigir La Jornada Semanal. Aquí dedicó sus mejores letras y esfuerzos pero poco después persiguió un sueño: la creación del periódico El Independiente, que él dirigiría, y que nunca vio la luz. Para ese sueño, como en todo lo que sí pudo realizar, lo que buscó fue la pluralidad y el conjunto de opiniones diversas. Después retornó a La Jornada, ''mi casa", decía, con la magia de su pluma, en artículos señeros cuando la ocasión lo ameritaba.

Benítez decía que nació ''pedante. Me creía la divina garza: un hombre sabio y elegante" hasta que los indios ''me dieron una lección inolvidable; me enseñaron a no creerme importante, lo cual ha sido decisivo en mi vida. A pesar de mis arranques de orgullo, soy una persona humilde.

"Soy y he sido periodista. Hasta mis dos libros que he presentado como novelas, El rey viejo y El agua envenenada ųademás de Caballo y Dios, que detestaba por sus 'malos cuentos'ų son en realidad reportajes. Juzgando toda mi obra, inicié lo que ahora llaman un new journalism, aunque mi situación es equívoca: los antropólogos me juzgan intruso. A veces me dedico a la historia ųhe escrito varios libros de historiaų y los historiadores me rechazan, dicen que soy un irresponsable, un entrometido y... me la mientan. Los periodistas creen que soy un escritor y los escritores creen que soy periodista. No sé a qué género pertenezco y no me importa; pienso aun que, ser periodista, es un gran honor."

benitez-la-jornada-jpg A los indígenas los retrató en su obra sumaria Los indios de México, publicada en cuatro volúmenes ųen 1989 salió una versión resumidaų. Todo empezó a finales de 1948, cuando se sentía ''sofocado por el ambiente cortesano en el que me desenvolvía", y decidió buscar nuestras raíces. ''La antropología es un ejercicio de remordimiento y una manera de pagar nuestras culpas", decía. El las expió a lomo de burro, en grandes caminatas, bebiendo mezcal, por todo lo ancho y largo del territorio nacional.

Su obra siempre estuvo casada con el reportaje de grandes vuelos que trasladan lo mismo a La nao de China, que a la vida de la Colonia en Los demonios en el convento. Sexo y religión en la Nueva España; que nos sumió en un Viaje al centro de la tierra o lamentó los sismos del 85 en El libro de los desastres; revivió La ruta de Hernán Cortés o el periplo En torno a Lázaro Cárdenas. También incursionó en el teatro con una sola obra, Cristóbal Colón, misterio en un prólogo y cinco escenas, que se estrenó en 1951, dirigida por Enrique Ruelas en el teatro del Palacio de Bellas Artes.

Sumamente homenajeado, bromeaba: ''Ahora soy siervo y confieso que soy un cínico: me agradan los elogios y mi cabeza reclama los laureles que disimularían mi calvicie". Cuando se celebraron sus 80 años dijo sentirse ''rejuvenecido. Esta celebración es un triunfo de la amistad permanente". Recibió varios premios: el Mazatlán de Literatura (1969), el Nacional de Letras y Filología (1977), el Nacional de Antropología (1980) y la medalla Manuel Gamio ųla más alta distinción como antropólogoų en 1986, así como el de Periodismo en Divulgación Cultural, ese mismo año.

Su nombre fue impuesto al premio de Periodismo Cultural que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara desde 1992, año en que recibió el doctorado honoris causa por dicha casa de estudios. También recibió la condecoración de la Orden al Mérito Duarte, Sánchez y Mella, en el grado de Gran Cruz Placa de Plata, concedida por el presidente de República Dominicana, Joaquín Balaguer, en 1994.

El escritor fue embajador en esa nación, en 1991, y resolvió con sabiduría una toma de esa representación. Consideraba que la diplomacia ''es otra manera de servir a tu país", y entre otros cargos públicos desempeñó el de asesor de la UNESCO, en materia de periodismo (1947 a 1967), presidente del Pen Club (Asociación Mundial de Escritores) en 1969 y catedrático en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, de 1967 a 1990, en donde fue nombrado ''maestro emérito".

Sus últimos homenajes los recibió en 1997, del Departamento del Distrito Federal y en las páginas de este diario, el pasado enero, en celebración de sus 90 años. Renuente al matrimonio, se casó ''prematuramente", bromeaba, a los 55 años: ''El hombre debe casarse a los 70". Benítez, como dijo Poniatowska, fue ''una persona que sabe dar alegría". Sin él, acotaría Fuentes en un homenaje cuando cumplió 80 años, ''seríamos más pobres".

Hoy lo somos. El gran maestro nos ha dejado.