Ť Lectura en el Centro Cultural Santo Domingo
Cuando comienzo un libro, sólo sé cómo debe sonar, dice Auster
Renato Ravelo, enviado, Oaxaca, Oax., 20 de febrero Ť Ante un centenar de admiradores que acudieron a escucharlo al Centro Cultural Santo Domingo, Paul Auster dijo: "Nunca fluyen las ideas para un libro mío. Es más, trato de no hacerlo, pero si me regresan tengo que deshacerme de ellas, para lo cual busco una tónica. Cada libro tiene su tonalidad, desde la que puedo capturar lo que siento. De hecho, al iniciar un libro lo único que sé es cómo quiero que suene".
Se ocupa uno de los corredores del ex convento, que luego fue guarnición militar y hace poco se estrenó a la civilidad. Es también la ocasión propicia para escuchar a Mareen Howard, quien lee un fragmento de su novela sobre Magdalena, la Santa Puta. Lectura llena de otras tonalidades más clásicas, acompañada con gestos y cambios de voz.
Aunque para los ahí presentes seguramente Auster ya es un clásico. Y su voz, que recupera en inglés historias de El cuaderno rojo, tiene su eco en los audifonos de la traducción, que no lo es tal, porque en realidad lo que hace la señora encargada es leer, con una línea de atraso la versión al español. El recital se convierte así, a momentos, en un desdoblamiento sonoro entre dos idiomas, pero en realidad no se rompe ningún hechizo.
Porque escuchar a Auster en inglés, una línea delante de su traducción, cuando cuenta la historia del pastel de cebolla en París, en realidad es lo mismo que escuchar un blues. Algo dice la letra, pero lo importante es hacia dónde nos quiere llevar, y cuando ha terminado, algo en el ánimo es diferente. Hecho estético le llamarían los especialistas.
Y si Maureen Howard es certera, en su imagen de escritora irlandesa católica, que describe a detalle cómo se endurecen los senos de su protagonista con el frío, y con rudeza como reclama para sí el derecho a perder varias veces la virginidad, Auster es oblicuo.
Pero la vuelta vale, porque justamente escogió el libro con el que salió a defenderse de la crítica a su poesía. El mismo que empieza con una llamada equivocada, azar procurado que se convertiría casi en un sello: "Creo que a mí lo que me interesa entre el azar y la voluntad es el momento en el que ambos chocan. No creo en el destino", contesta más adelante a una lectora.
Alberto Ruy Sánchez citaría a uno de los admiradores cibernéticos de Auster para hablar de cuatro etapas: los años de aprendizaje (1947-1974), los de la poesía (1974-1980), los de la prosa (1980-1990 y la época de cine, del 90 a la fecha. Cartografía demasiado esquemática, pero algo clara.
Auster, quien es también autor de una antología de poesía francesa, libro de consulta obligada, explica que requería la verosimilitud en su escritura, luego de la experiencia en la poesía.
De ahí, sugiere, el tinte a veces autobiográfico de su prosa. Es verosímil entonces que en el año de 1956, cuando él contaba con nueve años, una amiga de su hermana menor, al salir del auto de su padre, tropezó, porque el auto se hacia para atrás ųquizá por el hielo del sueloų, y terminara debajo, a punto de ser aplastada. Y que él la jalara del brazo y el padre notara el hecho de que el auto se movía y pusiera el freno. Es verosímil que esto ocurriera en unos siete segundos, y que para el joven Auster fuera el acto más heroico de su vida. Por lo tanto, nos narra Auster, es también verosímil que 30 años después el escritor confirmara que la amiga de su hermana nunca registró esos segundos. Paradoja, choque entre azar y voluntad.
Auster padece, por lo tanto, del hecho de exhibirse, de utilizarse en sus novelas. Le preguntan por su anterior estancia en México, por un rumor sobre su no autoría total del guión de Smoke, y él hace explícito que el guión recibió tres tratamientos cinematográficos, y se limita a decir que su visita de ahora no tiene nada que ver con la de hace tres décadas.
El propio Ruy Sánchez, animado por esa demostración, casi de trivia de vida y obra de Auster (aunque sus lectores lleguen a sospechar que es lo mismo), recurre a la confidencia: Sophie, la hija de Auster, le ha contado del perro que consiguieron, y Ruy Sánchez quiere saber si eso tiene que ver con la idea de Tumbuctú, su más reciente novela.
Y el autor de Leviatán accede a revelar solamente una parte de la anécdota familiar. Refiere que ya desde antes de tener a su perro Jack quería hacer una novela sobre la relación de un hombre con su perro.
Intentos de los ávidos lectores de Auster por saber de su próxima película, de su próxima novela, del proyecto de recopilar historias de estadunidenses por todo el país (en el que lo acompaña su esposa Siri), por conocer secretos ("El cuaderno rojo originalmente se iba llamar Arte poética"), por saber cómo le hace para ser así como tan certero en su hechizo oblicuo de la literatura.