La Jornada domingo 20 de febrero de 2000

Marco Rascón
Vientos de advertencia

Si las estrategias de los sectores democráticos no cambian, y los errores persisten, luego del 2 de julio habrá neoliberalismo en serio. Lo que hemos vivido desde 1982, incluyendo los seis años de Carlos Salinas de Gortari, ha sido solamente el anticipo que destruyó las bases propias del país y que ahora nos llevaría al fondo por los campos de la integración y el neoliberalismo salvaje que se aplica a los países subdesarrollados en el mundo.

Estos 18 años de crisis cíclicas, de contrarreformas, privatización y destrucción de los sectores estratégicos de la industria mexicana, destrucción del sistema de crédito y fomento de la banca, del ejido, el sistema educactivo y las instituciones de bienestar, han sido sólo el inicio y las bases del cambio estructural a favor de intereses extranacionales y de una oligarquía interna.

En lo estructural, los sectores estratégicos que sobrevivieron, como la industria automotriz, deformaron no sólo el desarrollo regional sino también los territorios, pues las ciudades y su equipamiento fueron puestas al servicio del transporte privado, lo cual destruyó viviendas, modificó barrios y colonias y contaminó particularmente a las regiones del altiplano.

La pérdida del valor del trabajo sucumbió ante la fuerza del mercantilismo y el individualismo, y los sindicatos se debilitaron al máximo, pues hoy son tratados como despojos de la estructura anterior que ya no tienen cabida en la nueva filosofía económica.

Lo que en Asia se impuso como modelo neoliberal, a través de matanzas como las de Yakarta (donde fueron asesinados más de 10 mil opositores en una noche), golpes de Estado, destrucción de sindicatos, el sistema educativo a favor de los proyectos maquiladores y organizaciones, en México lleva sucediendo con resistencias 18 años, acompañando los cambios internos de Estados Unidos, pues hemos sido considerados parte de su zona de seguridad nacional.

Hasta hoy, la resistencia y nuestra condición fronteriza con Estados Unidos logró hacer más lento este proceso, pero son muchos los errores de los proyectos alternativos de nación, y la izquierda esta prácticamente desaparecida entre las oleadas de ingenuidad, oportunismo, pragmatismo y perversidad política que le han impedido renovarse.

El pesimismo y la confusión no han tocado fondo. Estamos a la puerta de una gran derrota que aún se esconde entre los reflejos de algunos mítines o la marcha del pasado miércoles 10 de febrero que, pese a su tamaño, no expresó ninguna alternativa coherente de dirección política, pues por la confusión y la falta de coherencia está creciendo peligrosamente la tendencia hacia la abstención, que busca y beneficia al PRI. Podemos decir, acaso como advertencia, que la democracia en México no va ganando en ningún frente: ni en el universitario, ni en el electoral, ni en el social, ni en Chiapas, ni en el diálogo, ni en el legislativo.

La invasión no sólo de priístas, sino de ideas y comportamientos priístas dentro del campo democrático, ha debilitado no solamente la perspectiva de largo plazo sino el programa y la política. En el caso del PRD, el monrrealismo significó la expulsión de la izquierda y la liquidación del partido, misma que ahora se revierte en la misma campaña electoral contra el partido y sus candidatos.

De esta misma manera, tiene implicaciones la excesiva tolerancia en la política de alianzas, que crecerán a la sombra de la lucha por la democracia y serán la punta de lanza contra la lucha por la democracia.

Luego del 2 de julio, una derrota significaría el protagonismo de las medidas violentas y de fuerza para imponer el modelo neoliberal y acabar con todas las resistencias. La disputa por la nación tendría de vencedores a lo peor del país.

Ante eso, es mejor mantenerse en el camino del pesimismo, la corrección y la eficiencia, que en el ánimo de un optimismo que extravía y conduce precisamente a la derrota. Por lo que se juega en esta elección, no cabe el optimismo fofo de 1994, sino la tensión de 1988. Ante la posibilidad de la derrota, cabe hoy la revisión no sólo de la estrategia sino de la convocatoria y una autocrítica sobre la marcha. Si nadie ve esa posibilidad, entonces hay que sentarse frente al televisor, ver spots y noticieros y esperar que lo encuesten. Si la posibilidad de la derrota es una alucinación y locura, nos vemos el 3 de julio y asumiremos cada quien los costos de los hechos, las advertencias y las palabras.

PD. Torre por peón. Error la candidatura de Alejandro Encinas para Alvaro Obregón. Encinas debió ser el primer lugar de la plurinominal para la Asamblea Legislativa, en todo caso.

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