La Jornada domingo 20 de febrero de 2000

Antonio Gershenson
ƑCómo defender el precio del petróleo?

No tiene sentido negar lo obvio: el secretario de Energía de Estados Unidos no viene a México, y de aquí a Venezuela y a otros países exportadores de crudo, a celebrar pláticas para mejorar la vida social, ni nada por el estilo. Viene porque quiere lograr, como una expresión de la política anunciada por su gobierno, una baja en los precios del petróleo, del cual es el mayor importador del mundo y de cuyos precios depende en forma notoria la economía de su país. Por ejemplo, observando en el largo plazo el comportamiento del índice de precios del país vecino en todo el siglo que está por concluir, vemos dos grandes causas de que este índice se haya disparado: las guerras y los grandes aumentos en el precio del petróleo.

Tampoco ese hecho debería tomarse como razón para que se quiera mantener el alza de los precios petroleros. La polémica abierta al respecto debe partir de una visión de más largo plazo y de lo que resulte mejor para la economía de nuestro país, pero no de lo que resulte mejor o peor para cualquier otro país.

En repetidas ocasiones hemos mencionado, en este espacio, que uno de los retos que enfrentan los países exportadores de petróleo, una vez logrado un frente único y sobre esa base una recuperación importante de los precios petroleros, es el de evitar que luego venga el desplome de los mismos. Ya vimos en el pasado que, logrados los precios altos del petróleo por la OPEP, estos precios motivaron mayores inversiones en la industria petrolera y la entrada de nuevos productores al mercado; y motivaron la diversificación de fuentes para generar electricidad y la reducción del consumo por varios caminos, generando una saturación del mercado petrolero con mucha producción y poca demanda. En 1985 y 1986, como resultado de ello, se produjo una guerra de precios, a cuyo inicio no fue ajena la actitud miope del gobierno mexicano de entonces. Ya antes de que se iniciara el actual ascenso de los precios petroleros, escribimos en este espacio, el 15 de febrero de 1998, el siguiente párrafo:

"La línea petrolera que plantea elevar las exportaciones hasta donde se pueda no sólo tiene un efecto económico negativo, al venderse más petróleo por menos dinero. Implica también riesgos, de los cuales el más importante es el de desatar una guerra de precios como las de 1986 y 1988. Y, para México, esa guerra no se puede ganar, porque los costos de producción en el Golfo Pérsico son claramente inferiores a los nuestros. Ya con la guerra de precios de 1986 México perdió el 10 por ciento de su mercado de exportación".

Agregamos ahora una causa adicional de que México no pueda ganar una guerra de precios: nuestras reservas probadas han caído, en la zona de la que salen las tres cuartas partes del petróleo del país, o sea, la Sonda de Campeche, a 15 años de la producción actual de petróleo crudo y a sólo 6 años de la de gas natural, cuya presión es la que impulsa al crudo hacia el exterior de los yacimientos, situados a varios kilómetros de profundidad.

Sí hay que buscar estabilizar el precio del crudo en un nivel que no sea lo suficientemente alto como para generar la entrada de otros países, regiones y empresas a la extracción petrolera, ni para deprimir la demanda mundial. Pero es fundamental que esto se haga de común acuerdo entre los países exportadores de petróleo, es con ellos con quienes ante todo se debe hablar. Lo contrario equivale a entrar o, peor aún, a iniciar, una guerra de precios que desplomará el valor de nuestro principal producto de exportación. Y el riesgo de que el actual bloque se fracture está retratado en las cifras: según datos de la Agencia Internacional de Energía, basados en las cifras reales del crudo que entra al mercado, en los primeros meses del acuerdo de limitación de la producción petrolera el nivel de cumplimiento del mismo estuvo por arriba de 90 por ciento. Ahora, en enero, estuvo en 76 por ciento, luego de una baja sostenida de varios meses. Ahí está el verdadero peligro, consistente en que los productores vuelvan a perder el control del mercado y en que, en un momento dado, se vuelva a dar el desplome de los precios.