PAGINA 9 Ť Lourdes Galaz
Cuentos y cuentas
* John McCain, "heredero político" de Reagan, hoy mismo ganaría con mucho la Casa Blanca * A Labastida le faltan 7 millones de votos; a Fox, también
Si las campañas electorales en México no atraen su interés o si ya le aburren luego de dos años de dimes y diretes y de fintas de Vicente Fox y Cuauhtémoc Cárdenas, váyase al ciberespacio y conéctese a www.mccain2000.com. Lo peor que le puede pasar es que, de pronto, lo inviten a gastar en la campaña del aspirante a la candidatura del Partido Republicano: sólo en las últimas dos semanas, vía Internet, el senador John McCain ha recaudado 4 millones de dólares, en pequeños donativos electorales. La muestra de apoyo popular contrasta con el hecho de que George Bush Jr. ya ha gastado, con pocos resultados electorales, unos 52 millones de dólares de los 70 millones que recaudó entre sus amigos durante 1999, cuando decidió lanzarse por la residencia en la Casa Blanca. El hijo del presidente de la Guerra del Golfo arribó al 2000 creyendo que tenía en la bolsa la candidatura de los republicanos a la presidencia. Las primarias de New Hampshire le dieron un revés y ahora, pese a los resultados de la consulta de ayer en Carolina del Sur, el senador John McCain, que se proclamó heredero político de Ronald Reagan, podría ganar la carrera al gobernador texano y representar un grave dolor de cabeza para Al Gore. Y es que de los cuatro precandidatos a la presidencia de Estados Unidos, los demócratas Gore y Bill Bradley y los republicanos Bush y McCain, el último es hoy por hoy el más popular y le ganaría ahora mismo la batalla final a Gore por mayor margen que Bush.
Los estadunidenses son los inventores del marketing y las encuestas con uso electoral. Cualquier aspirante a político que se respete no llega a ser alguien si no tiene detrás un asesor de imagen, un buen mercadólogo y los resultados de una encuesta profesional. Los estudios de opinión, dice la experta María de las Heras, se usan aquí como un instrumento de propaganda, cuando en realidad son un mecanismo para medir el sentir de electores potenciales sobre el candidato y su partido, para conocer los temas, asuntos o problemas que interesan al electorado y con base en ello modificar o corregir la dirección de la campaña, y una herramienta para corregir y mejorar la imagen de un candidato. Las elecciones del 2000 en México se sustentan en los resultados de las encuestas, no en las propuestas políticas de los candidatos y sus partidos. Aseguran los expertos que el uso excesivo del marketing político no daña a nadie, siempre y cuando se hagan campañas con propuestas políticas. En España también hay elecciones este año. Y hace dos semanas, con base en los resultados de las encuestas electorales, los partidos políticos, tanto el PSOE y sus aliados como el Partido Popular que gobierna, dieron un giro a sus campañas electorales para dar prioridad a temas relacionados con la salud y el bienestar. Y es que al electorado español, que en su mayoría sobrepasa los 35 años, le interesa más asegurar su futuro con salud y programas de bienestar que saber sobre los proyectos económicos o las ideologías de este o aquel candidato y su partido.
Al comienzo oficial del proceso electoral del 2000, en enero de este año, se desató la guerra de las encuestas. Como nunca los ciudadanos más comunes que corrientes hemos sufrido la intensidad de esa guerra de cifras y porcentajes, y todavía no recibimos una oferta política de gobierno. Más aún, los resultados que muestran los encuestólogos pagados por tal o cual partido ya no causan impacto en los ciudadanos, porque en general no les han preguntado sobre qué opinan o cómo ven a este o a aquel candidato. Y ahora resulta que algunas empresas serias presentan cifras que son cuestionadas en los medios por los partidos políticos aunque en privado preocupan a los equipos de campaña. Tan es así que hace unos días los asesores de Vicente Fox festejaron los resultados de un estudio del Grupo de Economistas Asociados (GEA) ųaquel que impulsó Jesús Reyes Heroles, el hoy embajador mexicano en Washingtonų. Como el GEA presentaba a Fox como el favorito, con 8.4 puntos arriba de Francisco Labastida, y porque días antes desde una oficina gubernamental se difundió la especie de la posible renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas a sus aspiraciones presidenciales, en razón de los resultados de diversas encuestas, las consultas y las reuniones de alto nivel en el gobierno y en las cúpulas partidistas ocuparon las 24 horas de los políticos de todos los signos. Por ahí se reunieron dirigentes del PRD con asesores presidenciales; también se encontraron panistas y perredistas, perredistas y priístas, priístas con panistas, y por diversas fuentes se conoció la preocupación de los señores que hoy ostentan el poder y su temor a perderlo. Y en alguno de esos encuentros se reveló que la renuncia de Cárdenas favorecería más a Labastida que a Fox, porque de acuerdo con las previsiones del coordinador de la campaña del PRI, Esteban Moctezuma, los votos perredistas se sumarían a la causa de Labastida.
Vale por los buenos deseos de Moctezuma, aunque este fin de semana, a través de distintas fuentes, se reveló que el gobierno y su partido esta-rían preparando una estrategia para impulsar las candidaturas de los perredistas Cárdenas y López Obrador, ante el temor de que la polarización de la elección entre Labastida y Fox resultara en perjuicio del priísta. En Chihuahua, Labastida hubo de responder ante la embestida del panista y de los grupos políticos y económicos que lo apoyan en los medios. "Una es la opinión publicada y otra la opinión pública", habría repetido el candidato presidencial del PRI, que usó esa frase (acuñada por Felipe González, del PSOE) cuando en los medios periodísticos se aseguraba, con base en ciertas encuestas, que perdería las primarias. "Ustedes recuerdan ųdiría también el priísta en un mitinų que se dijo que mi campaña no prendía, y gané 272 de los 300 distritos del país". En público, Labastida muestra seguridad en la maquinaria priísta que, con todo y lo vieja y usada que parezca, ya está en movimiento. Los operadores del priísmo garantizan que los votos duros, que representarían 40 por ciento de los electores que acudan a las urnas, es decir unos 10 millones de sufragios, están asegurados... pero para ganar la elección se requieren, cuando menos, 17 millones de votos: por lo pronto, hay empate.
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