La Jornada domingo 20 de febrero de 2000

Néstor de Buen
Aquel México solidario

Una nota de Triunfo Elizalde, publicada el jueves pasado en La Jornada, me impresionó profundamente. De hecho, el tema de que México ya no es refugio seguro para exiliados, como lo fue durante tantos años y, hay que reconocerlo, con gobiernos revolucionarios como el del presidente Cárdenas, y con otros no tanto, me ha venido dando vueltas en estos días.

La deportación de supuestos miembros de ETA, con el pretexto de que su documentación no estaba en regla, obviamente sin otorgarles la garantía de audiencia y la decisión final del tercer tribunal colegiado en materia penal del primer circuito (el disputado Distrito Federal) para la extradición de Oscar Cadenas, ha sido el remate de una política negativa para todos los extranjeros.

No se trata solamente de los miembros supuestos de ETA, sino de esas vergüenzas que han llevado, sin mayores trámites, a desterrar a muy antiguos residentes, entre ellos algún sacerdote, me parece que francés, o a grupos de extranjeros simpatizantes del EZLN. Aquella gracia que México tenía de ser una puerta abierta a todos los que necesitaban ųnecesitábamosų asilo, se ha perdido de manera lamentable.

No estoy, por supuesto, en favor de ETA. Abomino sus crímenes indiferenciados y los que han tenido destinatario específico. Sin olvidar que hace ya muchos años, la muerte del almirante Carrero Blanco a manos de un grupo de vascos cambió para bien el destino de España. Respeto, en cambio, con muchas reservas, su afán de independencia, aunque no me agrada la idea de la segregación. El País Vasco es parte de España y, además, cuna de españoles excepcionales, como Unamuno y Pío Baroja, y muchos más.

El problema es que las deportaciones masivas o individualizadas, como en estos últimos días, tienen un claro perfil político. No son gratis los elogios que el ministro del Interior del gobierno de Aznar, Jaime Mayor Oreja (de quien, dicho sea de paso, y quizá sin mayores razones, tengo una buena impresión), ha hecho del gobierno mexicano, que pasando por alto una de las más bellas tradiciones de nuestro país entrega extranjeros para agradar a un régimen conservador con el que, sin la menor duda, nuestras autoridades se sienten particularmente afines.

En el caso de los vascos deportados, no se trataba por supuesto de resolver un problema migratorio, sino de servir a ese gobierno español, que los ha recibido (suponiendo que no hayan ido acompañados de policías españoles, hoy encargados de su persecución en México), esposados y listos para someterlos a proceso. Dejando atrás a sus familias mexicanas.

Se le olvida a nuestro gobierno que México, cuando ha sido tan generoso con quienes habían perdido todo, menos la dignidad, ha ganado con creces. Porque el exilio español no ha podido ser más eficaz para el desarrollo del país. No solamente en la universidad, particularmente en la UNAM, sino en todas las actividades culturales, económicas, deportivas y sociales. El crecimiento espectacular de la industria mexicana en los años 50 se debió en gran medida a la creación de la Sociedad Mexicana de Crédito Industrial, SA, hoy Somex, fundada por capitalistas mexicanos: los hermanos Casasús, Macedo, Desentis, Trigueros y otros, y dirigida con mano maestra por el ilustre exiliado Antonio Sacristán Colás, con la colaboración de un grupo excepcional de refugiados.

La aportación argentina, uruguaya, chilena, centroamericana y cubana, no obstante parecer contraria a la relación con Fidel Castro, y otras que olvido, no ha sido tampoco menor. Sin dejar de considerar al grupo israelí que con motivo de la Segunda Guerra Mundial también se incorporó a México.

Pero andan mal las cosas. La política exterior e interior, en los últimos años, ha sido de rechazo a lo mejor que México había hecho en más de la mitad del siglo. Con el agravante: Chiapas, de que también se trata como a los extranjeros a nuestros indígenas, hoy víctimas de todo tipo de agresiones.

El problema es antipático en sí mismo y se agrega a tantas cosas que también lo son. Pero en el caso de los vascos, todo parece indicar que se pretende favorecer al PP de Aznar, a la vista de las muy próximas elecciones en España.

Con la derecha hemos topado. Y de los muchos agravios que produce, este resulta, por contrario a una de las mejores tradiciones de México, particularmente odioso.