La Jornada domingo 20 de febrero de 2000

Guillermo Almeyra
Irak: el genocidio oculto

Ramsey Clark, ex ministro de Justicia del presidente estadunidense Jimmy Carter, regresó de una visita a Irak con representantes de veinte estados de su país y presentó un informe detallado al comité de Seguridad de las Naciones Unidas. Su estadía se produjo a exactamente nueve años del comienzo de la guerra del golfo Pérsico. He aquí algunas de sus comprobaciones: Se produjeron 110 mil ataques aéreos, uno cada 30 segundos, que arrojaron 85 mil toneladas de explosivos, o sea siete veces y media más que la bomba sobre Hiroshima. Estos bombardeos, sin precedentes históricos, mataron a miles de personas. Los fármacos y equipo médico se agotaron. Se destruyeron los suministros de agua, de combustible, la depuración hídrica, los sistemas sanitarios en todo el país. Fueron diezmados los rebaños, y las aves de corral murieron por falta de alimentos.

Estos desastres, más las sanciones económicas, causaron un millón y medio de muertes. Todos los reportes de la FAO, de la Organización Mundial de la Salud, de la Unicef, del Programa Alimentario Mundial confirman el aumento, año tras año, de los decesos por desnutrición, gastroenteritis, diarrea o infecciones respiratorias. Han muerto 502,492 niños. Los menores de cinco años que mueren por esas causas se decuplicaron desde 1989. Las víctimas de males crónicos, que antes de las sanciones económicas se curaban en 95%, mueren hoy en casi 100%, en el caso de algunas enfermedades, por falta de fármacos. Los médicos estiman que incluso después del fin de las sanciones las muertes seguirán en aumento dadas las pésimas condiciones físicas de los padres y de los niños y los daños al ambiente. Por ejemplo, los recién nacidos de menos de 2.5 kilos en 1990 llegaban a 4% y ahora llegan a casi 24% de los partos. Su expectativa de vida se reduce en un tercio y muestran signos de retraso mental y de debilidad irreversible. La desnutrición grave afecta a 20% de la población infantil y todas las enfermedades que se previenen con vacunas (cólera, poliomielitis, viruela, tos convulsa, sarampión) reaparecieron, cuando habían sido eliminadas, o se multiplicaron cuatro o cinco veces al no existir vacunas que las combatan. Los hospitales carecen de todo. No hay electricidad, sábanas, calefacción, ni luz o agua. Tampoco lamparitas eléctricas, gasas, algodón, medicinas, colchones, oxígeno, antisépticos, anestesias, aspirinas, insulina ni pastillas contra la deshidratación.

Las bombas con uranio han aumentado enormemente el número de casos de leucemia y de tuberculosis, tumores y deformaciones fetales. Volver a las condiciones de 1989 requerirá decenas de miles de millones de dólares. El ex secretario de Estado, Henry Kissinger se refirió a todo esto en un artículo publicado a mediados de enero llamándolo "los supuestos sufrimientos del pueblo iraquí" y la actual secretaria de Estado, Madeleine Albright, descartó el informe de la FAO, según el cual las sanciones económicas habían causado la muerte de 585 mil niños de menos de cinco años diciendo que valía la pena pagar ese precio. Estados Unidos además destruyó la red de distribución de agua para que todos se vieran obligados a beber agua contaminada. Clark agrega que la suspensión del Programa Petróleo por Alimentos fue calculada para aumentar la cantidad de muertes y se ha buscado que Irak sólo produzca un tercio del petróleo que extraía antes de las hostilidades para que no pueda comprar ni maquinarias ni alimentos ni medicinas. Por eso sostiene que la actitud de Estados Unidos corresponde a lo que define el artículo II de la Convención sobre Genocidio de las Naciones Unidas de 1948. El ex Ministro añade que un iraquí muere cada dos minutos, desde hace nueve años, a causa de las sanciones, y sostiene que eso equivale a mantener como rehén al pueblo de Irak para sancionar a su gobierno y usar la muerte masiva por hambre y enfermedad como arma de presión. Por lo tanto pide al Consejo de Seguridad que condene este genocidio.

Por mi parte, a la elocuencia de los datos de Ramsay Clark, sólo puedo agregar que la misma situación se repite ahora en el caso de Yugoslavia, también sometida a sanciones, sin medicinas, servicios, combustible, también afectada en sus infraestructuras básicas. La barbarie genocida es ayudada por el silencio cómplice de los medios de desinformación e intoxicación, en lo que "imbéciles útiles" e ingenuos irredimibles rugían o mugían pidiendo sangre tanto en Irak como en Serbia y que hoy ocultan esta guerra cotidiana contra niños, mujeres, ancianos, enfermos que los demócratas de todo el mundo deben condenar y hacer conocer.

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