La Jornada sábado 19 de febrero de 2000

Jaime Martínez Veloz
ƑDe qué se ríe el gobernador de Baja California?

En los últimos cuatro años, en Baja California han ocurrido más de 2 mil 500 muertes violentas, cifra que representa más de diez veces la suma de fallecimientos ocurridos en Chiapas de 1994 a la fecha. Y, a pesar de la gravedad del asunto y de que el estado ya es considerado el más peligroso para vivir, el gobernador sólo se ríe.

Existen mil picaderos identificados y 50 mil adictos a las drogas sin una luz de esperanza que ilumine sus vidas. Lo peor del caso es que día con día crece el número de niños y jóvenes que son atrapados por las garras del vicio. El gobernador evade su responsabilidad y culpa a la Federación y se sigue riendo.

El año pasado hubo 50 secuestros y el gobernador no para de reír; por si fuera poco, cuando se captura a los secuestradores, las autoridades --quizá contagiadas por la risa del titular del Ejecutivo-- graciosamente liberan a los criminales.

La inseguridad pública no es un hecho que platiquen unos cuantos: es una realidad que sufrimos la mayoría de las familias bajacalifornianas. Asaltos, robo de vehículos, secuestros, homicidios, crimen organizado, tráfico de armas, de drogas, de indocumentados son, desde hace años, una industria en el estado. Policías federales y estatales se han visto involucrados en escandalosos casos criminales.

Ante la ola de violencia, la autoridad federal guarda un hermetismo inexplicable y el gobierno estatal evidencia su pequeñez, su incapacidad de convocatoria, sin estrategia ni acciones que tiendan a disminuir la gravedad de la situación. El gobernador se ríe; los delincuentes hacen lo mismo y los ciudadanos pagamos el pato de los intercambios de sonrisas.

Es evidente para la sociedad, la existencia de un poder criminal paralelo en Baja California, producto de la impunidad con la que opera la delincuencia organizada. Este problema es ya un asunto de Estado e incluso, por su cercanía con la frontera, de seguridad nacional, lo cual debiera preocupar también a las autoridades federales, que esperamos procedan con seriedad y asuman la responsabilidad gubernativa que les reclama la sociedad bajacaliforniana.

Estamos en crisis de gobernabilidad con un jefe del Ejecutivo que no asume su papel conciliador, no respeta la investidura del cargo y adopta posturas que no caben en un mandatario al emplear lenguaje "folclórico" para tratar de descalificar a quienes no piensan como él, sean éstos empresarios, legisladores de oposición o personas de la tercera edad. También se ha metido con las mujeres: de una de las oficinas a su cargo salió la "línea" para que no fuera aprobada la creación del Instituto Bajacaliforniano de la Mujer.

Cada vez más amplios sectores están profundamente agraviados por la forma en la que se conducen los destinos de Baja California, donde la gente es emprendedora, audaz, y mucha de la cual vino del sur para edificar con esfuerzo y sacrificio un patrimonio y un porvenir; toda esa gente hoy se siente insegura, defraudada e irritada porque ahí están los problemas en tanto que al más alto nivel se manifiesta que se seguirán riendo, lo cual para quienes han sentido en carne propia, o en familiares, conocidos o amigos, el flagelo del crimen y la delincuencia, esto representa un doble agravio.

Comprender que se debe gobernar para todos implica entender que en Baja California, como en el resto del país, la pluralidad es una realidad. Pretender seguir imponiendo decisiones sin tomar en cuenta a los actores afectados o aun violentando el estado de derecho, mostrar intolerancia ante la crítica e incapacidad para la reanudación de diálogo y la promoción de nuevos acuerdos, significa apostarle a la polarización, pero sobre todo a no buscar los caminos de solución para los asuntos más urgentes.

Vivimos en un marco de libertad. Cada quien puede hacer lo que mejor le convenga dentro de la legalidad y sin afectar los derechos de terceros. El gobernador puede reírse todo lo que quiera, está en su derecho, aun cuando la administración a su cargo no esté cumpliendo con la responsabilidad que le ha sido conferida; sin embargo, ante todo lo que pasa, yo le preguntaría como ciudadano: Ƒde qué se ríe, señor gobernador? Recuerde que la sabiduría popular es un patrimonio de la sociedad, y ésta sabrá muy bien cuándo emplear el refrán que dice: "el que ríe al último, ríe mejor".

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