VIERNES 18 DE FEBRERO DE 2000

UNAM: la herida abierta

* Adolfo Sánchez Rebolledo *

La herida universitaria nos ha dejado ver el trasfondo social, cultural y moral prevaleciente en esta hora de cambios de la sociedad mexicana, la verdadera dimensión de nuestras convicciones democráticas, la fragmentación de propósito que caracteriza a las fuerzas políticas frente a los hechos graves. Ningún optimismo puede soslayar que la transición está cruzada por una oleada de confusión y resentimiento social, desigualdad y miseria con causas reconocibles --no atendidas--, pero sin cauce definido, que tensan al límite las costuras del orden y la legalidad sin perspectiva. Resulta desolador comprobar que abundan los pescadores buscando su provecho efímero en río revuelto; las voces que evitan el espectáculo de la confrontación son escasas y, por ahora, minoritarias.

No es fácil decir cómo hemos llegado hasta aquí, pero más allá del habitual reparto de culpas y responsabilidades (que desde luego existen) tenemos que reconocer que hay algo demasiado fuerte, muy "estructural" en el fondo de este problema. Salvo por la fuerza cultural que dimana de ella, la universidad de masas que algunos conocimos al principio del llamado "milagro mexicano" no existe más: ni en el papel ni en la conciencia de la gente. Tampoco los jóvenes estudiantes se parecen a los de entonces: aunque la universidad sea su único y real patrimonio, de su mundo se ha evaporado el espíritu moldeador del ascenso social que daba cohesión. La misma idea de "comunidad", tan cara a la universidad, comenzó a desdibujarse mucho antes de que apareciera el conflicto estudiantil, pero el vacío jamás se llenó con nuevos contenidos, no obstante que las relaciones dentro y fuera, entre la sociedad y la UNAM, habían cambiado en forma tangible, como bien lo prueban las reformas que a medias intentaron resolver problemas sin cuestionar leyes, estilos y costumbres del pasado, asignaciones presupuestales raquíticas y desvalorización a cargo de una sociedad en busca del mercado. ƑDe qué sirve la autonomía en una institución difusa, desvertebrada, expuesta a los vaivenes de las circunstancias internas y ajenas si, al final, es el Estado quien tiene la última palabra? Recogemos lo que sembramos. Con sus calidades y deficiencias la universidad tiene el sello de agua de nuestras "décadas perdidas" con su ininterrumpida secuela de cambios y ajustes, realizados a caballo sobre las violentas sacudidas demográficas que marcan el horizonte de una crisis económica semipermanente en la globalización.

La paradoja de la situación actual es que la reforma necesaria es también la única posible: o la universidad se mantiene como el centro nervioso de nuestra educación superior con el apoyo de la sociedad y el Estado, por ende, como palanca del desarrollo nacional, o toma el camino de su paulatina desaparición. Ese es el sentido de discutir aquí y ahora la viabilidad de la universidad pública como cuestión de interés estratégico nacional. La reforma de la universidad tiene como fin replantear el papel de la UNAM en el sistema educativo nacional, asegurando su transformación y modernización para que éste sirva a sus objetivos. El Congreso Universitario tiene la tarea de hacer posible esta transformación de la UNAM tomando el pulso y las necesidades de una institución extremadamente heterogénea, diversa y cambiante. Y para eso sobran las consignas.

La crisis universitaria sigue abierta. La entrada de la fuerza pública, así como la detención de los principales líderes estudiantiles no puede resolver las causas originarias del conflicto. Hallar un curso de solución significa dejar atrás la pretensión de que haya vencidos y vencedores. Los intentos solamente contribuyen a reforzar la polarización, pero tampoco ayudan a salir de la trampa en que está metida la UNAM. Dado que es imposible volver atrás, la normalidad académica depende casi por entero de la posibilidad de darle curso al Congreso universitario; pero sin el diálogo ninguna fórmula logrará por sí misma reconstruir la vida universitaria, propiciar la reconciliación y asegurar la reforma académica que la institución y el país reclaman. *

 

 

(Al capitán Cordera en una ola del mar)